jueves, 20 de septiembre de 2012

Contra

“Destruiré tus hechicerías y no tendrás más adivinos” (Miqueas 5:11)

Hay demonios en mi corazón que han sabido adaptarse. Hay demonios en mi cabeza que a veces me hablan y me hacen compañía. Hay demonios fuera de mi terreno que intentan con su mala vibra desbaratar lo poco de bueno que me queda. He vivido de mi buena suerte toda mi vida, y he sido feliz así. Las cosas que a uno supuestamente lo hacen feliz me han ido visitando de a pocos y me han enseñado a fuego lento lecciones que me han hecho un tipo menos desdichado. He aprovechado las oportunidades que se me han presentado quizá y sin merecerlas. No soy un tipo ganador, soy un tipo con suerte y nada más. Lamentablemente la suerte no se compra ni se merece, por eso a algunos desventurados que no tienen la posibilidad de luchar por lo que quieren o simplemente no tienen la suerte que se necesita para obtener lo que desean se limitan a intentar que todos estén en su condición de miserables. He cambiado mucho, esto de ser adulto ha perjudicado al hombre bonachón que sabía ser y le han dado a mis años un toque de pesadez y mal humor. No soy el niño que veía al mundo como un patio grande donde conseguirás amigos para jugar, sino que prefiero encerrarme en mis territorios y sigiloso esperar la visita de algún enemigo anónimo que intente agredir. Yo no intento agredir a nadie, lo más probable es que salga perdiendo. Lo único que intento hacer es no joder para que ningún impertinente me joda a mí. Siempre he sido un hombre sano, nunca he visitado hospitales con frecuencia ni asistido a terceros para que me inyecten optimismo o algún líquido espeso y sospechoso. Siempre he sido un tipo alegre, no he necesitado de ningún elemento que alegre mis días. Siempre he sido un tipo hábil, esto simplemente porque aprendí a valorar las cosas que me hacen sentir mejor. Agradezco infinitamente el hecho de ser rodeado con gente buena que alimenta mis ganas de hacer bien las cosas dentro de mis posibilidades y me toman de la mano para no caer en ese pozo oscuro y profundo que a veces me pongo a soslayar. Si bien ya no soy el tipo cándido de hace un par de años atrás, todavía intento ser una buena persona. He venido a menos con el paso de los años, y ahora me asalta el temor de terminar en ruinas. Tengo unos mareos sospechosos que los doctores no han sabido resolver porque no los he consultado. Un desgano tal que me da flojera desganarme. Siento que esa habilidad para resolver las cosas se ha perdido y me he vuelto un tipo mediocre y ausente de la realidad. Ando divagando en cosas que no recuerdo pero que me llevan lejos, tan lejos que me pierdo de lo que pasa por aquí. Mi memoria está en peligro de extinción porque no recuerdo haber estado tan distraído jamás. No recuerdo cosas básicas. Esto puede parecer chiste pero a mi jefa no le gusta nada cuando me olvido de las cosas. Es probable que pierda todo lo que he conseguido a base de buena suerte en un par de meses porque la suerte también se acaba. Sueño hace varias lunas que estoy en medio de un maremoto o desastre relacionado con el mar. Son varias las olas que intentan atraparme, noche tras noche, sin mayor éxito. No recuerdo que alguna de esas olas virulentas me haya envuelto en su andar, pero si recuerdo haber escapado temeroso de ellas. Siento un olor a cigarro que no es el que está impregnado en mis dedos o en mi ropa. La sensación de que alguien me sigue o la visita inesperada por la noche de una persona que me ve dormir y se acerca al oído abriendo su boca, dejándome sentir su aliento cerca a mi mejilla. He tenido sueños que me han advertido sobre algún mal momento, incluso a veces viendo a los personajes. Desde pequeño, el ángel que me mandó Dios para cuidarme, me formó en las buenas artes de la fe. He sido renuente una infinidad de veces, pero nunca he dejado de creer aunque haya sido a mi manera. Sí existe el daño y la maldad, pero si existe eso, también existe la protección y el bien. No sé si me merezco las cosas que yo he logrado ni tampoco si me durarán. No es mi culpa que me haya acostumbrado a reír de vez en cuando y a burlarme de las cosas porque no gano nada tomándolas muy en serio. Yo no escogí a la gente que me rodea, alguien las puso en mi camino para algo y he intento aprovechar su compañía al máximo y aprender lo que tenga que aprender. Hay días en que todo sale muy mal, en los cuales desde que me despierto suelo romper algo o recibir una mala noticia. A veces estos días se prolongan y pueden convertirse en semanas. Hay veces en que me cuesta un poquito más sonreír o simplemente no hay escusas. La sabiduría infinita de mamá dice que todo eso es simplemente “FALTA DE DIOS”; ahora sé a lo que se refiere.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Escribe mas seguido ya?????