martes, 20 de octubre de 2009

No le eches la culpa a Bayly

Te gusto el libro, incluso más que a mí, y eso que tú sabes que no es una tarea fácil, ya que sigo de una manera particular las noticias sobre él; leyendo sus libros y esperando puntualito los domingos por la noche. Tú no quieres saber de mí porque soy un tonto, porque soy un tipo sincero e incomprendido, porque dudo en cada paso que doy fingiendo seguridad; sobre todo, porque crees que no te quiero, por lo menos no como quieres tú. Te fuiste de mi habitación aquella noche ingrata y vi mi espacio agigantado, descomunal a comparación de cómo lo sentía a tu lado, lo vi inmenso o quizá empequeñecido ante tu ausencia. Te fuiste de mi habitación que casi, casi; también es tuya. Antes de irte dejaste regadas muchas frases y conclusiones, muchas palabras contenidas; dijiste que por lo menos habías terminado de leer el libro de Bayly que te presté, que no querías nada mío en tu casa, nada que devolver ni restituir, no querías deberme nada aunque tú si tengas mucho que reclamar y yo mucho que reponer. Por lo tanto no quieres que te preste otro libro, no quieres nada mío cerca de ti; no quieres otro libro de Bayly aunque este último lo hayas devorado, quedándote hasta las tres de la mañana y levantándote tempranito para ir a trabajar. Tú sabes que duermes por lo menos diez horas al día, pero por aquel libro, de aquel autor al que ahora no quieres leer, te estigmatizaste y trasnochaste sin mayores quejas. Bayly no tiene la culpa, tampoco tú que eres y serás siempre tan linda y particular. Si el culpable existe debo de ser yo, que soy un loco que nunca puede estar tranquilo y lastima a todos los que se acercan a él de buen manera, incluso a ti. Yo no me considero un negado para el amor, más sí, un negado para compartir ese sentimiento, para mantener una relación, para ser una buena pareja, mezquino y díscolo para amar. Mis destino es morir sin hijos y sin mujer que diga ya era hora. Tú también crees que tu destino es estar sola, quedar soltera; aunque tu sueño, a diferencia mía, si sea el casarte y tener hijos, los suficientes para formar un equipo de fulbito. Entonces yo te invito a compartir nuestra soledad, todo igual, tú y yo durmiendo hasta tarde, comiendo lo que se nos antoje, discutiendo entre tu fe y mi anarquismo, leyendo libros tontos que nos hacen menos interesantes. Todo igual sólo que sin besos ni abrazos, ni nada que nos comprometa y te lastime. Tú no quieres saber de mí, no por ahora; y me apagas el celular y te aíslas en tu mundo al cual muchas veces me invitaste pero nunca atine a visitar. Siempre más inteligente que yo, me comprendiste, perdonaste y quisiste con sabiduría. Incluso tomaste esto de la mejor manera sorprendiéndome una vez más. Punto y aparte, así lo crees tú y así también me gusta a mí. Lamento no haber sido tu príncipe azul ni el loquito alegre que tú, gringa loca y mágica, buscas con esperanza. Espero que tu ausencia no se prolongue mucho, que logres digerir mis excentricidades y me sigas brindando esa inspiración que me hace tanto bien. No he llorado porque eso me haría más cobarde y porque no gano nada con eso. Trato de tomar todo de la mejor manera aunque no distinga bien cual es. La soledad siempre me ha asentado bien, es algo inevitable creo, un fin anunciado. Las despedidas siempre son tristes, por lo menos para una de las partes. Yo he cogido mi maleta y en ella llevo un poquito de ti, como contrabando, sin tu consentimiento. Ya sabes, Bayly no tiene la culpa; tampoco Fito Paez ni cualquier otro personaje que a mi me gustara. Saliste cerrando la puerta, sin querer que te acompañara a tomar el taxi. Hiciste lo que quisiste como siempre, como a ti y a mí me gusta. Todo sigue intacto, imborrable y precioso, menos tú que comprendo, has decido invernar hasta que la primera del amor te encuentre. El tiempo pasa y cura todo. La verdad que he sufrido embates de arrepentimiento y te extrañado con dulzura y melancolía. Todo igual loca. Aunque tú, distante y lejana.

No hay comentarios: