Hace tiempo no me querían tanto, hace tiempo no me sentía tan
querido. Es mejor aprender en el camino, en la práctica. Tú la mejor maestra. Puedes
devolverle la fe a cualquier ateo proclamado, la epifanía de tu sonrisa lo
puede absolutamente todo. Tu paciencia divina para conmigo, tus maneras amables
y comprensivas, tu dulzura hasta cuando me llamas la atención, hizo que yo te
amará tantas veces y de tantas formas que no salía del asombro, como un orgasmo
múltiple por primera vez. La percepción
de chica linda te la ganaste hace seis años atrás aproximadamente, cuando muy
gordita tú, llegaste a esa oficina mágica de donde rescato a varia gente buena.
Poseedora de una fuerza de voluntad única, que hace que comiences una dieta
todos los lunes o tu proyecto de vida que siempre tomará forma dentro de dos
años. Siempre alegre, siempre buena, siempre tú. Fuimos buenos amigos aunque salimos poco a
pesar de tus innumerables promesas de avisarnos más ratito. Luego de tanto
tiempo y camino recorrido soy yo el que
te promete cosas, el que no las cumple. Quien nos haya visto de la mano de
repente, ha de haber entrado en una confusión tan compleja, que todavía debe de
estar perdido en el laberinto de la razón. Pues claro, tú la chica del eterno
enamorado y yo el eterno enamorado sin chica. Pues ambos ahora caminaban de la
mano felices aunque sin saber a dónde iban. Yo iba tu casa, veía a tu Mamu (como
la llamas de manera genial) y me alimentaban como el huerfanito engreído que
era. Tu abue, tu familia entera y la pequeña Lela, de la cual también me
enamoré estando enamorado de ti. En verdad encontré la familia que nunca tuve
gracias a ti, porque compartiste conmigo la razón por la cual eres tan linda,
por la que practicas tan buenas costumbres; compartiste conmigo lo que más
quieres, tu familia. Entonces entendí que no sólo eras una buena amiga, una
buena enamorada, también auguraba en tu destino el premio a la mejor mamá.
Tienes tanto amor contenido dentro de ti, que en la primera visita que hagas a
Venezuela, arreglas todo. Pero a veces uno no sabe qué pasa, busca respuestas a
preguntas que nadie hace y como me ha pasado en otras oportunidades, por el
temor de arruinar todo, por esa sensación de estorbar en vez de ser requerido,
por esa insana manera de pensar que me llevará a dormir debajo del puente de la
soledad, hui. Y ahora en mi cabeza, a pocos días de aquel funeral insulso,
cargo en mi memoria una foto tuya como un soldado que va a la guerra. No sé a
qué guerra voy, yo que siempre he sido tan pacífico y maricón, pero sé cuál es
el destino de los que asoman a los campos de batalla. No pienso en nadie que no
seas tú, y no hay nadie que ocupe el lugar que te pertenece por motivos
supremos. Pero debo admitir que es delicioso extrañarte como te extraño y
sentir esta pena pasajera que me hace sentir vivo de manera diferente y me
recuerda que tan miserable soy y no maquilla mis defectos detrás de tu sonrisa
mágica y resplandeciente. Todo está intacto, tu foto al lado de mi cama, tu
nombre en mi celular, lo que siento por ti y es más, las cosas que planeamos.
El tiempo se encargará de hacerme entender que soy un canalla egoísta y que por
temas de preservar los sentimientos nobles y las buenas costumbres, es necesario
aislarme. Yo siempre tan racional con lo demás, tratando de adelantarme a lo
que piensan y poniéndome en su lugar a modo de empatía para entenderlos y no
juzgarlos. Qué pena que me cueste tanto conmigo, que no sea empático conmigo
mismo y por ende, no pueda ayudarme. He aprendido a querer el perfume que lleva
el dolor (como dice Fito), y no puedo compartir ese aroma con la gente que
quiero porque no disfruto con el sadismo ajeno. En verdad confieso que no me
sentía tan querido hace mucho tiempo, muchos años, tan querido en cantidad y
calidad. Una catarata de cariño el tuyo, con el amor más cristalino que he conocido
en esta ciudad (y es que de la ciudad de la que vengo, tengo como referencia a
mi Sra. Madre) Ahora puedes dar fe de que este loco alegre está loco de verdad
y de que su alegría llevaba tu nombre. Jamás podré alejarme del todo de las
personas como tú, de ti. Y para mala suerte tuya esta no es una carta de despedida,
es simplemente el descargo ilógico y sin sentido de un hombre que en medio de
la fiesta, en la hora loca, se paró, miró a los invitados y sin más ni más
dijo: hasta mañana.
Testimonios de un tipo que no recuerda nada y lucha por no olvidarlo todo. Rastros de un camino recorrido, historias mal contadas. Prueba irrefutable de que viví.
miércoles, 26 de febrero de 2014
martes, 4 de febrero de 2014
Hermanito menor
Siempre tomas poco, te emocionas
igual y te embriagas mucho. Me visitabas junto a un colega nuestro en el arte
de libar, me visitabas en aquel cuarto que a veces hacía de cantina encantadora
un sábado por la tarde cuando no había nada mejor que conversar. La computadora
vieja comprada de segunda mano, con más virus que archivos facilitaba canciones
guardadas, canciones que coreábamos e inmediatamente venía un recuerdo que
llevaba a otra canción aún más melancólica (sin ser esta una balada).
Comprábamos una damajuana de vino barato que no sabía pronunciar y lo
mezclábamos con una gaseosa local para dosificar el mal sabor. Litros de
sangría asesina que más que un veneno para la salud era un remedio para
nuestras almas cansadas con tan poco trajín. Tú casi siempre complicándote la
vida por una loca que al principio era guapa y terminaba como la más puta. La
sonrisa extraviada te delataba y sabía que las copas habían trepado tus casi
dos metros. Aquella guarida donde sólo entraba mi cama y algunas otras
chucherías era un campo de batalla de techo chato. Un baño generoso que nos
invitaba a desintoxicarnos un poco. Baño donde te encerraste a llorar alguna
vez alguna de tus desaventuras. Aquella noche te arrojé por la pequeña ventana
de las gradas todos mis calzados con muy mala puntería. Tuve que hacer alarde
de una delgadez extraviada como aquellas tardes para sacarte no sé cómo.
Contigo probé mi primer porrito, también el segundo y el tercero; donde recién
conocí otros planetas y giré y giré en una rueda mágica que no supe parar por
lo que reparé en no subir más. Aquella noche en que vestía un terno viejo,
visitamos un parque desolado con un par de cómplices bienintencionados y me
velaron en el jardín. Mis penas nunca fueron más grandes que las tuyas, y las
pocas veces en que entristecí a tal punto de tener que compartirlo, me reponías
porque te acordabas de alguna de las tuyas y tu llanto siempre fue más
desmedido que el mío y pasaba de la pena al consuelo ajeno. Precisamente
afianzamos lazos en uno de tus cumpleaños, donde me presentante personas raras
que hoy por hoy también son mis amigos. Tomaste mucho, y saliste en pijama a
morder tu torta y despedir a los invitados. Fanático de mis “jugos churreteros”
como cariñosamente bautizaste. Viajes anecdóticos a la playa, Bolivia y a una
laguna cercana, donde nuestra nacionalidad desvariaba y generalmente pasábamos
a ser argentinos (porque el dejo cubano no me sale bien) y la gente nos creía. Anécdota como aquella vez en la farmacia del
Colca, donde pedías pastillas para tu dolor de cabeza por la altura y yo
irrumpiendo cariñoso, tomándote de la mano por sorpresa y pidiendo condones. Te
querías morir y todos nos reíamos. Fui culpable de algunas de tus relaciones
amorosas, todas infructuosas y terminadas en escándalo, por lo menos para ti.
He decidido no involucrarme en ese tema debido a los daños ocasionados y con la
plena seguridad de que solito haces un trabajo terrible y no necesitas de mi
apoyo. Las caminatas por los mall para que te compres ropa, donde sólo te
acompañaba y salía con dos bolsas de ropa que escogiste para ti pero te quedó
chica y la compré yo. La poca ropa que te comprabas la llevabas a tu casa
diciendo que era ropa que no me quedaba a mí y cogías como regalo, sabiendo que
me triplicas en tamaño y peso. El concierto de Arjona al que no querías ir y
terminaste llorando en el piso. Las tareas que te dejaba cuando ingresaste al
trabajo y te tonteaba en todo una y otra vez para beneplácito de mi sentido del
humor. Tus palabras de despedida por mi ascenso y el momento más gay de mi
vida. La cena romántica que me ayudaste a organizar y tu personaje afrancesado
y divertido. La escolta en pijama a un duende en navidad. Los malos momentos
ocasionados por cosas que tienen que pasar aunque a veces no queramos. Las
mudanzas en que me ayudaste. Los consejos que me diste como experto y asiduo
visitante de los baños de los mall. Tus primeros días manejando que todavía no
son mejores que los actuales. Las miles de fotos que tomas donde todos salen bien
(porque tienes el don) pero igual borras porque crees que tú no (¡marica!)
Aunque últimamente el tiempo transcurrido nos ha moldeado a su antojo y las
cosas no son iguales, a pesar de tus quejas interminables y tu “modo nena”.
Entrando en detalles como que vivo con el enemigo o que mi alpinchismo te es
insoportable. Entenderás cuando leas esto (si es que te enteras animal) que no
eres una aventura (ja). - “A las personas buenas le suceden cosas buenas” – y
es por eso que a pesar de cualquier vicisitud o etapa en la que andemos, a
pesar de que cumplas los años que cumplas y sean estos más que los míos,
siempre terminarás siendo ese hermanito menor al que tengo el deber y orgullo
de cuidar. Sabes que siempre contarás
conmigo, no como primo (por obvias razones) sino como tu hermano mayor. Feliz
Cumple pequeño JC.
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