jueves, 27 de noviembre de 2008

Mes de diferencias

Trabajo tranquilo porque hasta ahora no me ha faltado plata en el Banco. Entro a ventanilla sabiendo que para ser comienzo de mes, ya estoy delicado económicamente; entonces me río, me burlo de la situación y sigo intentando trabajar. Se acerca Amparito, mi supervisora inmediata y algo triste me comunica que han encontrado un billete de veinte soles falsos que me pertenece. Yo observo el billete absorto y me vuelvo a reír. – Estoy de mala suerte- me digo y sonrío incrédulo. Minutos después Amparito regresa aún más compungida y me dice que también hay un billete de cien soles. Yo ya no río, la miro pensando que es una broma de mal gusto pero no lo es. No pasan ni dos minutos y Amparito se acerca con otra hoja, me temo lo peor. Se acerca y me entrega aquel papel que no quiero ni ver. – Firma la asistencia - me dice mientras yo sudo en frío. Me he prestado dinero de mi mejor amigo, que opuesto a mi azarosa suerte, ha ganado mil soles en el casino. Pasan un par de días y en mi caja faltan ciento cincuenta soles. Dos días después otros cien soles. Pienso en que debí prestar más atención en las clases de matemática. Atiendo a los clientes con cuidado, desconfiando de todos, sabiéndolos cómplices, imaginando que entre ellos se pasan la voz que el de la ventanilla dos no sabe sumar ni restar (ni con calculadora) y da vueltos demás. Entonces, atrincherado en mi ventanilla, contando cifras minúsculas y atendiendo a un ápice de clientes, ahora me falta en caja cincuenta soles. Pienso que esa ventanilla es algo así como el triángulo de las bermudas, un agujero negro. Atiendo aún más lento. Los clientes se quejan, mandan indirectas y directas que quedan minimizadas por mi mirada malhechora y algo esquizofrénica. Yo no quiero perder plata y ellos no quieren perder la vida.

Mis primos le dicen a mi tía (su mamá) que soy un avaro, que no comparto los gastos de la casa. Le dicen que no pago el gas; que me acabo el detergente, que tienen que esconderlo de mí porque arraso con él. Que no compro pan; que no limpio; que no aporto nada positivo para la casa. Mi tía habla con mi madre, la cual no duda en llamarme temprano comunicándome todo muy preocupada, diciéndome que debo de portarme bien, que no debo de ser tan angurriento. Yo no entiendo nada porque tengo sueño. Más tarde, algo más lúcido pero aún con sueño, comprendo todo medianamente. Recuerdo y sí, no pago el gas, sólo doy la tercera parte que creo me corresponde y supongo que eso están mal. Entonces, me siento culpable de acabarme todo el detergente sin saber que hago con él, porque yo lavo con jabón. Recuerdo que no doy dinero para el pan porque mi primo se levanta temprano a hacerlo, porque sus clases lo exigen así, porque no pienso levantarme antes que él. No compro pan porque mis primos están algo gorditos y deseo hacerles el bien. – Soy un avaro - me digo. Veo el detergente por ahí y decido esconderlo rápidamente porque sé que soy un enfermo y me lo puedo acabar en no sé que, pero igual, por si acaso. Pienso en que el gas se está acabando y mi aporte es insuficiente. Mis primos por las noches contribuyen tirándose flatulencias que ciertamente son gases. Me siento el chico malo, el tipo oportunista, el zángano de la familia y no me siento mal. La casa está llena de hormigas y supongo que es mi culpa, por eso las mato sin aspavientos, las mato porque me siento culpable y porque no soporto que sean tan activas. En el trabajo pienso en mis primos y tengo más faltantes que ya no me incomodan. Mi tarjeta de crédito revienta y yo reviento a las hormigas.

Mis primos me tratan con cariño y no entiendo nada. Son tipos de gran corazón. Estoy endeudado porque pierdo dinero, por no saber sumar ni restar, tal vez ni escribir. Trabajo con sumo cuidado, sumando y restando con calculadora ochenta veces. Las diferencias con mis primos son menores siempre y cuando escondan el detergente y yo contribuya con el gas aunque sea por las noches. Noviembre se acaba y creo que lo voy a extrañar.

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