Es uno de los mejores en la
región, sus metas están casi cumplidas y con un poco de esfuerzo, puede
duplicar las aspiraciones que le han puesto. Sus número lo avalan y sus jefes
lo quieren. Esta campaña es tan placentera como un pajazo sideral. Trabaja
medio tiempo y con un par de ventas bien colocadas acumula puntos en un timming
generoso para él. El hombre no se despeina no sólo porque tiene poco cabello. Pero
la felicidad no es completa. Por la poca afluencia de clientes en su oficina,
sus ingresos han mermado, han decrecido. Su sueldo ya no le alcanza para pagar
las deudas que el propio banco en el que trabaja le ha merecido, y sus expectativas
de vida son nulas. Su calidad de vida en un par de meses lo ha llevado a la categoría
de divo misio. Escatima en cualquier gasto pero igual gasta. El dinero se le
esfuma de las manos mucho antes de recibir su próximo sueldo y por eso ya no
vive tranquilo. Se ha inscrito en el gimnasio para alimentar su vanidad, quiere
un par de músculos que lo hagan ver más varonil y eliminar la monumental
barriga que se ha formado en su vientre. Es una soga con nudo doble y mal hecho.
Nunca va al gimnasio porque muere de sueño, de flojera, de desidia por su
propia vanidad. La casa donde vive, en una zona privilegiada, con comodidades
de acuerdo a sus expectativas, no es suya. Por lo tanto tiene que renegociar un
alquiler que ha sido bondadoso con él los últimos meses. Se ha acostumbrado a
la vista desde ese cuarto piso. A las
luces que se prenden solas al subir las gradas, generando un muy buena primera
impresión. Se ha encariñado con el closet enorme donde guarda la misma ropa que
usa año tras año. Se ha aplicado al camino de su cama al baño y viceversa. Ha
intentado negociar con el dueño, un tipo de modales afeminados que juega al
abogado y goza cual niño intentando cerrar un negocio a favor. Siente que puede
convencer a ese hombrecito delicado con su verborrea truculenta pero no cuenta
con el asesoramiento a distancia de su señora que al parecer lleva los
pantalones y dispone de sugerencias algo más agresivas y desfavorables.
Aparentemente vivirá un par de meses más por ahí antes de que sea desalojado a
la fuerza y arrojado a una zona marginal. Sus tarjetas de crédito han quedado
nuevamente inútiles para cualquier asaltante furtivo puesto que sus líneas de
crédito no muestran ningún tipo de atractivo (al igual que el dueño) quedando
de esta manera comprometido con más de una institución bancaria que por el
momento lo adora por los activos que produce y por una puntualidad aún
respetable para un moroso en potencia. Es prófugo de la justicia por lo que
conduce con un brevete cancelado producto de una indisciplina y la mala suerte acompañándolo
de copiloto. Ya ha tramitado los cargos en su contra pero no ha procedido con el
levantamiento de dicho castigo por flojera y ahora falta de dinero. Él maneja
igual intentando no encontrarse con ningún policía para no empeorar su situación
de delincuente fugitivo. Siempre intenta manejar también, el sencillo
correspondiente para una eventual coima salvadora, coima que se reduce a un par
de monedas y unas súplicas mal entrenadas. La mujer que más ama en la vida ya
tiene sus años y es víctima de los avatares del tiempo. Ya no sólo reconoce en
ellas algunas arruguitas en la piel, sino que también, ha descubierto que su
salud ha mermado un poco y teme que pueda complicarse. Él sabe que tiene esa
responsabilidad encomiable de velar por aquella dama de años copiosos e
intentar prodigar su felicidad como ella misma hizo con él años atrás. Por eso,
intentando remediar su descuido, la ha afiliado a un sistema de atención médica
igual de bueno que el suyo, para lo cual irónicamente, paga una prima mensual
considerable ahora que su economía ha mermado. Igual lo hace con todo el cariño
del mundo. Como es un tipo inconsciente, ha decidido huir de todas estas
preocupaciones y ha contratado un paquete turístico para fugar (aún más) a las
playas del norte del país. A un lugar donde sólo pueda echarse en la arena,
lucir su barriga descomunal, pedir toda la comida y alcohol que se le antoje (porque
todo está incluido), emborracharse para olvidar las preocupaciones de adulto y
dormir en la arena mientras cae el sol. Este joven del ayer ya no lee ni
escribe con pasión, qué pena. Ya no sonríe con la misma facilidad de antes
debido a un abandono por las cosas simples pero necesarias para ser feliz. Ya
no se toca con denuedo por las noches antes de sus oraciones ni frecuenta algún
bar bohemio vestido como le daba la gana que lo hacía sentir importante. Este
año se ha presentado como una especie de bisagra inesperada hacia el camino de
la madurez (supuestamente) y ha tocado fibras desconocidas. De pronto un apagón
lo sorprendió en medio de la calle y en vez de mirar el cielo y contemplar las
estrellas, intentó buscar luz artificial.