lunes, 31 de agosto de 2009

Remembranzas y novedades

He regresado a Tacna, la ciudad que me vio nacer, y los días pasan lentos. He regresado a la ciudad donde viví toda mi vida, la que un día de enero decidí dejar y partir. Las cosas a pesar del tiempo han cambiado un poco pero en esencia sigue siendo todo igual. Mi tía Tere cocina como siempre: delicioso; en especial aquellos porotitos que hoy por hoy son los mejores que he probado. A partir de las seis de la tarde se corta el agua y no hay más que hacer. Por esas horas los porotos magníficos de mi tía hacen efecto y por descuido (por el detalle del agua) ya no puedo entrar a evacuar los alimentos por la noche, por lo que duermo acalorado, amortizando las flatulencias e incómodo. El baño del pasadizo sigue sin un buen foco que lo alumbre por las noches. Al momento de hacer aguas menores, todo se hace una travesía; desde apuntar al inodoro hasta el hecho de subirse el cierre; un error puede ser fatal y doloroso. Las calles todas susurran en secreto y con nostalgia tiempos aquellos: traen vestigios de risas, bromas, festejos, amistades y amores; curiosamente ningún tipo de tristeza mayor al hecho de recordarlas y saber que no volverán. En Tacna la gente ha cambiado, hay caras nuevas, fragancias nuevas, paisajes nuevos. Las chicas están lindas y aun más con sus pantalones Jean de contrabando que realzan aquellos derrieres a veces alicaídos, los realzan como el bromato al panetón. Los chicos muestran sus brazos trabajados y ejercitados con esmero en el gimnasio, así como su prominente barriga que delatan las noches de juerga y cerveza concebidas también con esmero. Salir a pasear es un hola, una mirada, un hasta pronto, un recuerdo. Tacna es una ciudad chica que para bien o para mal te obliga a cruzarte con cientos de personas que conoces o has visto alguna vez; es una tierra de conocidos. Todos se sorprenden de verme cuando llevo ausente casi dos años. Todos me saludan con cariño sin más palabras que: “Qué ha sido de tu vida”. Todos me piden el número de mi celular para salir a divertirnos cuando éste (el número de celular) siempre ha sido el mismo y nunca llamarán, por eso se los doy. Mi casa se ha convertido en un zoológico, tenemos: gallinas, conejos un perro y harto popo de animal; los primeros tres mimados a más no poder por Mary, mi prima, quien adora a los animales; por eso me engríe tanto. Las gallinas ponen huevos sigilosamente para poder comérselos; lo hacen o como protesta por el poco alimento o como acto de rebeldía y maldad. Hace un frío espantoso que no recuerdo y que favorece a mi madre, pues me azuza a no salir por las noches, a dormir temprano y despertar muy tarde. Las empandas de ex - Lira siguen siendo buenas, al igual que los tamalitos y juguitos del mercado, aunque hay que reconocer que no tanto como antes. Las fiestas de Tacna me han conmovido y enorgullecido de esta tierra tan heroica que hoy por hoy es más contrabandera. Mi querida Tacna me enamora de una manera misteriosa, me obliga a huir de ella y recordarla con cariño. He pensado en regresar pero sé qué causaría: sólo retroceder. Lejos de las delicias culinarias, de los Jean con bromato, de la ropa linda, barata y de contrabando; lejos de mi madre que aún me obliga a ir a misa sin éxito, lejos de las amistades y recuerdos yo te pienso más cada día; y de lejos, y con visitas muy esporádicas, Tacna querida, te quiero un poco más.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

leonardo, cada dia mas inspirado, se nota que algo te motiva, sigue asi, no dejes de escribir

Djuna dijo...

retroceder... cuando lo que queda del cigarrillo es el humo!