martes, 4 de enero de 2011

Nos fumaremos un cigarro otra vez

Otra vez los juegos artificiales revientan a centímetros de mi oído y casi son las doce y mi novia Polly (que es mi amiga) está a mi lado y la abrazo porque tiene miedo de que le caiga uno de esos cohetones virulentos. Últimamente hemos estado frecuentándonos. Ella (ahora soltera) a tenido a bien soportar mis visitas y mis pequeñas (pero no meno jodidas) llamadas. Tuvimos en un tiempo, nuestro cuarto de hora para poder intentar estar, pero como siempre, pasó. Está a mi lado y la idea me encanta aunque no lo tenía planeado. La abrazo, la engrío, la llevo de la mano, la hostigo. Ella empieza con su plan de “estrella de pop” y ya no ve tan a bien estar a mi lado. A las doce nos besamos y ella sabe que es la primera vez que beso a alguien a las doce, quiere ser especial. El beso no fue bueno, ella abría la boca y yo la cerraba; doce uvas no hubieran estado mal. Terminamos aquel ligero beso y abrazo con vehemencia a mis amigos y les repito que los quiero y que estoy feliz de estar allí con ellos. Abrazo a todos con euforia pero hay un abrazo especial, un abrazo que se postergará en el tiempo por motivos de distancia. Lalo ha recibido un merecido ascenso y tiene que viajar a Cusco en cuarenta y ocho horas. Lo veo abrazándose con otros amigos y me acerco sin dudar y lo atenazo entre mis brazos y presiono fuerte, como queriendo decirle sin hablar que me va hacer falta su compañía fenomenal y que aunque feliz por la buena nueva, ya empiezo a sentir su ausencia. Lalo ha sido mi compañero de secretos y travesuras, mi cómplice de juergas, mi fiel colega en las artes de libar y en una que otra noche de karaoke donde en verdad no canté bien. Ya no me interesa el año nuevo y veo a mi novia Polly (que es mi amiga) con cierta predisposición a ignorarme. Hemos tomado como desesperados un par de botellas de pisco y sentimos que todo es más divertido. Aquel lugar donde estamos está repleto de gente y decidimos partir en busca de nuevos lares, total, la playa es grande y misteriosa. Caminamos un montón; el frío nos intentaba amilanar. Llegamos a una discoteca que está llena y nos quedamos fuera y seguimos bebiendo. Polly está ausente y prefiero no molestarla. Mis amigos están desenfrenados y es un vaso tras otro y todo empieza a tomar sentido. Las sonrisas no se hacen esperar. Algunos ensañan pasos de baile. Otros manifiestan su cariño con efusiva convicción. - Acompáñame a orinar – escucho y parece que también Patricio, Lalo y Bruno. Somos los cuatro rumbo a la orilla y nadie quiere miccionar pero todos miccionan. – Hay que bañarnos desnudos – escuchamos nuevamente los cuatro y antes de que esta oración se concrete yo ya estaba nudo y antes de que se terminen de reír, también estaban desnudo Lalo, Bruno y Patricio. Segundos después corríamos animosos los cuatro rumbo a un mar helado y en potencia peligroso. Cuando ya estaba a punto de sumergirme decidí regresar corriendo porque misteriosamente entendí que si algún palomilla hijo de poca madre nos había visto tenía la concreta posibilidad de robarnos todo y dejarnos no sólo sin dinero sino que también desnudo a las tres de la mañana en la orilla de la playa y con un millón de gente alrededor (la mayoría borracha). Al salir el resto de borrachos también salieron del mar. Una chica que apareció como fantasma empezó a señalarnos mientras trataba de controlar su ataque de risa; nos apuntaba con el dedo la zona pélvica. Regresamos al grupo mojados y con una sonrisa en los labios. Seguíamos disfrutando de la noche. Seguíamos tomando whisky que salía de no sé dónde. Todos sonreíamos y de rato en rato observaba la sonrisa de mi buen amigo Lalo, quería que la pase como se merece. Sospechosamente Lalo de rato en rato aparecía con la cabeza mojada, como recién salido de la ducha. Al parecer le había gustado la travesura y había encontrado muchos otros traviesos que no temían en meterse al mar. No interesaba más nada, Lalo estaba pasándola bien y yo también. Polly, mi novia (que sólo es mi amiga), se me acercó, me conversó y me convenció de regresar al hotel a descansar. Yo sentía la obligación de cuidarla, de complacer sus requerimientos aquella noche en que no la pasó con ninguna de sus amigas y quizá por mala suerte, la pasó conmigo. Entramos al hotel, nos acostamos en la misma cama (pues había alquilado aquella habitación doble para mí y Lalo, y ahora Polly no tenía donde quedarse). Nos quedamos dormidos inmediatamente. Dejé la puerta cerrada sin seguro para que Lalo entre sin mayores problemas. Recordé brevemente las miles de salidas con mi buen amigo. Las miles de veces que regateamos el precio de un taxi que nos hiciera ruta desde la plaza de armas a las cuatro de la mañana. Las veces que borracho renegaba como viejo. Las veces que nos quedamos en mitad de la discoteca mirando a todo el mundo bailar y nosotros nada. Las veces que tomamos un pisco sour. Las veces en que piqué de sus cigarros. Sus cajetillas de Hamilton. Su presencia acogedora. – Amigos hay poco – llegué a pensar. No hay duda que a donde vaya le tiene que ir bien; y felizmente va al Cusco. Felizmente es una ciudad que podré frecuentar para fumarnos unos cigarritos. Felizmente Lalo es mi amigo. Felizmente allí no hay playa donde pueda meterse desnudo.

2 comentarios:

pablito dijo...

oe basura q ablas de whisky si en tacna ni lo podias oler como cambias no maldito arequipeño no mentira mi ermano se te exa muxo de menos cuidate fernandito un fuerte abrazo y x lo visto lo pasate muy bien espero q todo siga asi xolito cuidate

Anónimo dijo...

Felizmente puedo seguir leyendote y asi sentir que no me fui lejos, agradesco siempre a Dios por poner a personas como tu e mi camino, espero poder vernos pronto y fumarnos un cigarrito con un pisco sour mi hermano, tu brother Lalo.