martes, 20 de enero de 2009

Presagio

Comenzar el año cagando en la discoteca augura un año cagón. Desde ese primero de enero no recuerdo haber utilizado el servicio con tanta pasión, con tanta gallardía, con tanta… pujanza. No entro al toilette hace mucho y hasta he perdido referencias de lo que en ese lugar (ahora misterioso) se hace. No tengo ganas de escribir, no se me ocurre nada a pesar de las cosas cómicas que me siguen ocurriendo, no me visita la muza, no me llama mi madre, no se acuerdan de mí. La chica con la que flirteo esta reloca, posee un pasado tormentoso y lleno de inseguridades para un tipo lánguido y perezoso que por dar la contra a muchos estoy dispuesto a asumir. El cuarto que pretendía alquilar – comprando de esta manera una libertad que necesito –ya no está tan disponible como antes, la dueña dice que tengo cara de pillo, de borrachín, de hombre dedicado al hampa y a los placeres. – Este cuarto está destinado a señoritas. – me dijo. – No se preocupe, le prometo traer una diferente todos los fines de semana – le respondí y creo que ahí murió el amor. Soy un esclavo confeso de mi tarjeta de crédito, a la cual le debo hasta la vida, le debo lo que no tengo, lo que nunca podré pagar, le debo fidelidad. Me aburre la música que antes me divertía y me hacía cantar como enajenado; me hostiga la computadora con la cual nunca tuve química; no veo fútbol y hasta estoy rezando, cosa que no hacía mucho y ahora que lo hago no sólo me sorprende, sino también, me asusta. Estoy convencido de que voy a morir en mayo (un mes precioso para morir), que moriré a causa de una enfermedad que no traté a tiempo, que no pocos me llorarán, que no muchos sabrán de quién es el velatorio, que mis amigo (que no sé quiénes son) usarán de pretexto mi muerte para tomar como vikingos (ya sin la queja de que nunca voy a las reuniones de promo) y bromearán con la escena que yo protagonizaré en aquel cajón viejo. El libro que quería escribir parece lejano, tan lejano como mis esperanzas de cancelar mis deudas con la tarjeta Visa clásica o como usar el baño con frecuencia. Tengo pesadillas todas las noches: sueño que pierdo plata en el trabajo, que recibo monedas falsas, que una niña (la cual creo está muerta) me sujeta y no me deja huir, repite que le pague; que una tarjeta de crédito enorme me aplasta, que mi madre llora, que me caso. Las chicas de las cuales yo era amante ya no me llaman, me dicen que ya no más de juegos inmorales, que ya se aburrieron de mí y mi desgano. Los gatos de mi primo cagan lo que yo no puedo debajo de mi cama y no sólo tengo asco, también envidia. Me salen granitos que empeoran aún más la austera carita que tengo. La plata no me alcanza y voy en taxi. Los días son monótonos y no hago nada por cambiarlos. Enero se termina y yo espero con entusiasmo mayo.

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