miércoles, 9 de mayo de 2012

Ayer

Llego a casa después de trabajar, subo las gradas, los cuatro pisos. Tengo un cansancio que va más allá de lo físico. Abro la puerta y silencio, oscuridad y silencio. Traspaso la segunda puerta, la que lleva a ese pasadizo largo y estrecho. Parece un túnel interminable que te lleva a ningún lado. Abro la última puerta, la que está al finalizar el pasillo que parece infinito. Esa última puerta es la de mi cuarto. Entro y veo la cama destendida, el cuarto desordenado. Al final del camino, hay caos. Recuerdo cuando era niño, cuando comía lo que había en la casa; quizá renegando porque no me gustaba pero despreocupado porque siempre había algo. Recuerdo cuando jugaba con todo. Cualquier cosa con un poco de imaginación era el mejor de los juguetes. Recuerdo cuando tenía algunos programas favoritos a una hora determinada y no me perdía ni un capítulo. Recuerdo que jugaba a ser chofer, a ser doctor, a ser abogado, a ser policía. Recuerdo cuando jugaba a ser adulto y era feliz. Si, recuerdo que era feliz, que sonreía mucho. Recuerdo que escribía todas las semanas, y que me faltaban hojas porque todo me parecía especial. Recuerdo también haber escrito que era el hombre más feliz del mundo con todas las limitaciones que en ese entonces me acompañaban. Recuerdo que bailaba en el cuarto solo, como loco, en ropa interior. Recuerdo que era travieso, que me encantaba hacer de las mías. Recuerdo que salía a jugar fútbol, que disfrutaba haciéndolo. Tengo una vaga remembranza de algún libro que planee escribir, de algunos viajes que quise hacer. Recuerdo que quería ser papá, que quería una hija a la cual engreír como loco. Recuerdo que me encantaba tener el cabello largo así me quedara terrible. Recuerdo los rincones de la casa invadidos por mi voz irritante cuando cantaba una canción. Recuerdo aquella radio vieja donde repetía una y mil veces las melodías que me hacían pensar y las transcribía en un cuaderno para aprenderlas y no olvidarlas más. Recuerdo cuando dormía horas de horas y despertaba a un mundo nuevo, lejos de lo que pasó el día anterior. Recuerdo besos que me encantaban, abrazos que me fascinaban, caricias que me volvían loco. Recuerdo gente que ya no está y de la cual no sé mucho. A algunos les decía amigos, a otros los veía reír conmigo. Cada vez me siento más viejo, cada vez siento haber apagado mas velas. No recuerdo haber renegando tanto, ni los dolores de cabeza que de vez en cuando me acompañan. No recuerdo la oreja izquierda doliéndome todo el día. Tampoco este mal humor que me gobierna. No recuerdo tanta resaca de la soledad. No me cansaba tanto viendo a la misma gente, escuchando las mismas cosas. No recuerdo tanta frialdad. No recuerdo este desgano virulento que me obligaba a escupir en lo que antes me entretenía. No recuerdo esta mochila que al parecer cargo y mucho menos reconozco el contenido. Me miro al espejo y no sé quién soy, de dónde vine ni a dónde carajo voy. No tengo memoria de esta mala leche, de estas pocas ganas de que llegue mañana.  No recuerdo cuál fue el último libro que leí. No encuentro ese último baile que disfrute. Ni la última vez que me di un gustito. No recuerdo la última tertulia en la que la pasé bien. No recuerdo la última mujer que besé con amor. No tengo rastros de  mis últimos escritos. No hallo el lugar de donde no me quise ir ni la compañía que escogí para el momento. Cuando niño quería ser adulto y cuando adulto necesito que alguien me engría como niño. Cuándo fue la última vez que lloré hasta quedarme dormido. La última vez que sonreí sin poder para hasta que me duela el estomago. La última vez en que llené mis pulmones de aire hasta tener la sensación de que van a reventar. No me acuerdo de lo último que me compré para verme mejor. De lo último que planee con locura. De lo me antojé con frenesí. No recuerdo algún abrazo inmortal ni algún sabor que extrañe  mi paladar. No tengo noción del tiempo que ha pasado desde que metí un gol o escribí una carta. No sé cuándo fue la última vez que me corté el cabello o estuve borracho. No sé dónde guardé mis municiones para batallas perdidas o en qué lugar dejé rastros para la mala memoria. ¿Elaboré algún mapa con destino al ayer? ¿O quizá alguna mezcla esclarecedora de recuerdos? ¿Tal vez una máquina del tiempo? Fue ayer y no me acuerdo, o no fue nunca y me inventé. Mis recuerdos se ven afectados por este síndrome incurable que trae la adultez. No quiero morir de viejo, porque ha estas alturas ya me siento cansado. No quiero vivir cosas que no sabré recordar. En mayo siempre escribí sobre mi muerte, sin saber que mayo a mayo moría un poco más, y milagrosamente lo recuerdo ahora. Antes de ingresar a este desorden donde duermo, regreso la mirada al pasadizo oscuro y largo que he atravesado. Tengo la sensación de que algo perdí en el camino.

No hay comentarios: