miércoles, 7 de agosto de 2024

Herencia eterna

 

Un día más en la oficina con un sol hermoso entrando por el ventanal en un mañana cualquiera de junio. Hace un par de días atrás estaba muy lejos, en la “La ciudad de los vientos”, donde el frio nos ponía en las mañanas a menos 3 o 4 grados bajo cero. Las tuberías se obstruían porque el agua se congelaba (igual no daba muchas ganas de bañarse). Las granizadas sorprendían sumándose a las heladas temperaturas y los “pingüinos”, morían de frío.  No solo tenía que sortear los embates del clima, casualmente en mi estadía también tuve que lidiar con protestas. Hubo muertos y represión, se escuchaban balazos por las noches a pesar del toque de queda. Salíamos a trabajar a las 05:40 a.m. para laborar un par de horas antes de que los huelguitas se agrupen para iniciar protestas. La pasé muy bien. Regresé porque Dios lo tenía planeado, era muy complicado un retorno a  los 9 meses. Regresé porque el jefe máximo de mi división: Armando Jansen, una vez acabado todos los incidentes sociopolíticos, en un almuerzo exprés, escuchó nuestras historias con mayor detalle y se llevó algunos apuntes precisos en su celular. Uno de ellos hablaba de estar lejos de la familia y la labor como padre que uno cumple incluso a la distancia.

Mientras apreciaba los rayos del sol y valoraba como nunca su calor, interrumpe mis cavilaciones  de forma repentina un mensaje de la secretaria de Armando, que producto de los apuntes en su celular, me invita a participar en una transmisión a nivel nacional por el día del padre. Ella me realiza un simple pero demoledora pregunta: ¿Cuál es la mayor enseñanza que tu papá te dejó?

No pensaba en papá hace mucho, hace años. El dejó sus obligaciones cuando yo tenía un año, no había mucho donde buscar. Mis recuerdos más lúcidos de él acompañaban mis más tiernos años. Sus visitas esporádicas con el tiempo se hicieron aún menos frecuentes; no alcanzaron para dejar en mi memoria una enseñanza marcada que tuviera que acreditársela, que reconocerle. La pregunta simple fue demoledora y no pude responder, no puede encontrar una respuesta que esté a la altura de lo que se busca para el día del padre. No sabía cómo explicar que no lo veo hace trece años y qué de vez en cuando busco en los archivos para ver que en su documento de identidad no figure como fallecido. No respondí por falta de argumentos pero me llevé la tarea a casa con toda la carga emocional que me produjo.

Ezio siempre me espera despierto, intenta aguantar a pesar de que a veces llego muy tarde. Tengo la responsabilidad de ser el héroe de un pequeño de 7 años que ante la ausencia de mejores referencias, ve en mí súper poderes que no sabía que tenía. Su sola presencia me aterriza, me recompone, me libera de las responsabilidades de ser adulto. Ezio advierte mi presencia y corre a mi encuentro a toda velocidad con su pequeño cuerpo vestido de crema. A su corta edad, mi pequeño se ha vuelto un ferviente hincha de la , sabe mucho. Tiene presente sus resultados, el fixture, los nombres de sus jugadores y se sabe las barras mejor que yo. Cuando en las mañanas salgo de la ducha me espera fuera del baño y me canta: Sale el campeón… sale el campeón () y yo aplaudo al ritmo de sus cánticos. Ezio llega a casa del colegio y automáticamente busca su camiseta; gracias a Dios le compré la crema y la granate de visita porque de lo contrario, no nos daría oportunidad de lavarla. Grita los goles como si estuviera en el estadio, como se deben gritar los goles y yo me siento chiquito al lado de él. Lo veo vestido de crema y resuelvo todo. Ezio llega con todas las respuestas de la manera más simple y conmovedora. Yo soy hincha de la por y gracias a papá. Él me regaló mi primer uniforme crema con short incluido el cual como Ezio, no dejé de usar hasta que me quedó como calzoncillo. Me habló del gran “Lolo Fernández” y sus hazañas; de cómo rompía redes con sus zapatazos, del temor de los porteros ante sus cañonazos. Me inculcó la pasión más grande que tengo. Recuerdo llorar en el 98´ en la final ganada en el Nacional ante Sporting Cristal; la primera de las tres copas del tricampeonato. Lloré frente a un televisor en blanco y negro y con permiso de mi mami quien también crema, me alentó a expresar mi hinchaje. Y lloré también frente a un televisor a colores en el 2023 cuando campeonamos en la casa del compadre y nos apagaron la luz. Primer campeonato que Ezio pudo disfrutar. Lloré abrazándolo e incluso más que cuando él y/o su hermana Micaela (crema también) nacieron. Ser crema es algo de lo que tengo uso de razón desde siempre, nací y ya éramos los más campeones y esa condición a la fecha no ha cambiado, 37 años después. Guardo en mi memoria tantos buenos momentos que incluso ya tengo con quien compartirlos hasta el final de mis días.

¿Cuál es la mayor enseñanza que tu papá te dejó? – la pregunta que no respondí a mi jefe y que quedó como tarea. – La respuesta: hacerme hincha de la . Enseñanza, papá; que ya compartí con tus nietos.

Felices 100 años Universitario de Deportes. Gracias por ser parte de mi vida, de mi familia y de mis futuras generaciones.


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