miércoles, 17 de diciembre de 2014

Sin rencores baby

Poco hombre, eso eres. Crees que no le haces daño a nadie y juegas con todo el mundo. Claro, te escondes tras esa sonrisa burda, tras esos modales que te inventas para quedar bien. Acostumbrado a cumplir tus caprichos, con tus aires de príncipe miserable, dueño de la situación. Vives solo, y te crees autosuficiente. Manejas un carro viejo y crees que todos quieren subir a acompañarte escuchando esa música aburrida que escuchas, esa música que nadie aguanta, como a ti mismo. Vives en una zona privilegiada de la que en cualquier momento te botan. Te crees el leído, el culto, el ser superior. Porque haces los mismos pasos de baile hace varios años crees que bailas como nadie y porque el cabello se te esponja crees que no se te nota la calvicie. Hasta cuándo crees que podrás engañar a toda esa gente que te mira de lejos como si fueras un extraterrestre. Porque trabajas en un banco ganando dinero para repartirlo por el mal manejo que sigues teniendo de tus peculios crees que todo tiene precio y te das los gustos de divo falso. Juras que estás en el top tres de todas tus relaciones y que ninguna de las chicas con las que has estado te ha olvidado del todo. Vanidoso como nadie, con una humildad mentirosa. Egocéntrico asqueroso, el mundo jamás giro alrededor tuyo. Quieres vestirte diferente y la mayoría de las veces terminas como payaso. Un problemas psicológico, eso tienes mal hombre. Quieres llamar la atención de todo el mundo para darte cuenta que estás ahí, que existes. Has tenido el privilegio de andar con chicas guapas, bonitas. Muchas de ellas ideales para casarte, para ordenar tu vida, para tener algo tangible por lo cual pavonearte, por lo cual creerte; pero ni eso. No supiste aprovechar la suerte que te acompañó. Y sigues haciendo lo mismo maricón de mierda. Sigues mostrándote lindo, amable, educado. Todo hasta que te aguanta la paciencia, hasta que te aburres de la situación como si fuera una película vista mil veces. Ahí, en ese momento de la verdad, te muestras como la basura que eres, como el escarnio de persona que en verdad eres. Pero sabes, todo da vueltas, todo se acaba. Ya tus tácticas son obsoletas. Ya tus ganas son menores. Ya tus fuerzas han mermado. Ya no eres el tipo interesante, has perdido factor sorpresa. Todos saben de tu fama de gigoló trucho, de trepador de piernas, de galán ardilla. Nadie se atreve a quedarse con el paquete en que te has convertido. Y no te digo todo lo que te digo por encono, por bronca, por venganza o despecho. Te digo esto porque en algún momento confuso te quise y siento la ligera responsabilidad de intentar hacerte abrir los ojos, de decirte la verdad para ver si en ese cerebro vanidoso y egoísta alguno de tus personajes patéticos logra captar la idea y jubilarte de esa vida mundana, de esas costumbres insanas que te hacen el tipo más enfermo que he conocido. Y ahora que estamos en el momento sincero del día, déjame acotar que tus chistes no me daban risa, que besabas fatal, babeándome toda. Que tenía que aguantar tus movimientos raros cuando querías parecer un actor porno. Que me aburrías y que la tenías chiquita. Espero tomes a bien todo esto porque no es por maldad. Por lo menos que te dignes a leer esta misiva. Si por ahí todavía te alcanza la suerte y logras conseguir a alguien que te quiera, así no sea la que buscabas, así no esté a la altura de tu linaje perverso y etéreo, sientes cabeza y te dejes querer. Porque sabes, eso es lo que te falta, cariño. Serás víctima de tus propios actos, de tus propias decisiones. Y reza porque el karma sea un mito, de lo contrario te tocará sufrir los años que te queden. Príncipe de la nada, en tu reino te quedarás solo. Anda preparando tus memorias, para que en un silencio mortuorio, leas despacito lo que hiciste y entiendas, el porqué de tu abdicación.