Es difícil contar la vida, no hay como empezar.
Pero una huella en el alma, la cicatriz de una herida es un buen punto de
partida. Lamento no haberla conquistado antes, fui su gran amigo casi cuatro
años, y no me di cuenta lo perfecta que era para mí. Pero bueno, todo salió de
la nada. Éramos muy bohemios a pesar del trabajo y la relación larga que ella
mantenía. Nos divertíamos pensando en lo tontos que eran todos y nosotros no.
Lo llamábamos bullying. Recuerdo que salimos en grupo, fue todo casualidad.
Tomamos unas copas, sonreíamos más de lo normal. Fuimos a mi casa, ahí fue su
primera vez (conmigo). A pesar de lo linda que era rarísimo, yo nunca pensé en
sexo o en placer con ella. Luego nos encontrábamos en el trabajo, a veces un
poco avergonzados. En la calle andábamos en grupo relajadísimos; con los amigos
de siempre, como si todo fuera igual que antes. Alucinados en silencio por lo
que había pasado. A pesar de todo yo nunca creí que estaríamos. Pensé que todo
comenzó así y así iba a terminar. Tenía miedo, el presentimiento de que todo se
destruiría si lo intentábamos, pensaba mucho en ella. Ella no concebía las
cosas así o quizá yo no entendí. Decidió que todo debería seguir igual,
abandonar esa posibilidad, hacernos los locos. Horrible, quedé decepcionado.
Pero bueno, las historias de amor son así, con dolor y desorden lo acepté. La tranquilidad
y estabilidad son el final feliz de cualquier película, de cualquier libro.
Cuando yo estaba a la mitad del cuento, desubicado y con bastantes desordenes
en mi vida, decidí intentarlo, formalizar. Atreverme a llamarla, visitarla. O sea
decirle, no sé… ¿quieres estar conmigo? Tenía en ella una gran amiga, alguien
que me acogió en su casa con irreprochable amor. Cosas que no puedo explicar.
No recordaba quien había sido antes, ni lo guapa que había estado todo este
tiempo. En el fondo me encantó mi reacción. Decidí quererla y conquistarla, así
de simple. Iba a ser difícil, pero creo que finalmente lo conseguí. En verdad
todo fue un accidente mágico que yo jamás pensé. Lo último que quería era
quebrarle el corazón, borrarle la sonrisa. Ella se alejó un poco, quería darme
el espacio que tanto reclamaba. Le mandaba chocolates a mi madre y algunos
regalos por navidad. Me cuidaba con dulzura y preguntaba por mí. Pero yo
siempre algo loco, siempre en silencio. Con mi linda chica tuve una larga
felicidad de casi año y medio. Fue lindo, visité el norte del país, hicimos varios viajes. Me iba bien
en el trabajo, me iba bien en la universidad. Era espectacular todo, me sentía
encaminado. Sin embargo mi mamá se puso mal, subió el alquiler del
departamento, el trabajo se puso difícil, me fracturé la pierna. Entonces el
desorden y confusión regresó de nuevo y bueno, se acabó todo. Con esto descubrí
que la felicidad es una puta caprichosa; una puta que juega con nuestros
sentimientos y a veces por ningún motivo se deja montar. Llega un momento en
que ya, se aburre de ti y no quiere verte más. Ahora estoy tranquilo y
sosegado. Cogí el teléfono hace poco, quería saber que fue de la chica de la
que hablo desde el principio. Ubiqué algunas fotos en las redes sociales,
seguía trabajando en el banco, llamé a un amigo en común al que quiero mucho y
trabaja con ella. Le dije: - “Hermano qué tal, soy Leonardo… te acuerdas de
mí. ¿Qué fue de tu amiga, cómo está? – Él me respondió con respeto y sinceridad – Cómo, no
sabes… ella es feliz.” Fue una respuesta
contundente, entendí. Quedé consternado con la idea de perderla, completamente
arrancado de mi presente. Nunca me despedí de ella, nunca supe decirle
claramente que todo fue mi culpa. Ahora tengo clara la noción del amor y la
nostalgia que provoca el pasado. Esta lección todavía es para mí. Digan adiós si hay
que hacerlo, cierren su historia de amor, terminen su libro. Todo, en su
momento…
Testimonios de un tipo que no recuerda nada y lucha por no olvidarlo todo. Rastros de un camino recorrido, historias mal contadas. Prueba irrefutable de que viví.
jueves, 24 de abril de 2014
martes, 15 de abril de 2014
Te veo bien
Parece que el mundo te sonríe, te
veo bien. Por lo menos eso dicen las fotos que cuelgas en tu Facebook todas las
semanas, siempre en la misma discoteca donde ya pareces socios, siempre
acompañado de tus nuevas amiguitas y siempre algo despeinado, más feliz de lo
normal. Que bien te ha asentado el hecho de estar solo, de creerte el centro de
atención. Que bien te queda el papel del chico coqueto, bien arregladito, con
tu chupete en la boca, con tu sonrisa de galán de barrio. Es que siempre fuiste
así, bohemio. Siempre queriendo ser diferente, siempre creyendo tener la razón.
Desde que escogiste tu nueva vida no has descansado, me sorprende tanta lealtad
a esa discoteca de moda que concurres con fe religiosa. Te quejas de que no
tienes plata pero siempre te permites un par de cervecitas los fines de semana.
Y es que no son sólo los fines de semana, también un lunes o miércoles
cualquiera, estás en todas. Eres el chico de moda que siempre creíste ser sólo
que ahora te lo crees un poco más. Tu soledad amada no te inspira a escribir,
no veo que publiques seguido. Supongo que habrás devorado los libros que a mi
lado no podías leer y sobre todo, presumo que habrás encontrado todo eso que
perdiste en el camino y no te dejaba ser tú mismo. Te fuiste de la noche a la
mañana y así de rápido te reinventaste. A veces siento que todo lo que me
dijiste fue una mentira, una farsa para quedar bien, para no dejar que tu
popularidad baje. A veces creo que no fuiste sincero conmigo y simplemente
esperaste el momento justo para cambiar de aires, para acabar con tu papel de
niño bueno. Y es que eres así, un sobón coqueto que siempre quiere quedar bien,
que habla de lo correcto pero hace lo contrario, que nunca se equivoca. Yo bien
si te interesa, me reencontré con mi amigas, a las que no veía hace tiempo. Todo
encajó a la perfección; decidiste partir y ellas decidieron estar ahí, en el momento
indicado. ¡Bajé de peso! ¿Lo puedes creer? Ahora tengo cintura otra vez y mi
ropita ya me entra. Salgo, bailo, tomo y me divierto como hace mucho no lo
hacía, con gente que no veía, lejos de todo aquello que me contaminaba. No te
voy a mentir, a mí también me va bien. También tengo que aceptar, que
confesarte esto es darte un poquito la razón, la soltería nos ha asentado bien
a los dos. Espero que te dure, que aproveches tu juventud, que aguantes todo el
tiempo que puedas y que te diviertas con tu personaje favorito: “El chico
popular”. Espero que dentro de un tiempo nos encontremos y podamos conversar
sobre todo esto, sacar conclusiones sin mezquindad y llegar a conclusiones
sinceras. Espero que todo te vaya bien, porque sabes bien que no te odio, que
dentro de todo te guardo un cariño especial. Ten cuidado con el alcohol, no
tomes mucho. Come por favor, estás flaquito otra vez. Precaución con las
mujerzuelas con las que andas, no te vayas a enamorar y termines decepcionado,
porque todo da vueltas. Mejor no te enamores, no te enamores nunca. Si
encuentras el amor, no juegues con él. Llámame de vez en cuando, sé que seremos
buenos amigos. Por si acaso mi mamá no te odia, sólo te pide que no vuelvas por
acá. Saludos a tu mami, cuéntale que estás loco y que morirás en soledad. Arregla
los temas del carro y lo de la universidad. Por último, si ya cerraste tu
libro, guárdalo en esa biblioteca sentimental que tienes en tu frio corazón,
para que cuando tu otro yo, ese que se perdió, quiera reencontrarse, tenga la bitácora
de tu viaje a la soledad. ¡Éxitos!
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