lunes, 24 de septiembre de 2007

Otra vez, casi Papá

Cuando niño (en edad), ansiaba el hecho de ver a mi padre. Aquel personaje indescifrable que aparecía de vez en cuando a mitigar de alguna manera, aquella ausencia que yo, inocentemente, no percibía en su totalidad. Las ocasiones en que solía presentarse, no eran sino, para engreírme, llenarme de ropa fea y barata (muy barata) que en verdad detestaba; para complacer mis más extravagantes gustos y luego de engreírme y satisfacer caprichos, desaparecer como desaparece el sol por la tarde, irremediablemente. Recuerdo con gusto aquella única vez en que me hizo llorar por interrumpir su juego de billar, alzó sólo un poquito la voz, y yo, que desconocía aquel lado arisco de su persona, me puse de una manera incontrolable a llorar. Aquella vez lo asalto la alarmante urgencia de ser un buen padre y consolar mi agónico sollozo. Hecho un payaso empezó a hacer maromas y gestos que también descubrían su lado patético, aquel que descifré a los cuatro años y que aún recuerdo con lucidez. Mi padre con el pasar del tiempo, fue apareciendo con menor fluidez, con pausas más prolongadas; también con apariencias distintas: cabello largo, corto, sin cabello; a la moda, mal vestido, juvenil, elegante (creo que huía de la policía). Es difícil recordarlo con cierto criterio. Mi padre tampoco tuvo un buen padre. Vivió prácticamente solo desde los doce años, quizá por eso su alma es así de libre, descomprometida de toda responsabilidad. Mirarme al espejo es mirar a mi padre. Es inexorable, innegable el parecido físico y quizá, lamentablemente, el parecido psicológico entre él y yo. Pasé muchos días del padre, sin padre, talvez todos. Muchas premiaciones y actuaciones con aquella silla esperando ser ocupada. Muchos días familiares sin el núcleo de la familia completo. Mi querida Madre llegó a matarlo alguna vez, de forma literaria claro, para adjudicarme algún beneficio del cual no logro acordarme. Mucho de él anda ahora conmigo: gestos, pensamientos, entre otros. Y a pesar de todo, también el gran ejemplo de lo que no se debe hacer como padre. Estuvo lejos de ser el mejor, pero tampoco estuvo cerca de ser el peor de la historia. No le guardo ningún rencor, total es mi padre. Cada vez que se comunica conmigo manda algo de dinero(es mayor la cantidad de tiempo en cada envío que el dinero). Eso complace mis expectativas actuales con respecto a su labor paternal. Ya no tendrá que limpiarme y cambiarme de pañales, ni tampoco preocuparse con mayor énfasis en mi alimentación, notas, sueños o futuro. Con todo lo vivido, ya me dejo una lección encomiable. Mi juventud totalmente irresponsable (quizá producto de algunos genes sospechosos), vigorosa en algunos pasajes, confundida y alocada, me ha llevado muchas veces al sobresalto. Aquella droga camuflada como experiencia y denominada sexo, se ha convertido en un juego delicioso y suspicaz. Más de una vez he dormido con la certeza, de que en el vientre de Sofía, el destino está tramando algún tipo de lección genética. Más de un mes que aquel visitante escarlata no acude como de costumbre al encuentro del despreocupado andar de Sofí. Lo que asalta a mi cabeza es el temor, el conflicto entre lo moral y lo inhumano. El miedo a tener que contárselo a mi pobre Madre, que antes de morir de un ataque cardiaco, sentiría que su misión como madre ha fallado. Tener que deshacer aquellos sueños, que no pasan de ser sólo eso, sueños que ciertamente están lejos de cumplirse debido a mi mediocridad, me preocupa. Todo ya estaba listo, planeado; incluso conversando con la mamá de Sofía, que tomó con una calma plausible tan delicado asunto. Me iría a vivir con ella, comenzar una vida de sacrificio, de alegre sacrificio. Trabajar no sólo para ganar dinero, sino también para garantizar el bienestar de mi futura familia, de mi futuro hijo. Todo esto encajaba en un proyecto de vida más real al que tenía; que con todas las dificultades del caso, muy dentro de mí, me ilusionaba. Era una manera más verosímil de planear un porvenir, un futuro. De una manera inesperada empezaría desde ya aquel juramento que traigo tatuado en mi mente y corazón: Ser el mejor Padre del mundo. Aquel risueño pensamiento se dilucidó con el análisis de sangre al que fue sometida mi pobre Sofí, que casi muere desangrada. El hecho de alguna manera indirecta me desilusionó, y sé que a Sofía la desangrada, y a su mamá también. Ahora aquella irresponsabilidad, aquel temor será controlado y postergaré indefinidamente el deseo sincero de dar con amor aquello que no pude recibir. Mi temor ya no es ser padre a esta edad y sin dinero, ahora temo ser estéril. Otra vez, casi me convierto en papá, el mejor papá del mundo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ola... acabao de leer tu nota.. me parece muy buena por q reflejas lo real... pero sobre todo reflejas la IRRESPONSABILIDAD de algunos de nuestros actos en ese tan encantador, peligroso y delicioso trajin... q se pueden desencadenar en verdaderos tornados de desequilibrio en nuestros planes futuros...
sigue asi AMIGO MIO.. sigue ASI... y q la fuerza te acompañe..
Sebas