Testimonios de un tipo que no recuerda nada y lucha por no olvidarlo todo. Rastros de un camino recorrido, historias mal contadas. Prueba irrefutable de que viví.
lunes, 17 de diciembre de 2018
El misterio de la soledad
lunes, 26 de noviembre de 2018
La celebración de todos los amores
No tenía ganas de ponerme el terno, y me vestí como quise. No quería asistir a otro matrimonio y disfruté de todas las ceremonias: La del cura italiano y su estupendo sentido del humor y la de dos gallardos amantes. No pensé bailar y Micaela me llevó danzando a las nubes. No quería que se juegue la final de la Libertadores y todavía no tiene fecha, ni estadio, ni garantías. Todos celebramos el amor a nuestra manera, y aunque no sea una de sus finalidades, también lo sufrimos.
jueves, 4 de octubre de 2018
El ángel en la nube
domingo, 23 de septiembre de 2018
Todavía hay tiempo
jueves, 6 de septiembre de 2018
Bésela ya compadre
La niña desaforada dice sí con la mirada bien puesta, e inmediatamente el cabezón Zavala hace un aspaviento gritando – ¡genial! – y la toma de la mano por sorpresa acomodándola frente a él. Yo me quedo a la mitad de la pista, con mi cara de tonto frente a su otra amiga, a quién no había observado desde un inicio. Cruzamos miradas y perdí. La niña de estatura promedio me envolvió con una sonrisa dulce y llegó a la conclusión de que nos tocaría bailar a los dos. En aquella discoteca cómplice, ella y yo bailábamos cuánta canción nos pusieran, en un coqueteo sublime y encantador, nunca tanto como ella. Compartíamos sin reservas nuestros mejores pasos sin escatimar esfuerzo: un poco de merengue, algo de reguetón, una pizca de “ashe” (música brasilera) donde Joaquín se descocía, una salsita para juntar nuestras manos. Se llamaba Violeta, y era hija de una ex miss Perú; me contaba cosas de su colegio: el Pío Pío XII, muy reconocido en Lima. Me habla de sus compañeras, hijas de políticos, militares y artistas del medio; todas mezcladas con púberes que no tenían ni la menor idea qué iban a estudiar en la universidad. Me hablaba de su perro Lucas, de las fiestas a las que iba y de su mala suerte para el amor. Ella y yo teníamos eso que llaman química, y sentía que toda la discoteca los sabía, porque no dejábamos de bailar ni cuando los demás se sentaban. Enrico San Martín sigue ensimismado en la misma esquina de toda la noche, de pronto es interrumpido por una rubia preciosa que con cigarro en mano le pide amablemente la ayude a encenderlo. Enrico regresa a la tierra de un susto y en el intento 106 por prender el encendedor, falla; el aparatito de porquería no prende. La rubia hermosa se ríe acompañando la situación y esperando un nuevo intento; Enrico desesperado prueba por segunda, tercera, cuarta vez y sólo chispas. A ella ahora no le parece tan chistoso y mira confundida. Rápidamente otro galán se acerca, le ofrece el fuego de su encendedor, el cual regala una llama fuerte y erguida y se la lleva a bailar. Enrico triste, desorientado, por inercia vuelve a accionar el aparato, el cual esta vez funciona sin problemas, una llama se mostraba burlona de la situación. Los profesores Ramiro y Emilio le ofrecen otro trago a la tutora del Pío Pío XII quien se ríe de manera sospechosa. Yo la miro, ella me mira y parece todo consumado; es cuestión de tiempo para compartir aquel beso soñado. Como si fuera obra del destino, empieza a sonar una movida canción de Bacilos que entre su letra pegajosa dice: “compadre no pierda tiempo y bésela ya.” Nos reímos juntos y nerviosos mientras toda la discoteca: las princesas del Pío Pío XII, los delincuentes de mi promoción incluidos los profesores borrachos, la Miss acosada y el pobre de Enrico viudo de su encendedor coreaban: “¡Bésela ya compadre, bésela ya!” Quizá y ese instante de algarabía arruinó todo, porque nunca nos dimos el beso. La siguiente escena fue verla recoger su saco y cartera, revisar que sus cosas estuvieran en orden, sus compañeras completas (incluyendo a la Miss) y partir tan elegantemente como entraron. No recuerdo ni siquiera el beso de despedida en la mejilla.
Quince años después, con un espíritu festivo algo más endeble, inyectados por la alegría de unas copas de ron; con el gordo Joaquín todavía más gordo, la escena se repite. Frente a mí la chica más linda del lugar, con su sonrisa radiante, la respiración acelerada, la complicidad en el ambiente, mi mirada puesta en la suya y esa bendita canción, esa bendita canción como maleficio perpetuo, pidiendo que la bese y arruinando toda otra vez…
domingo, 29 de julio de 2018
La voluntad de los años
(Carta escrita el jueves 16.11.17, un día después del Perú 2 - Nueva Zelanda 0)
¡Perú vuelve a un mundial después de 36 años… 36! Cuánto tiempo ha pasado para volver a celebrar, 36 años es mucho tiempo. Generalmente consideramos datos cronológicos y de tiempo para resaltar malas rachas. Yo no tengo registro de algo que haya hecho más de 10 años, más allá de existir. Y puedo asegurar que la mayoría de Uds. tampoco. Ahora mismo no hablo de los años, hablo de la voluntad de hacerlo, de la vocación, de la pasión. Ayer llorábamos todos porque nuestra principal motivación estaba arraigada a un sentimiento, a común denominador que tenía que ver con el orgullo de sentirnos peruanos. Eso, eso es pasión. ¿Se imaginan hacer algo todos los días con esa intensidad? ¿Sentir a diario ese orgullo? Quizá y entonces, duraríamos 29 años con la camiseta bien puesta sin importar el peso del tiempo, porque no estoy hablando del conjunto de calendarios, estoy hablando de lo especial que nos sentiríamos teniendo un registro tan contundente.
Don Lucho, no se pasa tanto tiempo de casualidad en un sitio, y como dice la frase: no se cumple 27, 28, 29 años todos los días. Y otra vez no estoy hablando del tiempo, estoy hablando de la historia que encierra cada día. Las mil anécdotas que lleva consigo, los logros, los ascensos, los amigos. No puede pasar desapercibido un día así, porque no es cualquier cosa; sobre todo si hablamos del Banco, porque como bien dice Ud.: “lo único constante en el Banco, son los cambios” y cuántos cambios habrá experimentado Don Lucho. Si mi matemática no es mala, incluso tiene menos años de casado, lo que quiere decir que estos 29 años de Banco involucran temas personales: como el nacimiento de su hijo, formar una familiar, crecer como persona. Entonces, ya no son sólo 29 años: es parte de su vida, de su historia.
La grandeza de la empresa en la que trabajamos no tiene argumentos materiales y/o económicos más importantes que la calidad de personas que la conforman. Ud. Don Lucho, es un claro ejemplo de lo que digo, con esa ascendencia particularmente paternal, de cómplice de la situación cuando amerita y poniendo las cosas en orden si es necesario.
Volviendo a temas deportivos, si nos pone felices y contentos romper una mala racha de 36 largos años sin ir al mundial, y le damos una connotación melancólica por tanto intento fallido, porque no festejar 29 años de buena racha, regalarnos un abrazo y compartir una chelita. Darle la importancia que se merece a esta parte de su vida donde coincidimos todos nosotros.
lunes, 23 de julio de 2018
For once in my life
Cuando te recibí en mis brazos y sin tener mayor referencia de quién y cómo fui, sentí verme recién llegado al mundo, no te lo cuento por vanidad, es algo que todavía no entiendo. Aún tengo guardado tu particular llanto con el que te presentaste ese domingo por la mañana, confieso nunca había tenido en mis brazos algo tan puro, tan tierno, quizá y tan mío como tú tan cerca y es importante que sepas que fue el momento más mágico en mi vida hasta ese instante y que lloré acompañando tu llanto. Entonces puedo interpretar que tuvimos complicidad desde el primer minuto en que nos vimos, ese es un buen comienzo. No podía creer que fueras tú, porque no había tenido una epifanía tuya, mi imaginación nunca fue buena a pesar de ser un soñador. Intentaba descifrar tus ojos de gatito enojado, pues tenías dibujado el ceño fruncido como yo cuando me despiertan sin necesidad. Nunca te vi como mi menor, siento hasta hoy que eres ese amigo de toda la vida con el que siempre la pasamos bien, ese con el que estudiaste desde chiquito y le contaste tus más ínfimos secretos, y al que no traicionarías ni en un juego de mesa. Así te veo hasta hoy, que corres por toda la casa rayando las paredes, rayando los
cajones, pintando mi mundo de colores. Entiendo que el tiempo pasa muy rápido, y no recuerdo en qué preciso momento empezaste a caminar y a decir papá o mamá reclamando por que cambiemos de canal, dejemos pasar al perro o no te quitemos tus crayones delictivos. Quizá como esos ejemplos después no recuerde tu primer día de clases, tu graduación de primaria, tus primeros goles y alguna travesura tuya que logró desquiciarme. Es que disfruto tanto el hoy que no me permito distraerme con cosas del pasado o preocupaciones futuras. Prefiero divertirme bailando contigo canciones de Bruno Mars y saber que no sólo intentas copiarlo a él sino también a mí y mis intentos de copiar a Brunito. Cada pasito nuevo que lanzas me llena de un orgullo caprichoso, de eso que incluso me hacen envidiarte con todo el amor del mundo porque nunca vi nada más lindo. Quién imaginaría que algo tan pequeñito iba a conquistarme al mejor estilo de Napoleón, que algo tan celestial iba a domar este corazón renuente, indócil, impuro, que parecía destinado a latir con fuerza pero sin sentido. Te apoderaste de mis noches haciéndome más viejo por dormir un par de horas. Que no contento con eso te ibas a adueñar del lado derecho de mi cama, del control remoto para ver a Luna o a Pepa. Que pasaría a ser tu copiloto cuando intento manejar el carro rojo que a veces me prestas para ir a trabajar. Mis libros secuestrados por tu curiosidad, mis zapatos y zapatillas divorciados entre sus pares. Mis cd’s de música vapuleados en mi ausencia y hasta te harías dueño de mi tiempo, el que malgastaba a mi soberano antojo. De todas las dictaduras que he visto, eres la primera que sufro y sabes qué, no tengo ganas de huir, de abandonar esa realidad. A pesar de tener sueños, no soy un hombre de metas. De hecho no tengo asignado para ti ninguna obligación que no sea la de ser feliz. Intento forjarte alas lo suficientemente fuertes para soportar los vientos más ariscos y chapuceros en tiempo de tempestad. Seguro que tendremos que caer un par de veces, pero verás que hasta ese dolor pasajero se convertirá en una gran carcajada después, como las que me regalas cuando no me aguanto las ganas y te bombardeo de besos sometiéndote a mi descoordinado ataque de cosquillas. Entenderás por lo antes expuesto que mis propias expectativas como guía no son auspiciosas, puesto que mi rigor es más endeble que una pluma al viento. Me he entrenado en el arte de congelar mis sentimientos, de gestionar mis emociones, pero contigo es imposible. Te cuento que este infame personaje ahora cruza la calle mirando por duplicado a ambos lados. No quiero perderme esa fascinante evolución de la que sigo siendo testigo, y menos de una manera tan tonta. Si me descuido y parto por un desliz, quizá mis cartas te convenzan de que sigo a tu lado, que hasta donde logré acompañarte estuve orgulloso que fueras tú y que me honrará hasta la eternidad de que me hayas escogido; sinceramente, yo nunca fui tan generoso, y mira que estoy en base tres. Por ahora guardo el privilegio de tenerte como amigo y que a mi estilo, del cual me disculpo porque entiendo no es el más ortodoxo, te acompaño emocionado, tú agarrando mi índice derecho como cuando vamos a la calle. Siempre he necesitado de motivos para reencontrarme, hace mucho tiempo no sentía la necesidad desaforada de entregarme a las letras, creo que poco a pocos volveré a soñar que soy un escritor. Tengo ahora “el motivo” para retomar la terapia con la que me hacía menos insensible. Igual te seguiré conversando, contándote lo mismo que dejo plasmado en esta misiva cursi, porque sé que me entiendes, pero no quiero que te olvides en el tiempo que me haces feliz, muy feliz.Puedo dar fe de que el amor a primera vista existe, que hay príncipes azules no sólo para las chicas románticas, y que los milagros se dan sin necesidad de que el cielo se abra y una luz te ilumine.
“Por una vez, puedo tocar/ lo que mi corazón solía soñar / mucho antes de que conociera / Ooh, ooh, ooh, alguien como tú / jamás se me hubiera ocurrido que hiciera mis sueños realidad” (For once in my life / Stevie Wonder)