miércoles, 4 de noviembre de 2009

El hipo del pecho frío

Me levanto de madrugada, a eso de las ocho de la mañana. Con el pijama puesto me meto a la ducha y jabono mis partecitas no con tanto entusiasmo, lanzando respingo al sentir el agua fría de Arequipa. A estas horas de la mañana, la terma solar no es muy eficaz. Me causa curiosidad el funcionamiento de estos aparatos; supuestamente uno necesita agua caliente precisamente cuando no hay sol, cuando el frío predomina, cuando el calor brilla por su ausencia, cuando tememos contraer un resfriado. Muy por el contrario, cuando el sol sale poderoso, cuando el calor es consecuente, cuando sudamos y apestamos un poquito, es cuando necesitamos un baño de agua fría, para apaciguar y refrenar esos calores estultos. Entonces la terma solar es una creación, un invento inversamente proporcional, añadiendo que esta última mención, no la entiendo bien. Con estas dudas existenciales salgo de la ducha, aún con pijama y con ganas de retomar mi romance con mi colchón, el cual sí considero un buen invento, quizá el mejor que se haya hecho; porque ahí si se ejercen las actividades más placenteras, como son: dormir y… retozar. Ingreso a mi habitación sin apuros, sabiendo que llego tarde a las clases de inglés, donde me acabo de inscribir. Cojo mi ropa, trato de hacer algún tipo de peinado que igual será incomprendido, tomo mi mochila vieja y empiezo mi lánguido caminar. Llego tarde. Saludo a Miss Carlota, que está perdiendo dinero como profesora de inglés, puesto que es chistosísima y debería estar en “El Especial del Humor “, o en el congreso, donde también pasan cosas elocuentes. Mientras Miss Carlota nos hace reír y repetir mil veces “one - two - three”, tomo asiento y en pleno reinado de mi torpeza, golpeo a mi compañera de carpeta, quien es una chiquilla dulce y educada. Me mira con asombro posterior al golpe propinado. Me excuso, le digo que es producto del sueño, el cual me pone violento y agresivo. La clase de inglés ha terminado y nos hemos reído mucho, pronunciamos one - two – three sin leer y nos despedimos felices. Chana me sorprende, me espera a la salida de mis clases. Se ha escapado de su trabajo, del estudio jurídico donde labora jugando a ser abogada. Me trae una pulsera de “El Señor de los Milagros” y yo estoy contrariado con su presencia. Ella me quiere mucho y yo también; ella se preocupa por mí con un cariño altruista y me hace reír tanto como Miss Carlota. Me gustaría tenerlas juntas y alcoholizadas, hablando de la vida para morir a carcajadas. Me pongo la pulsera y presiento me quemaré la muñeca, porque el pecado gobierna dentro mío. Llego a casa y tomo una taza de café para despertar, a eso de las once de la mañana. De repente aparece, de sorpresa, sin avisar, de una forma desmesurada y convulsiva: ¡Hip! ¡Hip! ¡Hip! Un hipo inhumano, agresivo, me domina totalmente. Me domina mientras almuerzo, mientras me cambio para ir a trabajar, mientras subo al transporte público, mientras la gente en aquel bus se ríe, mientras llego a mi agencia, mientras mis compañeros se burlan, mientras ingreso a ventanilla. Pero sin darme cuenta, y ya en el ejercicio de mi trabajo, desaparece. Acabo la jornada laboral y dispuesto a jugar una pichanguita de fútbol, el hipo regresa igual de chapucero, tan procaz como apareció la primera vez. Todos ríen y gozan con mis respingos y aquel sonido particular que ejecuto. Juego dos horas de fútbol, el hipo desaparece sorpresivamente. Meto muchos goles, sudo y apesto lo que tengo que sudar y apestar. Un tipo me dice: “Gringo pecho frío”, en alusión a mi poco recorrido y desgaste. Me duele, me hiere que me llame así; porque un tipo de poco desgaste y recorrido no suda ni apesta como yo. A pesar de todo no le digo nada, porque él es grande y fuerte y me puede enfriar de verdad si desea. Llego a casa de noche, con ganas de tomar un baño caliente, pero no hay sol. Tomo una taza de café para calentarme, sobre todo mi pecho frío. Pienso que ha sido un día particular. Quiero dormir, combatir contra el insomnio. Es la una de la mañana y me convenzo de dormir: - A la one, a la two, a la one, two, three – me digo; y cuando me siento listo… un ¡Hip! me hace saltar y se jodió todo.

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