miércoles, 21 de septiembre de 2011

La Ola

Camino frente a la orilla, parece ser de noche, pero estoy seguro que es de día. Me acompañan Samanta y Bruno. Nos reímos, bromeamos. Me siento en una especie de loma a contemplar el mar, veo como pasan de izquierda a derecha un grupo de delfines, en medio de muchos que se sumergen en un mar sospechoso, sospechoso porque parece de noche, el cielo es azul oscuro; sospechoso porque sé que es de día; sospechoso porque hay muchos seres en el mar compartiendo espacios con total naturalidad. Nadie grita, nadie se desespera, pero las olas son más grandes y reacias, son más amenazantes. Nadie se asusta, nadie tiene miedo, pero las olas ahora son paredes inmensas que se acercan peligrosas y golpean contra tierra muy cerca de nosotros, cada vez más cerca. Ya no amenazan, ahora agreden; la ola intenta alcanzarnos mientras corremos aterrados. He perdido de vista a Samanta y Bruno, ahora sólo corro, como si ya antes me hubiera pasado esto y tuviera el trauma de ser alcanzado por la ola. Luego despierto. Estoy en una casa, al parecer una casa bonita, con piscina, el sol está radiante. No recuerdo a nadie a mi alrededor. La casa presenta una construcción novedosa; una pared con relieves, parece un castillo en miniatura. En algún momento me doy cuenta que estamos cerca del mar y siento el sonido de las olas golpear cerca. No le presto mucha atención, la casa está muy bonita y el clima se presta para un excelente día. Pero sucede otra vez, el mar se sale, es un tsunami, veo como el agua se acerca lentamente y ahora si diviso a la gente huyendo, trepando conmigo aquellas paredes raras que parecen una muralla sobre otra y que permite el ascenso con facilidad. Otra vez hay una ola caprichosa que quiere aprisionarme, otra vez estoy huyendo hacia un refugio en lo alto de algún lugar, porque nunca sé dónde estoy y menos a dónde me dirijo, sólo sé que quiero escapar de la ola porque presiento que si llego a ser alcanzado, moriré ahogado, moriré sin remedio y mi cuerpo navegará mares desconocidos y seré el alimento de peces hambrientos que no saciarán su apetito con mi cuerpecillo delgado y escueto. Siempre sueño lo mismo, y nunca parece pesadilla ni despierto con sobresalto; nunca asustado ni con una sensación de miedo. Siempre despierto pensando por qué carajo tanta mala fascinación con el mar si son contados lo días que paso en la playa, por qué siempre una ola y yo escapando, a dónde coño voy. Siempre la sensación de que si me alcanza la olita esa moriré ahogado. Al parecer aquella suerte misteriosa que siempre me ha acompañado está por terminarse. Al parecer algo no muy bueno me va a pasar y algún dios misterioso intenta preverme. Me han dicho que significa cambios (que seguro no son para bien), que la ola significa que extraño a alguien o a algo, que es sólo el hecho de extrañar. Seguro que las personas que más extraño están ubicadas geográficamente más cercas al mar que yo, por ende, así las extrañe es un peligro inminente visitarlas porque no vaya a ser que en media visita un tsunami me reciba. Con los años uno empieza a sentir a la muerte más próxima y tiende a trastornarse o a entender que todo está más cerca de un final. Tengo este sueño tedioso una vez por mes en el mejor de los casos, creo que ya es hora de pararme frente a la ola, con mi flotador de patito alrededor de mi cintura, con mi sonrisa burlona de toda la vida, quedarme quietecito esperando ser atrapado por esa ola cabrona que me viene amenazando hace un par de meses. Creo que ya es hora de saber que hay detrás de tanta expectativa y recibir a esa ola cabrona de una buena vez y averiguar sin en verdad moriré ahogado o si acaso me procurará algún tipo de dolor, porque a pesar de ser un sueño, porque a pesar de presentarse como una amenaza y atentar contra mi integridad, me da una flojera tremenda correr como estúpido para no ser alcanzado por esa ola hija de puta que me tiene en ascuas. Incluso despierto algo cansado y eso que yo ando cansado siempre. Así que si extraño a alguien y no lo he averiguado, si vive próximo al mar, que no me espere. Si es algún cambio para peor, no me interesa, moriré a los veintisiete. Si es que esa ola del mal quiere alcanzarme y ahogarme en sus aguas, veremos qué pasa, porque ya no pretendo correr como un niñito asustado, me quedaré quietecito esperando conchudo a esa olita cabrona que quiere hacerse la importante. Al final es mi sueño, y como dijo Calderón de la Barca: “Los sueños, sueños son”

1 comentario:

k.G.! dijo...

ferrrrrrrrr se viene la ola...... coorrrrreeeeeeee!!!!!! buen dia pa publicaciones!!!