Viernes 10 de septiembre, 11:30 de la noche; es víspera de mi cumpleaños. Tengo unas ganas bárbaras de tomar, de libar y entregarme a los efectos del alcohol. Los chicos no me han dado bola, todos saben que el sábado tenemos que trabajar y prefieren guardarse para la noche siguiente y nadie quiere salir conmigo. Estoy en casa y tengo ansiedad. Quiero llamar a todo el mundo pero no sé qué decirles. Entonces me quedo triste y ansioso en mi cuarto; en la computadora revisando nada. 11:58 de la noche y entra la primera llamada: es Bruno, me pide le converse de cualquier cosa hasta las doce. Segundos después llama Mónica y sé que están haciendo una apuesta para ver quién me saluda primero. Con Bruno aguardo hasta las doce que es cuando me saluda y me dice muchas cosas que sólo un buen amigo puede decir. Luego con su celular nuevo pone la opción conferencia y conversamos con Mónica quien se enoja por haber sido la segunda en saludarme. Ella también me baña con su aprecio y me llena de bendiciones y cariños. Mientras converso con ellos me empieza a doler el corazón de una manera inesperada y virulenta, pienso que ha llegado mi hora al cumplir los veinticuatro años y que este conato de ataque cardiaco acabará conmigo y me desaparecerá de la faz de la tierra aún joven. Gracias a Dios sobrevivo y me repongo después de descubrir que al parecer, eran gases. Sábado 11 de septiembre, 1.30 de la madrugada: Me llega un mensaje que dice: “Un día como hoy se cayeron las Torres Gemelas y también, un día como hoy nació un gringo hasta las huevas. Feliz cumpleaños cholito, de parte de tu amigo, hermano, primo, amante, marido y compañero.” Nadie firmaba ese mensaje que llegó de un número desconocido. No sé quién me mandó esa breve misiva que primero me dice “gringo hasta las huevas” y después me dice “cholito” a secas; no sé si es un primo, uno de mis amigos, algún hermano desconocido o uno de esos amantes despechados e insatisfechos. 8:30 de la mañana; ya en el banco. Entro y todos me saludan con un cariño que creo sincero. Algunos otros me dan la mano como todos los sábados y no pasó nada. Antes de iniciar la atención, todos se reúnen y hacen el intento de decirme cosas bonitas porque ha quién no le gusta que le digan cosas bonitas y lo saluden en su santo. Una breve oración dedicada a este gringo hasta las huevas y a trabajar. Algunos clientes me saludan con una sonrisa amiguera y yo doy las gracias. La señorita de limpieza me dice: “Joven Leonardo ¿Cómo es en la noche?”, y yo no sé qué responder porque no he planeado nada. 2:00 de la tarde; terminamos de atender. Traen una torta de algarrobina que está buenísima y no tarda en desaparecer. Más saludos, cariños y frases amables. 2:30; salgo de la agencia. Estoy en la casa de Bruno y le he llevado la torta a su mamá quien me invita a almorzar a mí y a Mónica. Mi jefe me llama y me dice que me invita un par de cervecitas y comienza el espectáculo. Conversamos de todo un poco y paso un buen momento. Gerardo, mi jefe, se porta bien conmigo y demuestra que es un buen tipo y que nos tiene cariño. 7:00 de la noche; en mi casa. Empiezo a limpiar todo por si viene alguien. Desempolvo las cosas, lavo cubiertos, barro disimuladamente. 8:00 de la noche; prendo la tele. Como nadie llega prendo la Tv y está jugando la “U”; me quedo dormido. 9:16 de la noche; Bruno me llama. Me despierto de repente y me dice que está afuera con Mónica y Samanta. En mi cabeza ya he unido cabos. Bruno me había pedido con torpeza que le devuelva una tabla de madera que me había regalado hace unos meses para poner fotos. Me dice: “Leo. Necesito la tabla que te regalé porque… porque… porque se ha roto una puerta en… mi casa y necesito algo como… tu tabla para tapar ese hueco feo que ha quedado”. Bruno es un tipo perspicaz cuando se lo propone. Entonces yo bajo a abrirles enseñando mi mejor cara de sorpresa precisamente para la sorpresa. Abro la puerta de la calle para recibirlos y… sólo están los tres. Me quedo de verdad asombrado y me acompañan a mi cuarto y me dicen que me he vestido horrible y me cambian en unos minutos mientras el celular de Bruno revienta. Entiendo que la gente está cerca y hago el que no sé qué ponerme sólo para joder. Bruno me apura gritándome y diciéndome: “¡Eres un indeciso de mierda!, nunca sabes que quieres”. Me pongo cualquier cosa y salimos a recoger a una amiga que está cerca. Cada esquina que doblamos creo encontrar a mis amigos listos para festejar pero nada. Entonces creo que Bruno no ha planeado nada y simplemente está de verdad enojado con mi indecisión y predispuesto a acompañarme en mi soledad. 9:39; regresamos a mi cuarto. Es la última de las posibilidades, que se encuentren en mi cuarto esperándome. Subo, abro la puerta y soy víctima del aprecio de las personas más geniales que hayan podido pisar mi cuarto. Han decorado mi cuarto con serpentinas y globos y condones, y han traído bocaditos y mucho alcohol. Han preparado gelishot que me hacen consumir como el más avezado de los drogadictos y han preparado aquella tabla que han decorado con las mejores fotos que puedo tener porque en la mayoría salgo con ellos y me siento querido y apreciado. La presencia de mi jefe me sorprende y puedo deducir que en el trabajo estoy haciendo las cosas bien. Están todos los que tienen que estar, los indispensables y los precisos. Entonces doy una palabras y digo lo mucho que los quiero y los aprecio y que si bien estoy lejos de muchos familiares, ellos menoscaban esas ausencias y me hacen sentir en familia. 10:18 de la noche; empezamos a beber. Saco un vino de chacra que he guardado con premura para la situación y lo tomo como agua. Gelishot una y otra vez. Me dan de beber el vodka que tanto me gusta. Tomo contigo y contigo. Con él y con ella. No quiero que nadie deje de tomar y quiero emborracharlos a todos. ¡Toma conmigo! Y empiezo a caer en mi propia trampa como suicida confeso. Me acerco a Samanta y le doy un beso en los labios, todos me observan. Algunos amigos míos son homosexuales y los quiero más por eso, por esa sinceridad con la que viven y me quieren. Meto a mi tocayo que es homosexual al baño y también le doy un piquito. Estoy muy borracho, no sé lo que hago. He ingresado a la etapa de la inconsciencia y empiezo a llamar a Camila y le digo muchas tonteras que no pensé que pensaba y Samanta me quita mi celular y me prohíbe llamar. 11:47 de la noche; no sé ni cómo me llamo. Pienso que he perdido mi celular porque me lo han quitado pero yo no lo recuerdo y empiezo a pedir una colecta para comprarme uno nuevo. Salimos de mi casa y vamos a la casa de Javier quien cumple años el 12 de septiembre. Llegamos a su casa y no recuerdo más. Regurgito como manguera loca y caigo en un profundo sueño. Hecho un bulto, Samanta me cuida y me hace cariños en la cabeza como consolando mi desgracia. Bruno y Mónica (que también está tomada) me llevan a mi casa y me cambian la ropa, me acuestan y me ven dormir. He pasado vergüenzas gigantescas en la casa de Javier y he perdido la conciencia y me he portado mal. Domingo 12 de septiembre; 6:41 de la mañana. Me despierto con frio e incómodo. Giro mi cabeza para ver sobre mi hombro y Mónica duerme junto a mi lado. Mi celular está en la cabecera de mi cama y no recuerdo como he llegado. Me reviso rápidamente y estoy completo y aún tal como salí. Nadie me ha robado ni violado ni lastimado. 6:43 de la mañana; ya consciente. Agradezco la calidad de amigos que me rodean y prometo otra vez nunca más emborracharme igual; por lo menos no hasta que cumpla veinticinco. Este gringo hasta las huevas está feliz por los amigos que tiene. Testimonios de un tipo que no recuerda nada y lucha por no olvidarlo todo. Rastros de un camino recorrido, historias mal contadas. Prueba irrefutable de que viví.
martes, 14 de septiembre de 2010
Bitácora de un borracho
Viernes 10 de septiembre, 11:30 de la noche; es víspera de mi cumpleaños. Tengo unas ganas bárbaras de tomar, de libar y entregarme a los efectos del alcohol. Los chicos no me han dado bola, todos saben que el sábado tenemos que trabajar y prefieren guardarse para la noche siguiente y nadie quiere salir conmigo. Estoy en casa y tengo ansiedad. Quiero llamar a todo el mundo pero no sé qué decirles. Entonces me quedo triste y ansioso en mi cuarto; en la computadora revisando nada. 11:58 de la noche y entra la primera llamada: es Bruno, me pide le converse de cualquier cosa hasta las doce. Segundos después llama Mónica y sé que están haciendo una apuesta para ver quién me saluda primero. Con Bruno aguardo hasta las doce que es cuando me saluda y me dice muchas cosas que sólo un buen amigo puede decir. Luego con su celular nuevo pone la opción conferencia y conversamos con Mónica quien se enoja por haber sido la segunda en saludarme. Ella también me baña con su aprecio y me llena de bendiciones y cariños. Mientras converso con ellos me empieza a doler el corazón de una manera inesperada y virulenta, pienso que ha llegado mi hora al cumplir los veinticuatro años y que este conato de ataque cardiaco acabará conmigo y me desaparecerá de la faz de la tierra aún joven. Gracias a Dios sobrevivo y me repongo después de descubrir que al parecer, eran gases. Sábado 11 de septiembre, 1.30 de la madrugada: Me llega un mensaje que dice: “Un día como hoy se cayeron las Torres Gemelas y también, un día como hoy nació un gringo hasta las huevas. Feliz cumpleaños cholito, de parte de tu amigo, hermano, primo, amante, marido y compañero.” Nadie firmaba ese mensaje que llegó de un número desconocido. No sé quién me mandó esa breve misiva que primero me dice “gringo hasta las huevas” y después me dice “cholito” a secas; no sé si es un primo, uno de mis amigos, algún hermano desconocido o uno de esos amantes despechados e insatisfechos. 8:30 de la mañana; ya en el banco. Entro y todos me saludan con un cariño que creo sincero. Algunos otros me dan la mano como todos los sábados y no pasó nada. Antes de iniciar la atención, todos se reúnen y hacen el intento de decirme cosas bonitas porque ha quién no le gusta que le digan cosas bonitas y lo saluden en su santo. Una breve oración dedicada a este gringo hasta las huevas y a trabajar. Algunos clientes me saludan con una sonrisa amiguera y yo doy las gracias. La señorita de limpieza me dice: “Joven Leonardo ¿Cómo es en la noche?”, y yo no sé qué responder porque no he planeado nada. 2:00 de la tarde; terminamos de atender. Traen una torta de algarrobina que está buenísima y no tarda en desaparecer. Más saludos, cariños y frases amables. 2:30; salgo de la agencia. Estoy en la casa de Bruno y le he llevado la torta a su mamá quien me invita a almorzar a mí y a Mónica. Mi jefe me llama y me dice que me invita un par de cervecitas y comienza el espectáculo. Conversamos de todo un poco y paso un buen momento. Gerardo, mi jefe, se porta bien conmigo y demuestra que es un buen tipo y que nos tiene cariño. 7:00 de la noche; en mi casa. Empiezo a limpiar todo por si viene alguien. Desempolvo las cosas, lavo cubiertos, barro disimuladamente. 8:00 de la noche; prendo la tele. Como nadie llega prendo la Tv y está jugando la “U”; me quedo dormido. 9:16 de la noche; Bruno me llama. Me despierto de repente y me dice que está afuera con Mónica y Samanta. En mi cabeza ya he unido cabos. Bruno me había pedido con torpeza que le devuelva una tabla de madera que me había regalado hace unos meses para poner fotos. Me dice: “Leo. Necesito la tabla que te regalé porque… porque… porque se ha roto una puerta en… mi casa y necesito algo como… tu tabla para tapar ese hueco feo que ha quedado”. Bruno es un tipo perspicaz cuando se lo propone. Entonces yo bajo a abrirles enseñando mi mejor cara de sorpresa precisamente para la sorpresa. Abro la puerta de la calle para recibirlos y… sólo están los tres. Me quedo de verdad asombrado y me acompañan a mi cuarto y me dicen que me he vestido horrible y me cambian en unos minutos mientras el celular de Bruno revienta. Entiendo que la gente está cerca y hago el que no sé qué ponerme sólo para joder. Bruno me apura gritándome y diciéndome: “¡Eres un indeciso de mierda!, nunca sabes que quieres”. Me pongo cualquier cosa y salimos a recoger a una amiga que está cerca. Cada esquina que doblamos creo encontrar a mis amigos listos para festejar pero nada. Entonces creo que Bruno no ha planeado nada y simplemente está de verdad enojado con mi indecisión y predispuesto a acompañarme en mi soledad. 9:39; regresamos a mi cuarto. Es la última de las posibilidades, que se encuentren en mi cuarto esperándome. Subo, abro la puerta y soy víctima del aprecio de las personas más geniales que hayan podido pisar mi cuarto. Han decorado mi cuarto con serpentinas y globos y condones, y han traído bocaditos y mucho alcohol. Han preparado gelishot que me hacen consumir como el más avezado de los drogadictos y han preparado aquella tabla que han decorado con las mejores fotos que puedo tener porque en la mayoría salgo con ellos y me siento querido y apreciado. La presencia de mi jefe me sorprende y puedo deducir que en el trabajo estoy haciendo las cosas bien. Están todos los que tienen que estar, los indispensables y los precisos. Entonces doy una palabras y digo lo mucho que los quiero y los aprecio y que si bien estoy lejos de muchos familiares, ellos menoscaban esas ausencias y me hacen sentir en familia. 10:18 de la noche; empezamos a beber. Saco un vino de chacra que he guardado con premura para la situación y lo tomo como agua. Gelishot una y otra vez. Me dan de beber el vodka que tanto me gusta. Tomo contigo y contigo. Con él y con ella. No quiero que nadie deje de tomar y quiero emborracharlos a todos. ¡Toma conmigo! Y empiezo a caer en mi propia trampa como suicida confeso. Me acerco a Samanta y le doy un beso en los labios, todos me observan. Algunos amigos míos son homosexuales y los quiero más por eso, por esa sinceridad con la que viven y me quieren. Meto a mi tocayo que es homosexual al baño y también le doy un piquito. Estoy muy borracho, no sé lo que hago. He ingresado a la etapa de la inconsciencia y empiezo a llamar a Camila y le digo muchas tonteras que no pensé que pensaba y Samanta me quita mi celular y me prohíbe llamar. 11:47 de la noche; no sé ni cómo me llamo. Pienso que he perdido mi celular porque me lo han quitado pero yo no lo recuerdo y empiezo a pedir una colecta para comprarme uno nuevo. Salimos de mi casa y vamos a la casa de Javier quien cumple años el 12 de septiembre. Llegamos a su casa y no recuerdo más. Regurgito como manguera loca y caigo en un profundo sueño. Hecho un bulto, Samanta me cuida y me hace cariños en la cabeza como consolando mi desgracia. Bruno y Mónica (que también está tomada) me llevan a mi casa y me cambian la ropa, me acuestan y me ven dormir. He pasado vergüenzas gigantescas en la casa de Javier y he perdido la conciencia y me he portado mal. Domingo 12 de septiembre; 6:41 de la mañana. Me despierto con frio e incómodo. Giro mi cabeza para ver sobre mi hombro y Mónica duerme junto a mi lado. Mi celular está en la cabecera de mi cama y no recuerdo como he llegado. Me reviso rápidamente y estoy completo y aún tal como salí. Nadie me ha robado ni violado ni lastimado. 6:43 de la mañana; ya consciente. Agradezco la calidad de amigos que me rodean y prometo otra vez nunca más emborracharme igual; por lo menos no hasta que cumpla veinticinco. Este gringo hasta las huevas está feliz por los amigos que tiene.
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