miércoles, 19 de noviembre de 2008

Mi amante infiel

Lula es una amante estupenda. La conocí hace tiempo, hace años, cuando la pubertad visitaba nuestras vidas. Siempre fue una chica bien proporcionada, de epicúreas facciones. Nos hicimos íntimos por casualidad, por cosas que no sabremos explicar nunca. Ella andaba con su enamorado, un conocido mío que había olvidado (como muchos) y con el cual nunca tuve mayor confianza. Después de mucho tiempo la vuelvo a ver, quizá y un año exacto. Está más delgada, más tenue, con otro peinado; consumida por el trabajo que la tiene ocupada y cansada. Muchas promesas quedaron pendientes en conversaciones pasadas por internet, promesas afiebradas y nocivas que impidieron que durmiera varias noches. Yo ando sin dinero, por azarosas circunstancias acaecidas en mi contra. Ella anda sumisa, delicada, como nunca antes la había visto; porque yo la recuerdo como una leona, como una mujer de armas tomar, que conmigo, menos mal, siempre fue cariñosa. Ella no va por las ramas, es directa y valiente. Sabe que sus promesas han quedado pendientes y no pretende aquel juego absurdo del flirteo y la perdida de tiempo. Yo sé lo que va a pasar, sé lo que va a suceder y tengo miedo; miedo de no llenar sus expectativas, de no complacer a esa mujer que muchos hombres han de desear, incluso su jefe, quien le ha propuesto de todo un poco indirectamente. Compramos un vodka (del gusto de mi paladar) y encomiendo en él mis esperanzas de ser el varón que ella merece. Conversamos mucho, ella más que yo. Me cuenta que se está portando bien, de que su cuerpo no ha sido visitado hace buen tiempo. Yo dudo un poco de lo que me cuenta pero no digo nada. Me habla de su ex, su primer amor, su primer hombre, el primer canalla que la busca y la llama prometiéndole el mismo amor machista y trasnochado que le ofrecía de manera no muy sincera. Ella sabe que él es un tonto, un hombre que intenta tapar el sol con un dedo abusando del cariño que ella le puede tener. Ella todavía lo quiere, habla de él con amor y resignación, porque sabe que no va a cambiar. El alcohol empieza a hacer efecto y bajo la luz delgada del televisor y aquellas baladas en inglés que yo no planeé pasa lo que tiene que pasar. Dentro de la intimidad le digo muchas cosas, quizá por un acto de inercia o por el vodka amigo. Le digo cosas que no acostumbro y pueden ser contraproducentes, cosas como “mi amor”, y muchas otras jaladas de los cabellos que no van al caso. Ella se entrega como la mujer que es, sin miedos ni complicaciones. Nos hemos reído de la vida esa noche, festejado un reencuentro memorable que se da cada cierto tiempo no menor. Mi amante no me ama pero me quiere, confía en mí y eso ya es mucho más de lo que pido. Yo no pretendo amarla pero la respeto. Entre nosotros existe un código indescifrable pero práctico, que presenta ínfimas contrariedades. Yo sé que mi amante no me es fiel, o por lo menos creo saberlo, y no pretendo que lo sea, porque dejaría de ser tan buena amante. Yo no intento ser más que eso, su amante displicente, ineficaz, que lo único que hace bien es quedarse calladito mientras ella cuenta (con pasión) todo lo que le sucede. La dejo en su casa y no la vuelvo a ver. Ella tiene que viajar a su ciudad y yo tengo flojera de ser cursi. Me escribe un mensaje disculpándose por no haber sido una buena amante y haberse quedado dormida. Eso es lo último que esperaba, que ella se disculpe cuando yo estoy agradecido de que me tenga ese cariño tan poco interesado y que me dé licencias que ni a su ex le dio con tanta facilidad. Lula es una amante estupenda, aunque no me sea fiel y tampoco me lo cuente.

2 comentarios:

DifuseColor dijo...

seria para mi muy divertido
poder tener un amante casual
pero ke no buscara llenarme solo mi sexo con gozo
sino mi alma con locura
de esa ke el espiritu siempre clama
pero ke a veces nosotros no le podemos dar

saludos

me gusta como escribes... lei el del hombre mas feliz del mundo
pero era una entrada tuya un tanto vieja.

DifuseColor dijo...

asi es
no me dejo caer
saludos!
y ke escribas pronto