lunes, 16 de marzo de 2015

El sueño de las letras

Alguna vez lidié con la loca idea de vivir de las letras, de vivir de mi imaginación perturbada, del ocioso arte de escribir. Desde muy pequeño, desde mis épocas más tiernas, me entregué a unos versos confundidos escondidos en un cuaderno rojo que todavía guardo con la inútil esperanza de que en un momento póstumo, sean más que recuerdo. Allá, en el lejano dos mil siete, cuando era flaco y en el amor creía; inicié la recapitulación de mis historias entreveradas, de la remembranza irónica y desordenada que almacenaba en mi cabeza. Mis aires de escritor se afianzaron cuando un años después, por el dos mil ocho, decidí escapar de casa y vivir solo, con la idea de dormir en un colchón alojado en el piso, de almohadas mis libros piratas, libros que todavía cobijan mis sueños extraviados entre sus párrafos. Caminaba muchas cuadras para cortar la peluca rubia que llevaba en la cabeza, tratando de dar forma a mi bisoñé bohemio, de izquierda a derecha, cubriendo mi frente, al mejor estilo de Bayly. Y es que leía todos sus libros, miraba todos sus programas. Me parecía genial la idea de ser como él. Sentarme dos horas, hablar de mí, siendo yo la noticia y teniendo mis propias exclusivas. Burlarme de todos, especialmente de uno. Decir un par de estupideces que diviertan a la gente y dormir hasta las tres de la tarde todos los días. Todo este círculo vicioso estaría mantenido por un sueldo nada despreciable que seguiría alimentando esta rutina fascinante. ¡Yo quería ser como Bayly! Y en innumerables ocasiones he recibido el comentario halagador de imitarlo muy bien. Entonces me dediqué a mal alimentar mis ganas de vivir fácil, de ser el centro de la atención y de vivir de mi propio escándalo. Escribí de manera afiebrada muchos años. Con el transcurrir del tiempo, este interés de ser escritor pasó a segundo plano y la terapia sanadora de contar mis cosas y burlarme de todo fue ganando terreno. Escribí sobre la rutina, lo cotidiano. Escribí sobre varias amantes furtivas que recapacitaron en su idea de compartir fluidos. Escribí sobre algunos amores que no prosperaron. Sobre el fútbol. Sobre Dios. Sobre mi Madre. Ahora, tras haber recorrido varios caminos que llevo en mi interior, he perdido el rastro de ese sueño infausto de ser escrito y dedicarme a las letras. He perdido en ese camino azaroso la pluma mágica del delirio y la brújula pícara de los recuerdos valiosos. Ya no seré como Bayly, estoy convencido. Pero algunos párrafos afortunados encontrarán asidero en el tiempo. Soy un muchacho frustrado por mil razones, una más será las ganas de escribir aquel libro soñado, leído, expuesto en alguna vitrina de cualquier librería en la sección de oferta por sus minúsculas ventas. Mi baúl de los recuerdos ha sido saqueado por el tiempo y todo está desperdigado. Hago honor a las memorias de un desmemoriado, ya sin ningún afán sádico de por medio. No sé si baste para complacer la vanidad encomiable que albergaba mi corazón por dejar algo antes de partir, pero me divertí mucho en el intento de ser importante a mi manera. Saldré a caminar más, me esforzaré por grabar momentos nuevos y me esforzaré el doble por recordar algunos otros. Compraré un boleto al mundo de las letras y ultrajaré algún libro inocente. Todo por ser ese personaje antojadizo que quise ser con poco éxito. Hoy empiezo la vigilia por encontrarme. Buscaré a Bayly en los libros y en la tele. Quizá me encuentre un poco a mí.

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