jueves, 14 de febrero de 2008

Lágrimas apresadas

Ella no me engríe como pensé que lo haría estos últimos días; antes de partir ya la echo de menos y me siento un tonto por no haberla querido un poquito más antes de huir. Parece indiferente a mi partida. Faltan cinco días para irme, tengo una melancolía inmensa, inquietante, conmovedora hasta para mi tibio corazón; tengo ganas de llorar, de que ella sienta mi sensibilidad y sepa que no soy tan “alpinchista”. Me aguanto, pienso en otras cosas, las lágrimas han sido apresadas.

Me levanto temprano, no puedo dormir, sé que me queda un par de horas más en casa antes de partir. Mi madre cariñosa me ha preparado un desayuno consistente con la fruición acostumbrada. Siento mis ojos humedecer, sé que mi madre también está triste por mi partida, sólo que es más valiente que yo. Estoy en el bus, aguardando su partida y mirando sinuoso desde mi ventana a mi madre, que se dejo vencer por aquella penita acaecida en su corazón. Siento el mar en mis pupilas, su salinidad a punto de desbordarse. Cierro mis ojos, presiono la mandíbula con fuerza y aguanto aquellas lágrimas que enervan mis ganas de partir. Veo a mi abuela respirando con dificultad, el mismo cuadro vivido por mi abuelo hace unos años atrás, sé que el final es inevitable. Le doy un beso en su frente helada, sin saber que es una despedida, prometo regresar en unas horas. Por la tarde la llamada, la tristeza, la frialdad del momento, la reacción impasible de dolor a pesar de la noticia borrascosa. Mi madre viene de Tacna, mis tías, tíos; todos lloran. El hecho de ver a mi madre llorar me parte el alma, una vez más en menos de diez días, aún aguanto con ahínco. Después del entierro, ya en casa de mi tía, es hora de despedirme de mi madre, tiene que regresar a la ciudad de donde escape, de donde huí presuroso. Sé que la voy a extrañar aún más de lo que ya la he extrañado, la tristeza nuevamente me embarga, ahora con un ligero dolor de cabeza. Ella sabe que la amo y no la voy a defraudar. En medio de l tristeza pienso que soy un llorón, que estoy comiendo mucho pollo y que mis hormonas se están atrofiando, mucha sensibilidad. Cojo el cuaderno que se presenta como el mejor efugio, el lapicero presto para la acción y escribo con lágrimas reacias y un tanto ácratas, lágrimas confiscadas liberándose a destiempo, mezcladas con una sonrisa juguetona que culpa al pollo he intenta dirimir la situación. A pesar de todo, me siento mejor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

te adoro!!! siemplemente te amo con todo mi corazooon. muero x verte cada segundo de mi vida y estar a tu lado..... t xtraño tanto amor

Anónimo dijo...

kisiera poder retroceder el tiempo y adorarte con mas fuerzas q nunk mientras estabas alla.... me seinto mal, ya no kiero buskr culpables ni recriminarte, solo kiero buscar una cuera para mi coazon, y la unica q conozco es estar entre tus brazos