martes, 14 de septiembre de 2010

Bitácora de un borracho

Viernes 10 de septiembre, 11:30 de la noche; es víspera de mi cumpleaños. Tengo unas ganas bárbaras de tomar, de libar y entregarme a los efectos del alcohol. Los chicos no me han dado bola, todos saben que el sábado tenemos que trabajar y prefieren guardarse para la noche siguiente y nadie quiere salir conmigo. Estoy en casa y tengo ansiedad. Quiero llamar a todo el mundo pero no sé qué decirles. Entonces me quedo triste y ansioso en mi cuarto; en la computadora revisando nada. 11:58 de la noche y entra la primera llamada: es Bruno, me pide le converse de cualquier cosa hasta las doce. Segundos después llama Mónica y sé que están haciendo una apuesta para ver quién me saluda primero. Con Bruno aguardo hasta las doce que es cuando me saluda y me dice muchas cosas que sólo un buen amigo puede decir. Luego con su celular nuevo pone la opción conferencia y conversamos con Mónica quien se enoja por haber sido la segunda en saludarme. Ella también me baña con su aprecio y me llena de bendiciones y cariños. Mientras converso con ellos me empieza a doler el corazón de una manera inesperada y virulenta, pienso que ha llegado mi hora al cumplir los veinticuatro años y que este conato de ataque cardiaco acabará conmigo y me desaparecerá de la faz de la tierra aún joven. Gracias a Dios sobrevivo y me repongo después de descubrir que al parecer, eran gases. Sábado 11 de septiembre, 1.30 de la madrugada: Me llega un mensaje que dice: “Un día como hoy se cayeron las Torres Gemelas y también, un día como hoy nació un gringo hasta las huevas. Feliz cumpleaños cholito, de parte de tu amigo, hermano, primo, amante, marido y compañero.” Nadie firmaba ese mensaje que llegó de un número desconocido. No sé quién me mandó esa breve misiva que primero me dice “gringo hasta las huevas” y después me dice “cholito” a secas; no sé si es un primo, uno de mis amigos, algún hermano desconocido o uno de esos amantes despechados e insatisfechos. 8:30 de la mañana; ya en el banco. Entro y todos me saludan con un cariño que creo sincero. Algunos otros me dan la mano como todos los sábados y no pasó nada. Antes de iniciar la atención, todos se reúnen y hacen el intento de decirme cosas bonitas porque ha quién no le gusta que le digan cosas bonitas y lo saluden en su santo. Una breve oración dedicada a este gringo hasta las huevas y a trabajar. Algunos clientes me saludan con una sonrisa amiguera y yo doy las gracias. La señorita de limpieza me dice: “Joven Leonardo ¿Cómo es en la noche?”, y yo no sé qué responder porque no he planeado nada. 2:00 de la tarde; terminamos de atender. Traen una torta de algarrobina que está buenísima y no tarda en desaparecer. Más saludos, cariños y frases amables. 2:30; salgo de la agencia. Estoy en la casa de Bruno y le he llevado la torta a su mamá quien me invita a almorzar a mí y a Mónica. Mi jefe me llama y me dice que me invita un par de cervecitas y comienza el espectáculo. Conversamos de todo un poco y paso un buen momento. Gerardo, mi jefe, se porta bien conmigo y demuestra que es un buen tipo y que nos tiene cariño. 7:00 de la noche; en mi casa. Empiezo a limpiar todo por si viene alguien. Desempolvo las cosas, lavo cubiertos, barro disimuladamente. 8:00 de la noche; prendo la tele. Como nadie llega prendo la Tv y está jugando la “U”; me quedo dormido. 9:16 de la noche; Bruno me llama. Me despierto de repente y me dice que está afuera con Mónica y Samanta. En mi cabeza ya he unido cabos. Bruno me había pedido con torpeza que le devuelva una tabla de madera que me había regalado hace unos meses para poner fotos. Me dice: “Leo. Necesito la tabla que te regalé porque… porque… porque se ha roto una puerta en… mi casa y necesito algo como… tu tabla para tapar ese hueco feo que ha quedado”. Bruno es un tipo perspicaz cuando se lo propone. Entonces yo bajo a abrirles enseñando mi mejor cara de sorpresa precisamente para la sorpresa. Abro la puerta de la calle para recibirlos y… sólo están los tres. Me quedo de verdad asombrado y me acompañan a mi cuarto y me dicen que me he vestido horrible y me cambian en unos minutos mientras el celular de Bruno revienta. Entiendo que la gente está cerca y hago el que no sé qué ponerme sólo para joder. Bruno me apura gritándome y diciéndome: “¡Eres un indeciso de mierda!, nunca sabes que quieres”. Me pongo cualquier cosa y salimos a recoger a una amiga que está cerca. Cada esquina que doblamos creo encontrar a mis amigos listos para festejar pero nada. Entonces creo que Bruno no ha planeado nada y simplemente está de verdad enojado con mi indecisión y predispuesto a acompañarme en mi soledad. 9:39; regresamos a mi cuarto. Es la última de las posibilidades, que se encuentren en mi cuarto esperándome. Subo, abro la puerta y soy víctima del aprecio de las personas más geniales que hayan podido pisar mi cuarto. Han decorado mi cuarto con serpentinas y globos y condones, y han traído bocaditos y mucho alcohol. Han preparado gelishot que me hacen consumir como el más avezado de los drogadictos y han preparado aquella tabla que han decorado con las mejores fotos que puedo tener porque en la mayoría salgo con ellos y me siento querido y apreciado. La presencia de mi jefe me sorprende y puedo deducir que en el trabajo estoy haciendo las cosas bien. Están todos los que tienen que estar, los indispensables y los precisos. Entonces doy una palabras y digo lo mucho que los quiero y los aprecio y que si bien estoy lejos de muchos familiares, ellos menoscaban esas ausencias y me hacen sentir en familia. 10:18 de la noche; empezamos a beber. Saco un vino de chacra que he guardado con premura para la situación y lo tomo como agua. Gelishot una y otra vez. Me dan de beber el vodka que tanto me gusta. Tomo contigo y contigo. Con él y con ella. No quiero que nadie deje de tomar y quiero emborracharlos a todos. ¡Toma conmigo! Y empiezo a caer en mi propia trampa como suicida confeso. Me acerco a Samanta y le doy un beso en los labios, todos me observan. Algunos amigos míos son homosexuales y los quiero más por eso, por esa sinceridad con la que viven y me quieren. Meto a mi tocayo que es homosexual al baño y también le doy un piquito. Estoy muy borracho, no sé lo que hago. He ingresado a la etapa de la inconsciencia y empiezo a llamar a Camila y le digo muchas tonteras que no pensé que pensaba y Samanta me quita mi celular y me prohíbe llamar. 11:47 de la noche; no sé ni cómo me llamo. Pienso que he perdido mi celular porque me lo han quitado pero yo no lo recuerdo y empiezo a pedir una colecta para comprarme uno nuevo. Salimos de mi casa y vamos a la casa de Javier quien cumple años el 12 de septiembre. Llegamos a su casa y no recuerdo más. Regurgito como manguera loca y caigo en un profundo sueño. Hecho un bulto, Samanta me cuida y me hace cariños en la cabeza como consolando mi desgracia. Bruno y Mónica (que también está tomada) me llevan a mi casa y me cambian la ropa, me acuestan y me ven dormir. He pasado vergüenzas gigantescas en la casa de Javier y he perdido la conciencia y me he portado mal. Domingo 12 de septiembre; 6:41 de la mañana. Me despierto con frio e incómodo. Giro mi cabeza para ver sobre mi hombro y Mónica duerme junto a mi lado. Mi celular está en la cabecera de mi cama y no recuerdo como he llegado. Me reviso rápidamente y estoy completo y aún tal como salí. Nadie me ha robado ni violado ni lastimado. 6:43 de la mañana; ya consciente. Agradezco la calidad de amigos que me rodean y prometo otra vez nunca más emborracharme igual; por lo menos no hasta que cumpla veinticinco. Este gringo hasta las huevas está feliz por los amigos que tiene.

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