lunes, 4 de octubre de 2010

Buenos muchachos

La ley seca nos importa un carajo y hemos comprado Guaraná a un precio demasiado alto, casi más caro que el whisky que nos espera en mi casa. Bruno y yo estamos decididos a pasar un buen rato entre puro calzoncillo (que es diferente a pasarla sólo en calzoncillos). Pero nosotros no estamos completos sin la presencia del buen Lalo. Entonces llamamos a Lalo para que venga a mi casa y nos acompañe a emborracharnos como los buenos varones saben hacer. Lalo dice que llegará en una hora aproximadamente. Le digo a Bruno que compremos una película para hacer hora y esperar a Lalo y empezar a libar los tres juntos. Entonces la compramos, la ponemos y Bruno parece un niño porque le encantan los efectos especiales y yo lamento no poder acompañarlo porque me quedo dormido casi toda la película. Lalo llega cuando quedan pocos minutos para que ésta acabe. Yo me despierto y a pesar de que quiero seguir durmiendo ya no puedo. Lalo pregunta de qué trata la peli y Bruno emocionadísimo empieza a contársela con detalles. Yo escucho la narración conmovedora de Bruno y empiezo a hacer preguntas para indagar más. La película parece interesante y propongo verla desde el principio cuando está por llegar al final y Bruno quiere meterme el control remoto por el culo y dice enfáticamente que no lo joda. Lalo no se preocupa mucho porque sabe que puede verla otro día y empieza a mirar el whiskycito con deseo y yo lo advierto y empezamos los preparativos para la tertulia. Bruno empieza a tomar la gaseosa pura mientras Lalo abre la botella de whisky con facilidad. Que rico es el whisky con Guaraná una tarde de octubre en plena ley seca. - “Normita está para violarla” – digo y Bruno tarda unos segundos en entender y se ríe mucho y se conecta en su face y la coloca sin pensarlo tanto. He decidido no viajar a Tacna a votar porque no sé quién carajo postula y porque me sale más barato pagar la multa. Ahora más que nunca creo que parte de la democracia debería ser elegir si uno quiere votar o no. Lalo prende el primer cigarro. A Bruno lo conocí una tarde cualquiera poco después de que yo entrara al banco. Lo vi sentado al lado de Javier husmeando la pantalla. Su aspecto enorme y la cara de aburrido que pone parece cara de enojado. Me hizo presagiar que estábamos bajo supervisión de auditoría. Bruno desde el principio dio la impresión de ser un tipo de sonrisa difícil. Error de percepción. Es uno de los tipos más gracioso y chispeantes que he tenido la suerte de conocer. Un ser humano con un corazón de acorde con su cuerpo: gigantesco. Bruno de la nada se hizo amigo mío y empezamos a frecuentar discotecas y bares juntos. Me presentó a todo su grupo de amigos ajenos al banco. Entre tanto loco divertido que me presentó conocí a Lalo. Lo conocí en una fiesta de halloween víspera de su cumpleaños. Si Bruno tenía a primera impresión cara de hombre poco risueño, Lalo tenía la pinta de ser un tipo serio y parco. Festejamos esa fiesta juntos sin saber que nos íbamos a convertir en una versión de los tres chiflados rosa. En los tres mosqueteros sin remilgos franceses. En las chicas súper poderosas con vello en pierna. Desde entonces hemos planeado y coincidido en diversos viajes, reuniones y juergas. Hemos departido conversaciones interesantes, hilarantes y ridículas. Nos hemos visto borrachos unos a otros y hemos cantado y bailado abrazados. La jarrita de whisky se consume rápido y Bruno no tarda en preparar más mientras Lalo enciende otro cigarrito. Mi cuarto se ha vuelto una especie de guarida para estos pobres hombres que ven lo maravilloso de la vida en una simple conversación medios borrachos. Lalo canta con sentimiento “Y cómo es Él” en la versión de Marc Anthony. Bruno canta “El Che y los Rolling Stone” con ferocidad. Yo los observo y sé que no quiero emborracharme y me sirvo mucho menos que ellos. Hablamos de la necesidad imperiosa de algunos (incluyéndome) por romper la racha negativa de abstinencia. Otro desea ponerle frenos a su actividad sexual y pide aumento de sueldo para poder seguir comprando los condones que compra. Hablamos de nuestros futuros inciertos y de nuestros posibles matrimonios. Hablamos de la vida y lo frágil que ésta es. Hablamos de lo ingrato que es el tiempo con las amistades y como esta variable termina por enterrar recuerdos y afectos sinceros. Estamos en la parte más gay de la conversación y Bruno se pone un poco triste con la idea de que yo en algún momento decida regresar a Tacna y me aleje de ellos (cosa que no va a suceder porque a Tacna sólo voy para Navidad). Lalo pide disculpas por se tan malo como amigo y alega el hecho ingrato de no llamarnos con más frecuencia. - “No me gusta llamar” – nos dice y lo quiero un poco más porque a mí tampoco. Les cuento sobre el libro que estoy escribiendo. Bruno nos confiesa su deseo de viajar. Lalo prende otro cigarro y con aquel aire meditabundo piensa en comprarse una moto, una moto donde ciertamente no entraremos los tres pero de todas maneras intentaremos acomodarnos. Bruno con su chispa inigualable lanza carcajadas y no hace reír. Lalo con su simpatía misteriosa ameniza la conversación con comentarios precisos, como siempre. Yo me sigo sirviendo poco whisky y no tardo en decirles que los quiero como si fueran mi propia familia. El club del orgullo gay se acaba de fundar. La sociedad de lo buenos borrachos está haciendo una ceremonia risible en la guarida de Leo. Los buenos muchachos no son muchos pero son buenos. Hemos dejado pendientes muchas promesas de ir al cine una vez al mes y muchas otras de ir a tomar un par de buenos pisco sour. Hemos dejado de vernos un par de fines de semana pero sabemos que no vamos a tardar en rencontrarnos (como Magneto) y la pasaremos tan bien como siempre. Sabemos que la vida es frágil y el tiempo cruel. Por eso cuando estamos juntos, sólo reímos, cantamos y nos emborrachamos. Son unos buenos muchachos, amigos míos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

...y espero que solo sea el comienzo!