martes, 22 de marzo de 2011

Algo extraño está pasando

Increíble creer que me fijé en ti por una foto en una red social (donde salías linda, pero igual); me conozco y sé que el internet es un medio en sobremanera frío e insensible; pero no te eliminé (debí hacerlo porque no te conocía). Increíble pensar que aquel hombre timorato y torpe para conquistar señoritas en un momento de locura extrema y lleno de una confianza desconocida se decidiera a conocerte sin saber tan sólo dónde vives o dónde paras. Impensado que lo primero que me llamara la atención de ti (a parte de tu sonrisa en la foto) fuera que también te gusta “Two and half man” entre otros programas y cosas que también me gustan a mí. Es difícil de entender que preguntara por ti y lo primero que me dijeran es que tu cumpleaños es dentro de dos días y si quería ir. Aquella noche no me sentía bien, pensé en faltar, en dejar que mis propósitos escaparan como siempre suele suceder; además eres piscis, signo del cual no tengo buenas experiencias y por demás, intento cuidarme. Aquella noche fui relajado y distendido a una fiesta a la cual la dueña del cumpleaños no me había invitado y sin conocer a nadie que no sea mi compañera cómplice y traviesa. Sabía que te llamabas Emma y que cumplías años y que quizá te ibas a encontrar con mucha gente que te quiere y a la que no ves hace mucho y los más probable es que yo pasará desapercibido en una esquina oscura con un traguito en la mano embriagándome en secreto mirando de reojo a la cumpleañera. Escuché tu voz al bajar del taxi (sabía que era tu voz sin haberte visto nunca). Te saludé con cariño y te di un pequeño abrazo felicitándote por tu santo el cual respondiste con otro abrazo breve y cálido que me dejó una buena impresión. Bailamos, reímos; a pesar de que no lo había imaginado así, no me sorprendió. Te pedí tu número y me lo diste quizá en un momento de distracción. Salí con la idea de llamarte al día siguiente, invitarte al cine, a conversar, conocerte; pero no lo hice, porque así soy yo, medio maricón. Viernes, me levanté tarde, con flojera prendí la computadora sabiendo que te encontraría. Tardé media hora en darme cuenta que estabas conectada y algunos minutos en escribirte algo ingenioso que te robara una sonrisa (siempre con miedo, con temor a quedar como el tonto que soy). Me conversaste, te reíste, creo; (no sé porque cuando hablo contigo siento tanta confianza) te dije para salir sin darme cuenta, sin pestañar. Aquel viernes en la noche salimos y la pasé genial, escuchando música de la época de nuestros abuelos, bailando con tus tacos inmensos que te hacían más alta que yo, viendo tus pasitos coquetos de aquella música retro. La pasé bien, y me perdí varias veces pensando cosas mientras Emma me conversaba siempre divertida. Dormí tarde y me desperté temprano y como si hubiera dormido dos días enteros. Trabajé pensado en llamarte. Te llamé pensado en verte. Te vi queriendo que no te vayas nunca. Caminamos como locos de un lugar a otro pasando de ser transeúntes a sospechosos. Entramos a un millón de tiendas sin comprar un alfiler. Saliste con unas balerinas rojas que te ponían centímetros debajo de mí. Peleamos por ver la foto de tu D.N.I. y por que te dijera mi segundo nombre. Tus gestos irrepetibles, tus bromas, tus cabellos siempre en su sitio. Nos reímos mucho, queriendo hacer el momento especial. Así pasó, se acercaron cuando pensamos estaban ya lejos. Aquel grupo de tuna, aquellos chicos bohemios y de pantis negras te estaban cantando porque yo había hecho señas para que te cantaran y que te pongas roja de vergüenza. Te tomé fotos, saliste linda. Bailaste con aquel chico que te llegaba a la oreja. Me reía mucho. Aquel robusto ser en pantis me jaló y me puso delante de ti para bailar. Yo que soy propenso a la vergüenza con asimilación inmediata, no dudé en tomar tu mano, encontrar tu cintura, en intentar dar pasos certeros. Uno de esos chicos me miró y me dijo con discreción y en pocas palabras: “¡cuando una pareja baila con la tuna, se casa!” Y tú también lo escuchaste y raudos los dos nos sentamos y juro nunca me pasó algo parecido ni pensé que me amenazarían con casarme con alguien que conozco hace tres días, tres hermosos días, pero no los suficientes para entender lo extraño de todo lo sucedido. Conversamos por aquella red social que te acercó a mí. Nos vimos por las noches los días siguientes. Te besé y fue muy dulce. Estabas en mi cuarto, en mi territorio, y no han pasado ni cinco días. Te besé otra vez. Ha pasado una semana de aquella noche en que irrumpí en tu casa como el prefecto desconocido que soy y ahora, tú irrumpes en mi vida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te envidio por dos cosas, por tu relación y por como escribes mi helmano!! me gusto mucho enterar de esta manera algo mas de todo esto!!.