martes, 14 de mayo de 2013

Los que duermen




Siempre he tenido sueño, siempre tengo sueño. Cualquier época del año es buena para invernar. En épocas donde entendía que una buena manera de olvidar las cosas, curar enfermedades y encontrarme a mí mismo era dormir, no despertaba antes de las once de la mañana. En esas épocas mozas donde vivía feliz no era tan difícil leer, escribir, sonreír y soñar (literalmente soñar). Esta semana, en que decidí olvidarme de todo, he vuelto a probar de aquel afecto por las almohadas, de aquella dependencia del colchón. He regresado a las buenas costumbres de entregarme a Morfeo sin mirar el reloj, sin ser esclavo de ninguna alarma ni cualquier preocupación que me obligue a levantarme de la cama y salir a las calles donde las cosas siempre son más peligrosas. En una semana recobré lo que no ejercitaba hace un muy buen tiempo. (Porque dormir para mí es un ejercicio por el cual pude haber destacado y ganado alguna olimpiada si se premia esta competencia). Por problemas existenciales que me obligan a trabajar es preciso levantarme a las siete y cincuenta de la mañana como máximo para asistir a mi centro laboral. Es preciso también estar lúcido después del baño por lo que tengo que conducir mi humilde vehículo. Es un trauma diario despojarme de las sábanas, abandonar mis almohadas recientemente babeadas y despreciar ese calorcito acumulado toda la noche anterior. Y desde que practico este mal hábito de evitar la felicidad plena, he mandado a un sueño profundo, eterno,  oscuro a algunos personajes que habitaban en mí. Está en estado de coma profundo aquel jovenzuelo que acostumbraba tomar por asalto uno que otro libro al mes y entregarse al buen arte de la lectura. Ha sucumbido al olvido el muchacho que producto de una buena lectura, veía a bien intentar escribir y subir sus impertinencias a un blog que es por ahora el cementerio de sus recuerdos. Se ha perdido sin dejar rastro el chico que jugaba fútbol, que gambeteaba algo más que oponentes para conseguir el objetivo del gol del triunfo. A quedado postrado el noctámbulo afiebrado que intentaba encontrar de noche todo aquello que de día había sido esquivo. Ha pasado a mejor vida el niño que soñaba, que soñaba sin necesidad de dormir. Estos y algunos otros que ya no recuerdo figuran en una lista resignada de personas desaparecidas, las cuales esperan un milagro o un programa televisivo que les permita retomar sus sueños y ser encontrados. Es importante mencionar que todos los personajes citados fueron vistos por última vez de noche, cerca de mi cama, con ropas ligeras y no dejaron huellas antes de partir. Corresponde reconocer que soy el testigo más importante si es que se iniciara algún tipo de investigación, por lo que guardo total compostura ante cualquier declaración porque podría ser usada en mi contra. A estos muchachos nadie los ha reclamado, por lo menos no con denuedo; pero cabe mencionar, que a pesar de sindicarme como autor intelectual de sus desapariciones, soy el que más los extraña. Esta semana han venido a mi cabeza uno por uno, con detalles importantes y cruciales si es que se intenta encontrar por lo menos sus cuerpos sin vida. Han venido a mí especies de epifanías con respecto a sus paraderos. He decidido adentrar en el bosque frondoso de mis sueños para buscarlos, para intentar rescatarlos; para darles descanso eterno si es que han fenecido. He decido aumentar las horas de búsqueda y dormir lo que sea necesario para dar fin a esta noble causa. Es preciso reconocer que los dones que han sido brindados por algún Dios misterioso, si han sido dominados, no se pierden del todo. Yo pude haber sido medalla de oro durmiendo, pude haber obtenido alguna distinción importante si es que se diera por esta competencia, arte sublime que significa babear abrazado a una almohada, en estilo fetito acurrucado en 5 metros de frazadas, sin obstáculos. Alguna vez fui feliz plenamente junto a los muchachos que hoy intentaré rescatar del olvido. Alguna vez fui una mejor persona cobijado por sábanas redentoras a las que hoy convoco. Alguna vez soñé delicioso de noche para poder soñar también delicioso de día. Soy un mejor tipo cuando duermo, lo he descubierto. Estoy pronto a rescatar de un sótano oscuro y desolado a unos muchachos que han sido secuestrados por el tiempo y aunque muchos dan por fallecidos, todavía hay gente que los espera: yo. Es momento de dormir…