jueves, 16 de enero de 2014

Los días del cojo


Soy un ser asqueroso. Me levanto a la hora que quiero, generalmente pasada la hora del almuerzo. Me levanto siempre con el pie derecho y generalmente sólo para ir al baño. Me veo en el espejo y reconozco a un tipo que está adelgazando, de greñas desordenadas y faltas de champú. El poco ejercicio realizado en el gimnasio ha perdido valía y se arrincona en mi vientre, haciendo de ésta la única protuberancia considerable en su cuerpo venido a menos. Soy un prisionero sin defensa pertinente, que pasa sus meses de sentencia en una cama desatendida, frente a un televisor que sólo reproduce partidos de fútbol (muchas veces repetidos) y acompañado por un libro tan gordo como él mismo. Libro que se posa en el suelo, casi debajo de la cama. Usa su ordenador como la ventana hacia un mundo diferente. Lee una y otra vez las noticias de su agrado, tratando de no caer en política. Revisa todos los diarios deportivos para enterarse de alguna contratación o noticia resaltante. También recurre a los “diarios chicha” los cuales no atendía. Por ende, sabe que pasa en el fútbol nacional, los últimos jales y las posibles contrataciones; las fechas de los partidos amistosos y sus resultados. Los horarios de las diferentes ligas europeas y cómo va la tabla de ubicaciones y qué se juega en cada partido. Por otro lado, está enterado de los cambios en los programas de competencia en la televisión peruana. Quién sigue y quién se va. Las señoritas que han sido acosadas por un reportero mañosón, quién se sentará en un famoso sillón rojo esta semana y algún ampay de moda que entretiene a todo el mundo un par de días. Desde su cama, reproduce alaridos para que le lleven el desayuno, el almuerzo y cena. Lanza otro tipo de sonido cuando desea que le acerquen alguna cosa o le apaguen la luz. No sabe qué día es, desconoce la hora. Se ha hecho de su kit de herramientas y en momentos de desesperación, toma el alicate para intentar liberarse. Mira por la ventana, ve la lluvia caer inclementemente. Sus amigos entran en su habitación, en su celda, en su cárcel improvisada tapándose la nariz por los malos olores que emana, inmediatamente abren la ventana. Lo miran con el cabello crecido, pegajoso. El los espera desparramado entre sus sábanas mugrientas, sin el mínimo de vergüenza. Le preguntan cómo está, si se siente mejor. Él les responde que lo maten, que acaben con su dolor. Se ríen creyendo que es broma. Le preguntan si quiere que le traigan algo (un vaso con agua, un libro) y el pide una sierra, un serrucho que facilite la idea de liberarse de ese yeso aguafiestas que lo tiene postrado (el alicate no sirve). Ha salido un par de veces a pagar algunas obligaciones o a la clínica. Todo el mundo le mira la pierna, lo hacen sin un ápice de delicadeza y el si pudiera corretearlos y hacerles daño lo haría, pero recuerda que pudo haber sido peor y respira profundamente. Vive  en un cuarto piso y hacer el recorrido es un vía crucis que prefiere evitar. Le faltan semanas, casi un mes para empezar una rehabilitación necesaria si desea recuperarse del todo. Necesita un par de terapias físicas y otro par mentales que lo ayuden a reponerse. Le va a costar diferenciar los días de las noches, levantarse a horas adecuadas, bañarse. Va a sufrir cuando regrese a su trabajo, si es que aún no lo han despedido. Tenía sus medias ordenas, siempre bien emparejadas, ahora sólo utiliza una de las dos y a divorciado aquella unión sagrada en su cajones. Se ha percatado del desgaste en sus calzados, todos los pares derechos se encuentran en desventaja al par izquierdo. Odia hacer el esfuerzo de levantarse para ir a la cocina y a mitad del camino tener ganas de ir al baño y regresar. Roza la depresión al no poder asistir a sus partidos de fútbol los miércoles por la noche. Se siente más inútil, un miserable total. Entonces intenta recordar los días en que podía caminar, en que podía transportarse a su antojo por los recovecos de la vida sin pedir ayuda. Recuerda como era antes de aquel incidente y llega a la conclusión que la única diferencia, es el yeso.

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