domingo, 8 de octubre de 2017

Promesas pendientes

Aquel almuerzo pendiente desde hace varios años atrás, debido a una apuesta tonta que perdí por terco, por afanoso de mi mala memoria, por creer que siempre tengo la razón. Esas veinte luquitas por el doble o nada que aceptaste después del primer partido que me ganaste jugando play station; un segundo partido que sacaste adelante por suertudo, por una falta mal cobrada y después de que todo el partido estuvimos metidos en tu arco. El viajecito pendiente que nunca encontró fecha de pago, que nunca coincidió con mis vacaciones o presupuesto económico. Empezar de manera definitiva el gimnasio este lunes, sin falta alguna, sin más excusas, ni peros, ni postergaciones de último minuto. No volver a tomar más, o por lo menos hasta estos extremos, que provocan resacas épicas. Llegar a la hora acordada y no hacerme el loco una y otra vez como si nada de nada pasara. Ese bebé planeado con tanto amor, con nombre en caso sea niña o niño. Sacar al perro al parque todas las mañanas, por lo menos media hora diaria, de paso yo también hago abdominales. Comprar los muebles nuevos que mi gata destruyó debido a que anda estresada en la nueva casa, pero no es culpa suya, los espacios son muy reducidos para su gusto. Cocinar los fines de semana, todos los fines de semana a partir de la fecha. No volver a comer de noche y tomar por lo menos dos litros de agua al día. Leer ese libro postergado casi dos años, en la misma página 53 que no puedo derrocar. Terminar mi carrera, aquella que le prometí hace unos años atrás acabar a mis padres quienes me recuerdan que sin el título no se va a ninguna parte, que el tiempo pasa y después las empresas no van a considerarme por mi edad. Ir a misa los domingos, por lo menos dos veces al mes con confesada de por medio, eso me hará vivir en paz. Ir al dentista otra vez, aunque que quede claro que no me duele ninguna muela. Pedirle perdón a papá por chocarle el carro, y si, estaba borracho. Aprender a manejar bicicleta. Comprarme una nuevas zapatillas para jugar fútbol, porque las goleadoras de ahora, aunque siguen igual de efectivas, no son las mismas; ya se ve mi dedo gordo. El viaje a Europa que tantas veces soñé y terminé desbaratando por miedo a los yihadistas. Dejar de vestirme con esos colores tan llamativos los cuales mis amigos repudian. No mentir. Ser más tolerante. No comprar cosas que no necesito. Aprender a tocar piano. Inscribirme en clases de salsa. No volver a llegar tarde. Decirle a la chica que me gusta si quiere ser mi novia. Cambiar mi sentido del humor tan tirado al sexo (¿queeeé?) Tener el valor de decirle que esto ya no funciona. Pedirle perdón por la vez que la hice sentir tan mal y llevarla a las lágrimas. El tatuaje que tanto miedo me da. ¿Quieres casarte conmigo? Empezar a ahorrar. Tomar esa pastilla que me hagan dormir para siempre. Raparme el cabello. Hacerle el baile sensual que siempre he querido hacer. Dejar esta mala vida. ¡Ser feliz!

Cualquier promesa que hayas hecho, cualquier pendiente postergado por iluso, por cada vez que hayas relacionado tu error y/o derrota con el pago de una apuesta mal pactada.  Llegó la hora de honrar tu palabra por el: “cuando Perú llegue al mundial” con esa sonrisita burlona. A partir de este martes 10 de Octubre y con la mayor de las alegrías y júbilo reprimido en nuestra conciencia, pagamos todos, pagamos todo. ¡Perú a Rusia 2018!