martes, 12 de enero de 2010

Soy yo

Tengo mi cabellito de princesa: lacio, castaño (algunos dicen cenizo), delgadito, finísimo pero algo renuente, esponjoso gracias a un Dios inteligente que lo ha hecho así para que no se noten los espacios en blanco que están quedando. Tengo unos ojos claros: verdes o azules, sin descífralo bien porque no me los he llegado a ver, sólo sé que son dos, son míos y si quieres, también tuyos. Tengo orejas que parecen un par de antenas parabólicas, las cuales sobresalen con cualquier gorro, boina o sombrero que me ponga (gorros, boinas y sombrero que se convierten en una fascinación frustrada pero necesaria por la futura calvicie que me espera). Mi nariz es aguileña, inmensa, advenediza en mi carita delgada, es algo así como un monumento al moco. Mi boquita es de caramelo, con unos labios cariñosos, acogedores y traviesos. Mi lengüita es mi arma letal, siempre lista para arremeter en otra cavidad bucal, siempre lista para juguetear con otra lengüita amiga, siempre lista para formar palabras que rocen la imprudencia. Mi cara es delgada y no permite que cualquier lente me quede bien. Mi cuerpito también es delgado, escueto, esmirriado, delicado, no tan deportivo, no tan varonil, no tan cuerpo. Mis brazos sucintos, consumidos, extenuados, con conatos de músculos. Mis manos siempre traviesas y juguetonas que arriendan un espacio a mis dedos de pianista sin piano, de facciones delicadas, enemigas del detergente y de las herramientas de trabajo. Un pecho de gato con tuberculosis. Un vientre dejado a menos, víctima de las cervezas y el desgano, con secuelas de abdominales de los cuales antes me lisonjeaba y ahora recuerdo con melancolía. Junior todavía bien gracias, manda saludos. Mis piernas no son una maravilla, pero producto del fulbito y el deporte practicado en mis tiempos mozos, cuando la vitalidad me acompañaba, se ven respetables y queridas. Mis nalgas son pequeñas pero agraciadas, aunque a simple vista no parezca. Mis pies blancos, creando la presencia de medias inexistentes. Leonardo no es un cuero pero tiene su público; no es un esperpento de persona pero es subestimado.

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