viernes, 5 de septiembre de 2008

La bebida del Perú

Cara de hombre serio, de bulldog, grandote y rechonchito; esa fue la primera impresión que Yusef (compañero de capacitación y a la postre, un buen amigo) me dejó el primer día. Me tocó también (como cosa del destino) compartir grupo con él, donde ya contándome sobre la diabetes psicológica que padece, me sorprendía diariamente con la seis (como mínimo) Inca Kolas que se tomaba una tras otra, compartiéndola con todos con una alegría desbordante. Entre Yusef y la Inca Kola existe un amor intrínseco, inquietante, sibilino. Yusef dependía más de aquel líquido rubicundo y efervescente que del aire mismo. No sólo tenía un nombre raro, también poseía un par de apellidos elocuentes, el segundo, ilustre. Yusef pertenecía directamente a la familia Inca kola, siendo nieto del fundador de aquella bebida. Compraba miles de Inca Kolas teniendo en su armario un millón más. Yusef se inyectaba insulina, la cual le bajaba el azúcar de la sangre de una manera chúcara y desmesurada. Él no se hace problemas y la estabiliza con un par de Inca Kolas, y termina no sólo repuesto sino que también feliz. A Yusef no le funciona el celular, el cual posee un valor sentimental; aquel valor sentimental no basta, Yusef lo arroja al mar de Barranco sin complicaciones y se compra uno mucho más caro y bonito, y con dos días, con mucho más valor sentimental que el anterior. No hay hombre más mujer que Yusef, un cabro formidable que coquetea con todos los varones del grupo, incluyéndome. Lo hace de una manera agradable, mandando besitos, guiñando el ojo, arrugando su naricita y luego, descarado, se echa a reír sabiendo que le sale regio aquel jueguito afeminado. Parece misógino cuando juega al mariconcito. Yusef se hizo de una enamorada en plena capacitación, a la cual engreía no sólo con besos y abrazos, también lo hacía pagándole en secreto y con desprendimiento cualquier cuota efímera que se presentara. Yo mataría por estar con él. Yusef tiene un gran sentido del humor, mucho vello en pecho y una Nana a la que quiere mucho. A Yusef le resbalan las cosas, se ríe de todo. Yusef se ha hecho una “Y” de Yusef (que casualidad) en el pecho, afeitando sus vellos en un momento de arrebato. Yusef confía en su Nana, la cual le recomienda agua de manzanilla en forma de gotitas para los ojos; Yusef se las hecha confiado, baila todos los ritmos posibles, lagrimeando a muerte y musitando con gracia: “Vieja chuchasu…”. Yusef, en contra de su voluntad, se ha cortado el cabello por exigencia del banco, parece un niño viejo, con aquel corte semihongo que lo hace ver chistosísimo; ya no es un bulldog, ahora es un pastor ovejero. Yusef me dio tres piquitos frente a toda la capacitación, todos previamente planeados para armar un escándalo, tres piquitos que nunca voy a olvidar. Yusef comparte Inca Kola y también su gracia, jugando bromas a todos los chicos por la noche cuando estos se quedan dormidos. Juega bien fútbol, vóley, sobre todo póker, donde es más sínico que nunca. Yusef es una gran persona, que deja de serlo si te ve tomando Coca Cola.

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