martes, 15 de mayo de 2012

Mi vida sin tu amor

Serás siempre el amor de mi vida, no tengo dudas. Ayer vi un niño resbalar levemente mientras caminaba de la mano de mamá, y antes de hacerse daño, sintió el tirón justo que lo ayudó a recomponerse y a seguir el camino ahora quizá con más cuidado. Me pregunto cuántas veces me habrás tomado de la mano y habrás evitado que caiga, o tal vez me habrás levantado cuando abatido, me dejaba caer. Cuántas veces lo habrás hecho sin que me dé cuenta, cuántas veces lo habrás hecho. A pesar de ser la única persona que amo y quizá la única a la que he llegado a amar, jamás he sido para contigo un buen hijo. Desde muy pequeño he tirado de tus aretes llegando a lacerar tus orejitas al punto de sangrar. Te obligué a cambiar tus tacos por zapatillas para que puedas alcanzarme cuando me escapaba y así puedas evitar que un carro me atropelle. Seguro te he privado de conocer a otros galanes que te pudieron tratar como la reina que eres. Seguro modifiqué a tal punto tu vida que hay a la fecha mil oportunidades que nunca más volverán a tocar a tu puerta. Recuerdo aquella vez que te propiné un derechazo certero que te llevó a lagrimear mientras jugabas conmigo al box cuando niño. También recuerdo las vísperas de navidad, cuando salí muy temprano a acompañar a un amigo y no aparecía hasta las cuatro de la tarde y tú pensabas que me habían raptado o me había pasado algo; aquella vez me te vengaste del golpe de box e intentaste propinarme una tunda de aquellas que empezó con tus tacos (los que volviste a usar) volando con dirección a mi cabeza. Recuerdo la primera vez que jalé una prueba (no un curso) e intentaste matarme porque no estudié. Aún replican tus llamadas a mi celular recriminando el porqué no me comunico contigo. Tus llamadas pidiendo que me abrigue, me eche bloqueador a la cara, que no salga, que no coma basura, que tome leche o coma frutas. Recuerdo las miles de veces que me dijiste “haz lo que te dé la gana” e hice lo que me dio la gana y me odiaste. Las veces que me prohibías salir y salí. Tus nervios cuando enamoraba con aquella chica que odiabas y llegaste a calificar con adjetivos innecesarios y peor aún cuando la defendía y no me ponía de aquel lado iracundo que mostrabas. Recuerdo las miles de veces que te quejaste con tus amigas o con los mío de mí. Siempre indignada por mi comportamiento, reclamando por mis faltas, mi errores, mis desobediencias. Nunca tuve un enemigo más digno que tú, porque cuando te lo proponías, obsequiabas golpes bajos que no sabía responder, que aceptaba tragándome mi orgullo y asimilaba sin intención de reaccionar. Viniste hace poco, y traté de demostrarte de que estoy bien, de que mi independencia es el mejor trofeo que tengo. A pesar de los pocos logros de los que me he hecho merecedor, siempre quieres más de este pobre hombre que sólo intenta dar pasos certeros. Jamás me declaré tu enemigo, pero siempre supe también, que jamás sería de los tuyos. Tengo mil razones para quererte, amarte y admirarte; y he escrito innumerables veces las miles de maneras que tengo de quererte. Pero porque te quiero de verdad, porque te amo sin medida ni clemencia, es que también te acepto como eres y mantengo con firmeza mis sentimientos hacia ti mamita. Si no fueras la más hostigante de mis detractores, la más crítica de mis defectos, no sería lo poco de bueno que soy. Si no me hubieras enseñado a respetar a la gente con sus defectos y virtudes, no sabría valorar cada acto que hiciste por mi, porque en claro tengo que “el amor se demuestra con hechos y no con palabras”, como sabías decirme. Si no me hubieras amado con tanta fuerza, y me hubieras cuidado con tanto coraje, sería un peor hijo. Soy un mal hijo, lo sé; pero así y todo me quieres y estás orgullosa de lo poco que he llegado a hacer pero es verdad, no estás conforme. Intentas no meterte en mis decisiones, pero si pudieras serías Chavista conmigo. Lamento no ser por completo la buena persona que quieres, ni el mejor hijo del mundo, aquel que te mereces. Lamento ser así de raro y no viajar a encontrarme contigo en tu día cuando los demás no encuentran escusas para estar con su mamá. Si alguien influyó en mi vida definitivamente fuiste y serás tú. Eres de las personas que más admiro y de los personajes más entrañables que vi. Todo lo que soy y todo lo que tengo (de bueno claro), te lo debo a ti. Mi vida sin tu amor hubiera sido un pozo profundo y oscuro, que vio en la luz de tu mirada el sendero que lleva al edén prohibido que tú nunca me negaste. Con tus defectos y virtudes, con mis aciertos y limitaciones, en tu día Mamá, las disculpas del caso, y mi amor inmortal. Si tengo el don de amar, te lo debo y dedico a ti.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bonito.