lunes, 21 de septiembre de 2015

Las muestras

Ha pedido las llaves de la casa de playa, quiere que estén solos y enamorados. Verónica ama a Federico, lo ama con locura. Fede está loco por Vero, despierta en él sentimientos inigualables, extraordinarios, amor sin ningún tipo de duda. Ambos, a sus dieciséis años, están convencidos que son el uno para el otro, no hay vuelta que darle. Es su aniversario, cumplen dos largos años de felicidad. Verónica ha preparado un collage recopilatorio de todo este tiempo: fotos, imágenes, videos, palabras de amor decoradas. Ya quiere ver su cara de sorpresa, ha dispuesto todo como si fuera para ella misma. Federico ha comprado un anillo con el que quiere comprometerse, con el que quiere definir su futuro al lado de ella, por siempre, para siempre. Entonces el intercambio de regalos, ya por la noche, ocurre. Él al borde de las lágrimas la besa después de ver el video preparado, se siente afortunado. Ella emocionada se siente realizada, su sorpresa dio en el blanco.  Federico saca un vino, le sirve una copa. Él toma la suya con un poco de premura, agarra valor. La invita a ir a la orilla, a pocos metros de la casa de playa. Varias velas en forma de corazón los esperan en el silencio de la noche. Ella lleva sus manos a la boca sorprendida. Federico, azuzado por el vino, convencido de cada instante, se arrodilla, con los ojos llenitos de agua. Le toma la mano, mirándola fijamente, y en un momento sublime le pide que sea su esposa. –Sí – responde ella encantada. , convencida, emocionada. Se levanta y la besa, la besa apasionadamente. Ella también es víctima del alcohol y se rinde en las manos de Fede, que ha empezado a respirar de manera agitada. Ahora echados en la arena sus manos se deslizan por el delicado cuerpo de Vero. Ella, muy cortés, desabrocha el short de Fede, quien siempre ha sido un caballero en este tipo de ocasiones. La mano tibia de Verónica ahora viaja al sur y encuentra la virilidad de Federico en su mayor esplendor. Federico ha olvidado su promesa de respetar hasta el matrimonio a Vero y aloja sus manos dentro del pequeño vestido que la protege, y con miedo, la despoja de su ropa interior. Federico dudando, le pide la muestra de amor a Vero, le pide que lo acoja dentro de ella. Verónica que siempre se mostró como una dama, tiene vergüenza de responder tan pronto. Nuevamente tiene la oportunidad de demostrar que está enamorada, esta vez a Federico. – Se lo merece – se dice convencida.

Isabel es madre soltera, y a sus veinticuatro años se ha quedado sola con Sebastián de cuatro años de edad. Isabel vive en un pequeño departamento que paga a las justas. Su economía ha mermado mucho su calidad de vida pero tiene como motivación a Sebastián, su único motivo para no rendirse, para luchar. Carlos, el papá de Sebas, ha desaparecido. Desde que se enteró que iba a ser padre, y ha tan corta edad, decidió huir, escapar, hacerse humo. Desde entonces, y por orgullo propio, Isabel se vale por sus propios medios. Si algo ha aprendido Isabel del amor, es que se demuestra con hechos, no con palabras. Se encuentra en una reunión de trabajado, donde el jefe de su oficina está corriendo con los gastos de aquel platillo.  Las ha invitado a comer a una pollería muy concurrida. Aquel día Isabel no ha llevado nada a su boca, muere de hambre. Aduciendo un dolor estomacal ha pedido un embace para trasladar la comida favorita de Sebastián, hasta el departamento donde la espera. Se ha despedido de sus compañeros, sintiéndose culpable por comerse un par de papas fritas. – Dentro de dos días depositan – se menciona prometiéndose salir a comer delicioso con Sebastián. Hoy no le toca a ella. Recoge a su pequeño de la casa de su vecina, se durmió de tanto jugar. Lo lleva al depa y le dice que por ser un niño bueno le ha traído un regalo. Sebas se emociona. Isabel abre el embace y le entrega toda la merienda. Sebastián está feliz, no está acostumbrado a darse tremendo banquete. Devora el plato. Isabel tiene colmada de felicidad el alma, el estómago vacío.

A Bruno le va bien. Hace un año que por motivos de trabajo ha empezado a vivir solo. Ha dejado de ser un niño de mamá para transformarse en todo un hombre. En el trabajo se desenvuelve bien, se ha comprado un carro. Su apariencia ha mejorado notablemente debido a que puede darse el lujo de comprar de vez en cuando, ropa nueva. Sabe que su trabajo tiene prioridad ante todo, por eso se queda más de la cuenta en la oficina, priorizando sus tareas laborales, descuidando su alimentación. Bruno ya no tiene antojos, come lo que le da la gana y a la hora que le da la gana. Generalmente comidas grasientas o antojos que no contribuyen a una correcta alimentación. Por eso últimamente anda mareado, cansado. No visita el baño con la frecuencia acostumbrada. Como todo un caballero responsable decide de manera consciente, asistir al médico. Sus miedos a morir joven lo visitan, espera el peor de los diagnósticos. El doctor frente a la computadora anota todas las quejas que Bruno le cuenta. Sus dolores, sus malas costumbres, su presentimiento mortal. El doctor lo invita a realizar una serie de exámenes para descartar cualquier problema de salud. Con los exámenes de sangre no hay problema, ya tiene cierta experiencia; pero los exámenes de heces, jamás se los han solicitado. Le entregan una cajita con tres frascos, le indican que tiene que ser de los últimos tres días. Le prohíben que coma carnes, comida condimentada y cítricos. Bruno no escucha nada, sólo piensa en cómo va recolectar sus heces durante tres días y resguardarlas en aquellos frascos. No sabe qué cantidad es la necesaria, la forma en que lo hará. Bruno, con absoluta vergüenza de comentar la solicitud del doctor, se aventura a cumplir su misión. Intentado relajarse, muy por la mañana, se instala en el baño, se sienta y empieza su labor. Orgulloso de si, al tercer día, visita la clínica con las muestras solicitadas y las facilita al laboratorio. Grande es su sorpresa, cuando por la tarde, le piden que se aproxime de emergencia al hospital. La enfermera intentado guardar la calma le comenta que sus muestras arrojan tal cantidad de virus y bacterias, que es necesario atenderlo de emergencia. A pesar de sus miedos, Bruno escucha con calma a la enfermera. Su intención, muy avergonzado al darse cuenta del error, es la de no regresar nunca más a esa clínica. - Fue una mala idea recoger las muestras desde el interior del wáter -  se menciona. 

viernes, 11 de septiembre de 2015

Sentirme vivo (12:57 a.m.)

A cuestas veintinueve años, recién  por cumplirse. Once de setiembre, once de la mañana. Así me lo ha relatado un par de veces mamá. Una vela más a la torta y un esfuerzo adicional para soplarlas todas sin dejar ninguna pendiente. La verdad, siento que hubiera vivido unos cien años. Estoy cansado, muy cansado. De pronto, abrir los ojos, verme al espejo y saberme adulto creo que no lo he superado. Los intentos desesperados por abrazar a ese pequeño que fui alguna vez ya no alcanzan. Las ganas por hacer lo que me gusta han disminuido sin dar oportunidad a réplica. Tengo miedo de lo que venga, y de cómo me encuentre. Todo suena a queja, todo suena mal. Tiene que ser una fecha de esas, donde el día de cierta manera se manipula a favor tuyo y las cosas se sucedan amigables. Play al aparatito ese y el CD empieza a girar. - Es tu cumpleaños pues hombre – me reprimo. Entiendo que hay gente que me quiere, aunque me rompo la cabeza pensando el porqué. Empiezan a aparecer en la pantalla de la TV fotos mías, de mis años más tiernos. Empiezo a descubrir  muchas de ellas, fotos que no he visto jamás o no recuerdo. Veo a ese pequeño rubiecito de tez blanca y ojos claros y lo extraño, por Dios que lo extraño. - ¿Cómo pasa el tiempo carajo? - Me pregunto sin encontrar respuesta. Las fotos sorpresa han terminado y empiezan a sucederse videos de personas a las que quiero mucho, y aunque trato de estar a la altura de la sorpresa, veo a mi “sobrilinda“ (ya con veinte años encima) a la que vi crecer  y tan sólo la reconozco y caigo rendido, empiezo a llorar. Desde Colombia me ha grabado un caluroso saludo que conmueve todo mi ser. Mi madre con mis primas también se han dado la molestia. – Eres mi tesoro – le dice mi mami a la cámara pensando en mí.  Mi tía que no está acostumbrada a estas cosas, hizo el esfuerzo con todo el cariño del mundo. Mis amigos, hermanos del alma. Desde Europa, una Miss a la que quiero mucho, con acento a mamá me pide que me divierta sin excesos. Las chicas del “Cora”, todas guapas. Mi gente. - “Nunca cambies” -  me piden. Lo intentaré muchachos, lo intentaré. Aunque arrastre la idea de que ya soy otro, aunque sepa que de vez en cuando yo también me busco, lo intentaré. Parezco esos viejitos ariscos que reniega cuando lo engríen pero se siente peor cuando no le hacen caso. Me he vuelto un viejito de verdad. Hace muchos años atrás le perdí el miedo a la muerte y entendí que todo tiene su final, incluso mi historia. Uno sin miedo a la muerte es más osado,  va por la vida guapeando  los obstáculos hasta que otro miedo te visita y se apodera de la situación. Ahora tengo miedo al tiempo, a verme envejecer. A perder vigencia y convertirme en mi propia sombra. Uno empieza por aceptar sus defectos, sus miedos y problemas para solucionarlos. Pues acepto en todo caso, que el tiempo me va debilitando con cada movimiento de la aguja de reloj.  Soy un miserable con mucha suerte. Siempre he dicho que mi fortuna son Uds. Dios a algunos los hace sumamente guapos, a otros muy inteligentes. A algunos con menos suerte les da mucho dinero. El don de cantar, de bailar, de escribir. La bendición que Dios me ha concedido, la medición de mi fortuna, el don que no sabré explicar, son todos Uds. Los que pasaron y ya no están y los que por alguna razón decidieron quedarse. Y dedico especialmente estás últimas líneas al ángel de la guarda de turno, la que quiere toditas las horas extras, la que ha estudiado mis defectos al dedillo y ha tenido un entrenamiento riguroso en algún campo de batalla del medio oriente porque sabe soportar mis arremetidas caprichosas y chapuceras. Me sorprendiste, como siempre. (¡De corazón muchas gracias!) No sé dónde ni cómo me encuentre de acá algunos años. Si haya encontrado el antídoto a esta locura lacerante. Lo que me alivia es saber que están Uds. Y si están Uds. nada puede salir mal. Ah, me olvidada: A ti pequeño rubiecito, donde quiera que estés… Feliz Cumpleaños