jueves, 14 de mayo de 2009

Soy una nena

¿Por qué es tan difícil robar un beso? Definitivamente hay gente que nace con un don, con la facilidad de lograr algunas cosas sin pensarlo. Ser galán no es lo mío, ser un ganador con las mujeres es para mí como dominar la química. Me pregunto en qué puedo ser bueno. Hasta hace un par de semanas atrás pensé que lo mío es definitivamente el ocio, el dormir todo el día, en ganarme la vida probando colchones, ser un crítico del sueño. Eso pensé hasta que me atacó un insomnio criminal que aún no me deja dormir. Paso noches enteras escuchando música, pensando en nada, mirando la oscuridad. – No sirvo ni para dormir – pienso en aquel auto donde voy de copiloto, donde me siento una nena porque es Chana quien maneja. Cuando llegué a casa la vi ahí, esperándome apoyada siempre regia, con su cabellito rubio con olor a niña buena, con ese look tan particular; la vi apoyada en su carrito antiguo imaginando que debo de ser yo quien tome esas poses y la pase a buscar. Maneja muy segura de sí misma, olvidando por un momento que es la mujer más distraída del mundo. Ella toma el papel de galán y me lleva a un mirador alejado de la ciudad, con vista a un área verde maravillosa, a un río esplendido que fluye sin complejos. Estamos solos y yo cumplo el papel de nena a cabalidad: me emociono, se lo hago saber y ella, aprovechando las circunstancias, pasa su brazo por encima de mi hombro con la seguridad de saberse ganadora. Aquel atardecer, en aquel lugar de paisaje sublime me empieza a asustar. Me saltan ideas terribles: la veo acercándose dulcemente, sigilosa, esperando un descuido mío para clavarme la primera puñalada, y así, una tras otra sin piedad, acompañadas todas de una risa maliciosa, enfermiza, que también acompaña el momento en que me entierra a orillas de aquel río cómplice de sus atrocidades, aquel río que observé maravillado hace unos minutos. Me entierra junto a los demás cuerpos, los cuales ha coleccionado con el pasar del tiempo. Todo pasa por mi cabeza rápidamente mientras la veo acercarse. – Tengo frío, mejor nos vamos – le digo nervioso mientras ella ríe suspicaz. Ahora me lleva a su casa, me trata como una reina. Deja el auto bien estacionado en su casa, para que su papá no sospeche nada. Salimos. Vamos a comer por ahí, a conversar, a coquetear descaradamente; siempre ella como cazadora y yo como víctima; ella como el galán conocedor de los métodos, palabras y miradas que invitan al delirio pasional; yo me siento un conejito, una virgen acosada deseosa de ceder al pecado. Regresamos a su casa en la parte posterior de un taxi pequeño e incómodo; mi cabeza apoyada en su hombro, como una chica enamorada. Le digo: - soy una nena – Ella sonríe y me pasa el brazo por encima del hombro nuevamente. ¿Por qué es tan difícil robar un beso incluso cuando se sabe que será correspondido? Yo no soy el galán que quisiera ser, no lo soy ni en sueños porque no puedo dormir. Soy una nena que entre los brazos delgados de Chana se siente seguro, querido y misteriosamente feliz.