No. Nuca me vi entrando a una
iglesia, vestido de terno, acompañado por alguna canción solemne que me
conmueva. No tenía conocimiento sobre firmar algún documento que me comprometa
a compartir algo más que mis próximos días. Yo nunca soñé con el matrimonio y
esas cosas. A pesar de mi sentimentalismo y mis conceptos de familia, no
recuerdo haber planeado eso. Hoy, a mis recientes veintisiete años, me siento
amenazado por esa idea. Esto debido a que supuestamente en el proyecto de vida
o por temas de presión referidos al reloj biológico, ya debería contemplar esta
posibilidad. Pero si en el peor de los casos tanteara esta peripecia, y
quisiera idealizar mi idea del amor bajo estos términos, creo que sería justo
que me permitieran hacerlo. No me imagino que alguien me diga no te puedes
casar porque estás viejo, eres cabezón, eres cholo o negro. Porque tu condición
social no lo permite o porque no calificas para este tipo de trámites. Sin
llegar a casarme; no aceptaría que me prohíban declinar a la idea de compartir
más allá de mis fluidos y proyectos, mis deseos de compartir los frutos
tangibles e intangibles de mi unión conyugal. Me encantaría poder despertar al
lado de la persona que amo, y con la que decidí “hacer patria”, sin vergüenzas inefables
ni miedos legales que no me permitan disfrutar por mis decisiones. No solo los
solteros deberían hacer lo que quieren, los casados también. No se trata de un
tema religioso o moralista, creo que es un tema legítimamente legal que un
ciudadano pueda escoger a quién heredarle sus bienes o beneficios. Si he
decidido compartir algún orifico mío, creo que es justo que también comparta los
frutos de mi trabajo o mis buenas decisiones. Si declino a la idea de amar a
una mujer, y encuentro a bien refugiarme en los brazos de un varón, me
encantaría poder compartir todo lo que sea posible con el ser amado: años de
buena compañía, sueños, el seguro social, y todos los bienes que logremos
adquirir. ¿Alguien que no ha tenido la sabiduría de ahorrar o asegurarse no
tiene el derecho de ser protegido por otra persona? ¡Pamplinas! Me sentiría más
que feliz al poder brindarle mis beneficios a mi pareja. Que pueda hacer uso de
mi seguro privado, que acceda al club del que soy socio, que en caso de fallecer
intempestivamente reciba por ley el derecho a mis propiedades. Que pueda hacer
uso de mis ahorros de la AFP los cuales estoy seguro no llegaré a disfrutar.
Legalmente, y a pesar de cualquier herencia que podamos dejar en vida, si uno se
muere y deja familiares o indefensos o codiciosos, por ley les corresponde dos
terceras partes como mínimo, al declararlo así un código civil obsoleto, “herederos
forzosos” les dicen. Es difícil poder aceptar que hace algunos años atrás las mujeres no
podían votar por un presidente. Que las mujeres no podían trabajar u ocupar un
cargo público. Que alguien pueda terminar el colegio antes de los quince o que los
padres arreglen los matrimonios por dotes cuando los futuros novios tienen
cinco años. No podría imaginar que mis padres me obliguen a seguir una carrera
que no quiero o a ir a una guerra o al cuartel porque sí. Eso pasó, y ante el cambio seguro muchos se opusieron. Ahora
intentamos detener o frenar momentáneamente algo que pasará porque es lo más
justo e inteligente. ¿Democracia? Apliquémosla. Y en verdad para no herir susceptibilidades
mediocres, me parece inteligente que no lo denominen matrimonio sino unión
civil. Dios pidió que nos amemos, y el amor no sólo son besos y abrazos.
Tenemos el derecho y obligación celestial de amar a todos los que podamos, ¿por
qué no dejan formalizar un tipo de amor? El Papa lo ha dicho; muchos países primer
mundistas ya lo han aceptado. Somos unos cavernícolas románticos si creemos que
esto en nuestro país no se dará. Saludo al congresista Carlos Bruce por
presentar un Proyecto de Ley que se caía de evidente por ser justo. He
escuchado a muchos decir que no quieren que sus hijos en las calles vean a dos
personas del mismo sexo besándose y agarradas de la mano (sin hacer de esto un
escándalo obviamente), sin tener la seguridad de que quizá, esta ley necesaria, beneficie
a sus descendientes. Nosotros quedaremos
a la larga en el olvido, dejaremos producto de nuestros actos un mundo mejor o
peor para quienes vengan. Las decisiones que tomemos van a repercutir en el
tiempo y no estaremos para pedir disculpas. Todos tienen su mariconcito en el
fondo, y es justo que pueda ser feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario