martes, 4 de febrero de 2014

Hermanito menor

Siempre tomas poco, te emocionas igual y te embriagas mucho. Me visitabas junto a un colega nuestro en el arte de libar, me visitabas en aquel cuarto que a veces hacía de cantina encantadora un sábado por la tarde cuando no había nada mejor que conversar. La computadora vieja comprada de segunda mano, con más virus que archivos facilitaba canciones guardadas, canciones que coreábamos e inmediatamente venía un recuerdo que llevaba a otra canción aún más melancólica (sin ser esta una balada). Comprábamos una damajuana de vino barato que no sabía pronunciar y lo mezclábamos con una gaseosa local para dosificar el mal sabor. Litros de sangría asesina que más que un veneno para la salud era un remedio para nuestras almas cansadas con tan poco trajín. Tú casi siempre complicándote la vida por una loca que al principio era guapa y terminaba como la más puta. La sonrisa extraviada te delataba y sabía que las copas habían trepado tus casi dos metros. Aquella guarida donde sólo entraba mi cama y algunas otras chucherías era un campo de batalla de techo chato. Un baño generoso que nos invitaba a desintoxicarnos un poco. Baño donde te encerraste a llorar alguna vez alguna de tus desaventuras. Aquella noche te arrojé por la pequeña ventana de las gradas todos mis calzados con muy mala puntería. Tuve que hacer alarde de una delgadez extraviada como aquellas tardes para sacarte no sé cómo. Contigo probé mi primer porrito, también el segundo y el tercero; donde recién conocí otros planetas y giré y giré en una rueda mágica que no supe parar por lo que reparé en no subir más. Aquella noche en que vestía un terno viejo, visitamos un parque desolado con un par de cómplices bienintencionados y me velaron en el jardín. Mis penas nunca fueron más grandes que las tuyas, y las pocas veces en que entristecí a tal punto de tener que compartirlo, me reponías porque te acordabas de alguna de las tuyas y tu llanto siempre fue más desmedido que el mío y pasaba de la pena al consuelo ajeno. Precisamente afianzamos lazos en uno de tus cumpleaños, donde me presentante personas raras que hoy por hoy también son mis amigos. Tomaste mucho, y saliste en pijama a morder tu torta y despedir a los invitados. Fanático de mis “jugos churreteros” como cariñosamente bautizaste. Viajes anecdóticos a la playa, Bolivia y a una laguna cercana, donde nuestra nacionalidad desvariaba y generalmente pasábamos a ser argentinos (porque el dejo cubano no me sale bien) y la gente nos creía.  Anécdota como aquella vez en la farmacia del Colca, donde pedías pastillas para tu dolor de cabeza por la altura y yo irrumpiendo cariñoso, tomándote de la mano por sorpresa y pidiendo condones. Te querías morir y todos nos reíamos. Fui culpable de algunas de tus relaciones amorosas, todas infructuosas y terminadas en escándalo, por lo menos para ti. He decidido no involucrarme en ese tema debido a los daños ocasionados y con la plena seguridad de que solito haces un trabajo terrible y no necesitas de mi apoyo. Las caminatas por los mall para que te compres ropa, donde sólo te acompañaba y salía con dos bolsas de ropa que escogiste para ti pero te quedó chica y la compré yo. La poca ropa que te comprabas la llevabas a tu casa diciendo que era ropa que no me quedaba a mí y cogías como regalo, sabiendo que me triplicas en tamaño y peso. El concierto de Arjona al que no querías ir y terminaste llorando en el piso. Las tareas que te dejaba cuando ingresaste al trabajo y te tonteaba en todo una y otra vez para beneplácito de mi sentido del humor. Tus palabras de despedida por mi ascenso y el momento más gay de mi vida. La cena romántica que me ayudaste a organizar y tu personaje afrancesado y divertido. La escolta en pijama a un duende en navidad. Los malos momentos ocasionados por cosas que tienen que pasar aunque a veces no queramos. Las mudanzas en que me ayudaste. Los consejos que me diste como experto y asiduo visitante de los baños de los mall. Tus primeros días manejando que todavía no son mejores que los actuales. Las miles de fotos que tomas donde todos salen bien (porque tienes el don) pero igual borras porque crees que tú no (¡marica!) Aunque últimamente el tiempo transcurrido nos ha moldeado a su antojo y las cosas no son iguales, a pesar de tus quejas interminables y tu “modo nena”. Entrando en detalles como que vivo con el enemigo o que mi alpinchismo te es insoportable. Entenderás cuando leas esto (si es que te enteras animal) que no eres una aventura (ja). - “A las personas buenas le suceden cosas buenas” – y es por eso que a pesar de cualquier vicisitud o etapa en la que andemos, a pesar de que cumplas los años que cumplas y sean estos más que los míos, siempre terminarás siendo ese hermanito menor al que tengo el deber y orgullo de cuidar.  Sabes que siempre contarás conmigo, no como primo (por obvias razones) sino como tu hermano mayor. Feliz Cumple pequeño JC.

No hay comentarios: