martes, 24 de agosto de 2010

Tengo besos y abrazos

Recuerdo cuando con Rebeca (aquel fantasma dulce que me persigue) andábamos de la mano por las calles taciturnas de Tacna; con dieciséis o diecisiete años a cuestas, bromeando de todo, despreocupados de la vida, enamorados (presiento). Cuando me desesperaba por verla los fines de semana, esto si sus padres le permitían salir a la casa de su amiga, lugar de encuentro estratégico. Recuerdo los poemas que le escribía, que le mandaba con mi pequeña sobrina al colegio (ella, mi sobrina, siempre tan tierna y servicial), las miles de cartas que intercambiábamos, los besos más profundos que recuerdo, su sentido del humor tan dulce. Recuerdo la agonía que me acompañaba de lunes a viernes, casi mortal, que se disipaba por poco al extremo de inexistente cuando la veía asomarse y verme con esos ojitos verdes con los que aún sueño. Han pasado años desde entonces y todavía hay rezagos de todo ese sentimiento inmaculado que Rebeca, mi primer amor, me inspiró durante dos años. Sofía asomó una noche de verano, rebelde y alocada, arrasó conmigo y mis prospectos como un huracán. Ella con su infinito amor por mí me conquistó irremediablemente. Sus locuras me hicieron reír y llorar de verdad y me demostró lo difícil y divertido que es la convivencia, porque paraba con ella casi todo el día: íbamos de compras juntos, dormíamos y amanecíamos juntos, intimábamos como dos viejos amantes. Los días con Sofi pasaron llenos de emociones, pasaron como aquel verano en que nos conocimos y en el cual, sin más escusas, me conquistó. Tacna me regaló estas dos historias lindas y hoy melancólicas que recuerdo con cariño. Llegué a Arequipa huyendo de una ciudad que no tenía más que ofrecerme, intentando hacerme hombre con todo lo que esto implica. Mi búsqueda de la felicidad esta totalmente relacionada a ese amor con el cual creo, sólo he coqueteado. Mi búsqueda de la felicidad y mi proyecto de vida (que es mediocre y cursi, lo admito) no ataña el acumular riquezas y tener un millón de dólares en el banco, ni carros, ni casas, ni acumular riquezas que me hagan menos humano. Quiero el dinero necesario para vivir tranquilo yo y los míos, que en verdad no serán muchos. Han pasado años desde entonces, y el tiempo ha sabido poner en mi camino chicas lindas que han cuidado de mí con esmero. Chana y Cristina, dos chicas grandiosas con las cuales, con un poco más de voluntad, hubiera podido vivir una relación encantadora. Ambas despertaron interés en mí, pero por esta abyecta manía de temerle al compromiso, no les brindé lo que se merecían. Desde que llegué a la “Blanca Ciudad”, no me esmerado por conquistar a nadie o por cumplir por lo menos medianamente, aquel proyecto de vida ligero pero añorado. Mis relaciones en Arequipa han durado poco porque yo no fui el que las escogió, porque yo no fui quien planeo un flirteo delicado y romántico, como más o menos me gusta. No me he esmerado mucho por sorprenderlas si es que a ellas las sorprendí (Chana y Cristina). Entonces, ese vacío, esa retención de besos y abrazos, esas ganas de escribir cartas de media noche a puño y letra, esos poemas que todavía no son por falta de escusa me están consumiendo y acumulándose es este pecho lampiño que casi casi, quiere explotar. Camila apareció, y como siempre, no me llamó la atención a primera vista, no me flechó con la primera mirada ni me conquistó con su sonrisa. Las cosas se dieron naturales y convirtieron el día a día del trabajo en miraditas y sonrisas cómplices y risueñas. Cami se muestra como una chica comprometida con sus ideales religiosos, los cuales respeto y hasta incluso creo plausibles por su coraje. Camila se refugia en teorías espirituales y pone barreras entre los dos. Camila y sus conceptos tienen un enamorado, un enamorado noble y pacífico que ha intentado cuidar de ellas como todo un caballero. No sé en qué momento pasó esta intención mía de un capricho a una realidad que por gallardía no puedo negar. No sé en qué momento me convencí de lo que quiero y a pesar de saber que está mal (creo), no pretendo retroceder mis tropas del terreno ganado. No sé desde cuándo pienso en Camila en algo más que una compañera de trabajo o un capricho innoble. He sido ya, sin compartir una relación con ella, un canalla que por sincero, imprudente; y cómo pocas veces, arrepentido de haber dicho y hasta incluso escrito en su contra y en contra de su enamorado que a diferencia mía, es un caballero sin despeinarse. No sé lo que pretendo, si está bien o mal que me inmiscuya en una relación que goza de dos años de compromiso, un compromiso que poco a poco viene a menos y prefiero acabe por el desgaste que por intromisiones mías. A Camila la veo frecuentemente por cuestiones laborales y sé que es difícil hacerse el loco o desprenderme de mis intenciones que no son malas, sólo impertinentes. Tengo besos y abrazos acumulados que han visto en Camila un buen puerto. Camila es una buena chica que admira a su enamorado, que se siente protegida, pero intuyo (y lo digo con humildad y el mayor de los respetos), no es la pareja que le ofrece esa relación natural y fluida que la haga enamorarse de verdad y le permita ser ella misma. Presiento que Camila se aferra como naufrago a la orilla con más resignación que empeño. Hace tiempo no me acerco a alguien, la miro a los ojos, le tomo las manos, y con nervios por doquier, le digo: “Me acompañas a estar solo” o en otras palabras “Quieres estar conmigo”. Ya me olvidé como es eso de conquistar a alguien. El altruismo dice que no debería meterme, porque sé que no me gustaría que un tercero aparezca y se lleve a mi chica (aceptando la derrota y sabiendo que ella decidió y dentro de la democracia que yo busco es válido y por demás correcto). Por otro lado una propaganda de desodorante me dice que deje de ser amigo (sólo tengo una amiga) y empiece a ser hombre. Esta única amiga me dice que en el amor y la guerra se vale todo; yo, un poco más protocolar, intento no ser uno de esos tantos robanovias de los cuales hasta yo me he quejado. Yo no voy con maldad, ni con la pierna arriba intentando hacer daño a alguien. Mis intenciones son buenas, aunque muchas me vean como un chico malo. Camila cree que yo estoy enamoradito de ella y me ve con una pena que me hace sentir subestimado. Camila cree que es mejor tratarme como amigo y alejarse con discreción, lamentablemente sólo lo cree mas no lo quiere ni lo siente, lo presiento. Yo no me muero por nadie ni pretendo morirme por nadie nunca, soy radical y egoísta conmigo mismo si me lo propongo (el arte de ser autodestructivo y tenerme como principal enemigo me permite hacer esto con cierta facilidad). En conclusión, tengo besos y abrazos contenidos, presos por falta de recepcionista y la duda de ser o no ser aquel galán mezquino (con la relación de Cami) que arriesga su orgullo. Pd: Si tú, amable y despistado lector, estás carente de cariño y buscas un besito dulce y un abrazo cálido para calmar la carencia de cariño, con confianza, comunícate conmigo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y esa unica amiga tuya, Monica, insiste en que en la guerra y el amor todo se vale, pero tu mi leonardo, vales mas que cualquier guerra, definitivamente nunca hagas retroceder tus tropas porque no se sabe cuando el enemigo dara un paso al costado te quiero!