Eras
quizá, tan popular como el mismo fútbol, pero ni tú lo sabías. Y tu voz ya era
la voz de la selección, sin que nadie lo proclamara. No recuerdo una pena
compartida tan grande como ésta, que le duele hasta los que no saben nada de la
pelotita y sus encantos. Ese corazón
inmenso con el que palpitabas cada partido, te falló a ti, y nos falló a
nosotros. Convocado con exclusividad a un equipo santo, con partidos que no
transmite ninguna cadena, sin repetición alguna que comentar. Somos tan de
Peredo como tú de Farfán y quizá, no lo sabíamos. Y es que la noticia duele más
que la propia eliminación por diferencia de goles, en la mejor versión de una
selección que recuperó la fe. En un país de pocos buenos ejemplos, no sólo
fuiste uno, sino que fuiste el mejor. Cada nota, cada enlace, cada recuento que
te hace honores, es una patada a la canilla sin pelota. Veo tu foto, siempre
con una sonrisa, y no puedo creer lo inmortal que te habías hecho, lo querido
que te habíamos hecho, lo mucho que te echaríamos de menos si es que partieras
a otras canchas. No me imagino un partido de Perú sin tu voz. Ya me dolía que
el canal para que el que trabajabas no tenga los derechos para Rusia, y sentía
que era una obligación patriótica que te prestaras a la causa de seguir
acompañando a la selección a si fuera en otra casa televisiva. Créeme que tenía
la seguridad de que iba a ser así y que ningún otro relator hubiera puesto
objeciones, porque tu no transmitías partidos, transmitías emociones. El partido
que nos llevó al repechaje lo vi desde otro país, donde no pude escuchar tu
grito de gol, el: ¡La tocó!, ¡La tocó! que ahora repiten intentando minimizar
el vacío de tu ausencia. Ese simple hecho de no saberte en la narración me hizo
sentir de alguna manera incompleto, como un equipo con diez jugadores. Como cualquier
amante de fútbol no se imagina un mundial sin Messi, un peruano no se imaginaba
un mundial sin ti. Creo que más de uno escuchó la narración futurista, esa que
no será, donde con la emoción
acostumbrada comentas que tuvieron que pasar muchos años para darte el gusto,
para darnos el gusto de gritar un gol peruano en el mundial. Lanzando para el
recuerdo una frase con el regreso de Paolo (que seguro ya tenías pensada), para
invocar a la Mamacita de Jefferson, para pedirnos que paremos las orejas, para
abrazarnos los más de treinta millones de peruanos a través de tu relato, a
través de tu voz, a través del tiempo.
Con tu empuje, con tu corazón, con tu pundonor Daniel.
Vi a
la casa de la selección colmarse por una sola causa, ya la única no es la de la
selección. Escuché a colegas lamentar que se vaya el número uno, a niños
imitarte. Tu trascendencia te dignifica, te vuelve una gloria del deporte peruano
sin haberlo jugado, te convierte en leyenda. Estamos seguros que un gol más va
haber, y donde estés, desde tu cabina en el infinito, estarás gritando ¡Gol
Peruano!
Hasta
siempre Daniel Peredo…