lunes, 23 de abril de 2012

Por buen tipo

Siempre me gustó lo fácil, no me agrada nada que me exija algún tipo de esfuerzo. Ser el bueno para mí no es tan agotador; sólo tienes que decir gracias, permiso y por favor con una sonrisita coqueta y quedarás bien en todos lados. Mamá me enseñó desde pequeño modales que guardo inconscientemente. Me enseñó que es importante el amor al prójimo, que respetos guardan respetos y en general, que trate a la gente como me gustaría que me traten. Nunca me he peleado con nadie. Nunca he tenido un ejercicio belicoso que me permita dar un par de buenos golpes o que me resigne a recibirlo. Seguro me han privado de un par de buenas tundas porque me veían como el chico buena gente, de modales afeminados y de agallas chatas. Un tipo hablantín que de vez en cuando dice algo chistoso que maquilla el momento o de palabras apaciguadoras que devienen cualquier riña. Nunca he intentado llevarme bien con nadie, porque no es de mi interés ser el amigo ideal. No vengo haciendo ningún tipo de campaña política que me obligue a dar besos y a repartir cariños. No soy embajador de la UNICEF ni promuevo una campaña que proteja a los animales en extinción. Lejos de eso, tampoco soy el más irritante ni el tipo que jamás invitarías a tu fiesta. No soy tan buen tipo ni intento serlo, pero al parecer hay gente que me ve así y algunos otros que intentan aprovecharse de las bondades que mi madre (sin saber el daño que me hacía) a cultivado en mí. Me he dado cuenta que estoy cansado de ser un chico bueno, que me he aburrido de ser discretamente correcto. Creo que sólo los faltos de valor son buenos tipos. Los chicos buenos (insisto que no me considero uno, me han propuesto como tal) no llegan a ninguna parte que no sea el cielo, y todavía no estoy seguro de que exista ni tampoco de haberme ganado algún metro cuadrado. Es probable que algún chico bueno esté reservando sus malos hábitos para encaminarse al paraíso sin saber que uno malo pagará una buena coima y obtendrá un sitio privilegiado. Es probable que un buen tipo se pase la noche en vela estudiando para sacar un veinte en el examen y el que copia termine siendo su jefe. Es probable que siendo un buen chico termines encontrando una buena chica que terminará acostándose con tu amigo, el que tiene la fama de mujeriego y vividor. Es que seamos sinceros, el chico bueno no tiene ventaja en la vida sobre aquel malandrín que ve todo a broma he intenta siempre sacarle la vuelta a todo graduándose de pillo y creyendo que si atrasa a todo el mundo es porque es aventajado. El bueno pide permiso e intenta ejecutar. El vivo dice la puntita nada más y te la encaja toda. Me he cansado de respetar las reglas, me he aburrido del romanticismo absurdo de intentar hacer lo correcto. Me he fastidiado de no sentir ese morbo de ser atrapado, de sentir la adrenalina de lo prohibido. Algunos otros me creen muy malo y hablan de mí como si fuera un mito sobre el pecado, luego me saludan con cariño. Agradezco la fama gratuita que me hacen, de darme cierto aire de zorro astuto. La verdad es que soy un vivo monse,  un Tarzán de maseta, un galán de barrio. Me encantaría “meter poco floro”, prometer el cielo y las estrellas con tal de lograr mi propósito, que ciertamente no será un beso. Me encantaría pelearme con todo el mundo en la puerta de la discoteca y romper un par de tabiques y abrir un par de cejas (sin es con botella vale doble). Me gustaría tan siquiera besarla a la fuerza sin importarme nada más que el momento; total, si no me quiere ver mañana, mejor. El buen tipo generalmente está siempre para todos y si pasara lo contario se excusaría antes. Los demás te prometen que llegarán primero y nunca llegan, luego te hablan como si nada hubiera pasado y nunca tocan el tema. Si fuera la mierda que quiero ser podría guardar algún tipo de rencor y planear una venganza que seguro entretendría mis días y una vez concebida, me alegraría la vida. Me gustaría probar del sabor que provoca la cizaña. Mataría por matar; por decir a espaldas tuyas y también mirándote a los ojos que eres un: maricón, puta, cojudo, cachuda, inútil. Ser buen tipo te condena a recibir más que a dar. Te hace susceptible ante cosas que en verdad no tienen mayor valor. La calle es una selva de cemento y cual cadena alimenticia si no eres depredador eres la presa. Me he dado cuenta que el mundo a veces también me apesta, que me hostiga la idea de vivir muchos años más y más ahora que vivo como adulto. Los buenos tienen paz, los malos fiestas; la vida es muy corta para andar en paz y muy tenue para no meter un  poco de bulla y armar una buena jarana. Me cansé del rol que he cumplido durante este tiempo, regalando sonrisas y ofreciendo una mano que fue mordida más de una vez. Intentaré odiar, planearé venganzas, mentiré mirándote a los ojos. Las reglas están hechas para romperse. Normita está para violarla. He decido tomar de aquella cicuta que matará las buenas costumbres e intentará darle un descanso merecido al buen tipo que me he cansado de ser. Al final, la mierda huele igual, sea de príncipe o sirvienta.   

miércoles, 11 de abril de 2012

La espía del sur

Sólo me preguntó la hora cuadras antes de llegar al terminal. Noté inmediatamente que esa chica de prendas ligeras que estuvo escuchando a todo volumen música variada y que se la pasó escribiendo en un cuadernito y mirando la ventana, era chilena. Subió rauda al bus de regreso a Arequipa y se sentó a mi lado, nunca más giró la cabeza a la derecha hasta que me preguntó la hora. De rato en rato sacaba un cuaderno y empezaba a escribir desordenadamente. Tuve la intensión de conversarle antes pero la vi tan ensimismada que dudé en hacerlo. Sólo la observé de rato en rato escribir, quedar pegada al paisaje y dormir. Sus prendas cortas llamaron la atención desde un principio, y la miraba de rato en rato para descifrarla, pero también cedí al sueño. – Una y media - le respondí torpe, sorprendido de que me converse después de que ignoró al mundo por casi seis horas de viaje. Se volteó nuevamente hacia la ventana y le pregunté de qué parte de chile era. Ahora ella volteó estupefacta y esbozó una pequeña sonrisa respondiendo con otra pregunta: - ¿Cómo sabes que soy chilena? – Conversamos esos minutos que faltaban para llegar al “Terrapuerto”, palabra que ella nunca había escuchado en su vida y de la cual se burló siempre. Me contó que viajaba sólo para conocer, que se estaba dando un descanso. No conocía nada ni a nadie, no sabía qué comer, a dónde ir ni dónde quedarse a dormir. Yo estaba aburrido y sólo, así que la invité a almorzar, a acompañarla para que no se pierda y no me deje perdido en la rutina a mí también. Jamás tomo la iniciativa, siempre he sido el tonto que sonríe y asienta, nunca incita nada. Esta vez intenté ser sutil y traté de inspirar confianza, porque la verdad, ya no se puede confiar en nadie. Ella sonrió y quizá pensó que quería ligar, quizá no se equivocó; no lo sé. César, mi amigo entrañable llegó con Mariela, su enamorada. Me visitaban como lo saben hacer cada cierto tiempo. Los llamé para que la chilena loca que viaja sola no se sienta incomoda con mi presencia. - Cota, así me llamo – nos dijo a todos. Cota se explayó con naturalidad y rápidamente nos hicimos amigos los cuatro. Fuimos a comer a una cevichería que dejó a la comida peruana muy en alto. Pedimos de todo, comimos de todo. Cota parecía peruana, comió todo encantada. Tenía el ritual de tomar una foto a cada plato antes de que no quede nada, y preguntaba con curiosidad de qué estaba hecho y cómo se hacía. Almorzamos delicioso mientras que Cota apuntaba todo en esa libretita misteriosa. Con César llegamos rápidamente a la conclusión de que aquella chilena de aires risueños, era una espía que estaba con la misión de robar información sobre uno de nuestros mayores baluartes, la comida. Ya en confianza Cota nos hacía referencia a los partidos de fútbol en que nos enfrentábamos, sacando lustre a los triunfos chilenos que son más que los nuestro. Poniendo el dedo el la yaga indicaba que el pisco es chileno, que el suspiro a la limeña es chileno, que el ceviche es chileno, que el maíz es chileno, y que todo lo que pueda creer que es peruano era chileno; luego me miraba y se reía. Salimos en la noche, intentamos que pruebe todo los tragos habidos y por haber y nunca se embriagó. Fue ella la que dictó la dirección a mi apartamento y nos traslado hasta nuestras habitaciones. Aquella espía inusual es la mujer mejor entrenada en las artes del beber; nunca mostró signos de embriaguez a comparación mía que estaba flotando en la atmósfera. Estoy tan metido en la rutina que hacer estas cosas: conocer gente desconocida y que desconoce de mi rutina, es genial. La compañía de César y Mariela, complementada con la de la espía hizo diferente este fin de semana. El domingo salimos fuera de Arequipa. Mi carro (Rolly) recién arreglado fue nuestro anfitrión. Probó otro poco de nuestra mágica arte culinaria y se maravilló con algunas cositas lindas que tenemos. Nos reímos, burlamos y conversamos como locos. Llegaron vientos del sur y alborotaron todo por unas horas. Ella partió el domingo por la noche, y la dejé donde la recogí, en el “Terrapuerto”. Se llevó mucha información valiosa que seguro procesará y nacionalizará. Comió todo lo que pudo y se fascinó más de lo que creyó. Vino como Cota y se fue como Rocota debido al gusto inquietante que le produce nuestra comida. Partió a Cusco, donde observará una pequeña maravilla de nuestro Perú, el cual intenta conquistar sin violencia. Es probable que nunca más no volvamos a ver, pero el favorcito que cree deberme, que se lo pague a cualquier peruano que esté perdido allá, por el sur del continente. A veces es mejor respirar, salir de viaje a lugares que no conoces. Hacer cosas que no imaginaste. Conocer a personas que ven diferente las cosas. Hospedar a viajeros perdidos. A veces es mejor dejar de lado rencillas tontas que no nos comprometen, confiar en que todavía hay gente buena onda, en reconocer lo bueno del vecino. A veces es mejor burlarse de las cosas, disfrutar de todo lo que esté a nuestro alcance. A veces es mejor confiar en que hemos venido para ser libres, para ser felices. A veces es mejor no tener miedo. A veces es mejor vivir.