He de confesar que estoy triste;
amarte a ti nunca fue fácil. Hoy soñé despierto, nunca tan lejano de la
esperanza ni tan cercano de la convicción. A pesar de haber sufrido tantas
veces por nuestros tropiezos, y de haber ganado tanta experiencia por esas
cosas que siempre fortalecen, hoy una penita insidiosa, punzante, sincera, me
invade en medio de la tranquilidad de la noche. Decoré mi casa con tus colores
y me adorné yo también, convencido de
todas las alegrías, con todos los boletos comprados para vernos felices. Pero
no pudo ser, esta vez no fuiste tú, no fui yo; esta vez aunque suene mil veces
trillado, fue el destino que sigue llenándonos de experiencias poco agradables
para terminar de hacernos fuertes, para pulir expectativas. Pero como dice la canción: amores que matan,
nunca mueren. Yo he decido no morir de amor, porque de otra no me queda. Porque cuando el amor no tiene cura, no
queda más que seguir amando, aunque en ello, se nos vaya la vida. Entonces,
cada vez que te vea, vestiré los mismos colores. Cada vez que se entonen tus
notas mi mano encontrará mi pecho. Cada vez que te caigas, nos levantaremos
juntos. Y cada vez que nuestro amor entre en penumbras, y las dudas de siempre
vuelvan a asomar, y los mal intencionados encuentren un motivo para lastimarte,
nos agazaparemos en el tiempo para buscar una
nueva oportunidad de ser felices, juntos, siempre juntos. Soy el amante
maldito que aún cree en nuestro amor tórrido y tormentoso. Soy todavía el
esclavo de tus caprichos, pendiente de tus momentos. El enamorado eterno, sin
arrepentimientos, sin excusas tontas, que hoy sufre orgulloso de su dolor, de
nuestro dolor. Los amantes malditos, como yo, como muchos otros que andan
detrás de Ud., he de sufrir de amor. Nos volveremos a ver, y será como la
primera vez. Dormiré con mi tristeza, pero orgulloso de mi amor por ti. Hasta
que mi corazón se canse de latir, y quizá un poco más de aquella posibilidad:
Te Amo Perú...
No hay comentarios:
Publicar un comentario