He regresado a Tacna, la ciudad que me vio nacer, y los días pasan lentos. He regresado a la ciudad donde viví toda mi vida, la que un día de enero decidí dejar y partir. Las cosas a pesar del tiempo han cambiado un poco pero en esencia sigue siendo todo igual. Mi tía Tere cocina como siempre: delicioso; en especial aquellos porotitos que hoy por hoy son los mejores que he probado. A partir de las seis de la tarde se corta el agua y no hay más que hacer. Por esas horas los porotos magníficos de mi tía hacen efecto y por descuido (por el detalle del agua) ya no puedo entrar a evacuar los alimentos por la noche, por lo que duermo acalorado, amortizando las flatulencias e incómodo. El baño del pasadizo sigue sin un buen foco que lo alumbre por las noches. Al momento de hacer aguas menores, todo se hace una travesía; desde apuntar al inodoro hasta el hecho de subirse el cierre; un error puede ser fatal y doloroso. Las calles todas susurran en secreto y con nostalgia tiempos aquellos: traen vestigios de risas, bromas, festejos, amistades y amores; curiosamente ningún tipo de tristeza mayor al hecho de recordarlas y saber que no volverán. En Tacna la gente ha cambiado, hay caras nuevas, fragancias nuevas, paisajes nuevos. Las chicas están lindas y aun más con sus pantalones Jean de contrabando que realzan aquellos derrieres a veces alicaídos, los realzan como el bromato al panetón. Los chicos muestran sus brazos trabajados y ejercitados con esmero en el gimnasio, así como su prominente barriga que delatan las noches de juerga y cerveza concebidas también con esmero. Salir a pasear es un hola, una mirada, un hasta pronto, un recuerdo. Tacna es una ciudad chica que para bien o para mal te obliga a cruzarte con cientos de personas que conoces o has visto alguna vez; es una tierra de conocidos. Todos se sorprenden de verme cuando llevo ausente casi dos años. Todos me saludan con cariño sin más palabras que: “Qué ha sido de tu vida”. Todos me piden el número de mi celular para salir a divertirnos cuando éste (el número de celular) siempre ha sido el mismo y nunca llamarán, por eso se los doy. Mi casa se ha convertido en un zoológico, tenemos: gallinas, conejos un perro y harto popo de animal; los primeros tres mimados a más no poder por Mary, mi prima, quien adora a los animales; por eso me engríe tanto. Las gallinas ponen huevos sigilosamente para poder comérselos; lo hacen o como protesta por el poco alimento o como acto de rebeldía y maldad. Hace un frío espantoso que no recuerdo y que favorece a mi madre, pues me azuza a no salir por las noches, a dormir temprano y despertar muy tarde. Las empandas de ex - Lira siguen siendo buenas, al igual que los tamalitos y juguitos del mercado, aunque hay que reconocer que no tanto como antes. Las fiestas de Tacna me han conmovido y enorgullecido de esta tierra tan heroica que hoy por hoy es más contrabandera. Mi querida Tacna me enamora de una manera misteriosa, me obliga a huir de ella y recordarla con cariño. He pensado en regresar pero sé qué causaría: sólo retroceder. Lejos de las delicias culinarias, de los Jean con bromato, de la ropa linda, barata y de contrabando; lejos de mi madre que aún me obliga a ir a misa sin éxito, lejos de las amistades y recuerdos yo te pienso más cada día; y de lejos, y con visitas muy esporádicas, Tacna querida, te quiero un poco más.
2 comentarios:
leonardo, cada dia mas inspirado, se nota que algo te motiva, sigue asi, no dejes de escribir
retroceder... cuando lo que queda del cigarrillo es el humo!
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