miércoles, 26 de febrero de 2014

Hasta mañana


Hace tiempo no me querían tanto, hace tiempo no me sentía tan querido. Es mejor aprender en el camino, en la práctica. Tú la mejor maestra. Puedes devolverle la fe a cualquier ateo proclamado, la epifanía de tu sonrisa lo puede absolutamente todo. Tu paciencia divina para conmigo, tus maneras amables y comprensivas, tu dulzura hasta cuando me llamas la atención, hizo que yo te amará tantas veces y de tantas formas que no salía del asombro, como un orgasmo múltiple por primera vez.  La percepción de chica linda te la ganaste hace seis años atrás aproximadamente, cuando muy gordita tú, llegaste a esa oficina mágica de donde rescato a varia gente buena. Poseedora de una fuerza de voluntad única, que hace que comiences una dieta todos los lunes o tu proyecto de vida que siempre tomará forma dentro de dos años. Siempre alegre, siempre buena, siempre tú.  Fuimos buenos amigos aunque salimos poco a pesar de tus innumerables promesas de avisarnos más ratito. Luego de tanto tiempo  y camino recorrido soy yo el que te promete cosas, el que no las cumple. Quien nos haya visto de la mano de repente, ha de haber entrado en una confusión tan compleja, que todavía debe de estar perdido en el laberinto de la razón. Pues claro, tú la chica del eterno enamorado y yo el eterno enamorado sin chica. Pues ambos ahora caminaban de la mano felices aunque sin saber a dónde iban. Yo iba tu casa, veía a tu Mamu (como la llamas de manera genial) y me alimentaban como el huerfanito engreído que era. Tu abue, tu familia entera y la pequeña Lela, de la cual también me enamoré estando enamorado de ti. En verdad encontré la familia que nunca tuve gracias a ti, porque compartiste conmigo la razón por la cual eres tan linda, por la que practicas tan buenas costumbres; compartiste conmigo lo que más quieres, tu familia. Entonces entendí que no sólo eras una buena amiga, una buena enamorada, también auguraba en tu destino el premio a la mejor mamá. Tienes tanto amor contenido dentro de ti, que en la primera visita que hagas a Venezuela, arreglas todo. Pero a veces uno no sabe qué pasa, busca respuestas a preguntas que nadie hace y como me ha pasado en otras oportunidades, por el temor de arruinar todo, por esa sensación de estorbar en vez de ser requerido, por esa insana manera de pensar que me llevará a dormir debajo del puente de la soledad, hui. Y ahora en mi cabeza, a pocos días de aquel funeral insulso, cargo en mi memoria una foto tuya como un soldado que va a la guerra. No sé a qué guerra voy, yo que siempre he sido tan pacífico y maricón, pero sé cuál es el destino de los que asoman a los campos de batalla. No pienso en nadie que no seas tú, y no hay nadie que ocupe el lugar que te pertenece por motivos supremos. Pero debo admitir que es delicioso extrañarte como te extraño y sentir esta pena pasajera que me hace sentir vivo de manera diferente y me recuerda que tan miserable soy y no maquilla mis defectos detrás de tu sonrisa mágica y resplandeciente. Todo está intacto, tu foto al lado de mi cama, tu nombre en mi celular, lo que siento por ti y es más, las cosas que planeamos. El tiempo se encargará de hacerme entender que soy un canalla egoísta y que por temas de preservar los sentimientos nobles y las buenas costumbres, es necesario aislarme. Yo siempre tan racional con lo demás, tratando de adelantarme a lo que piensan y poniéndome en su lugar a modo de empatía para entenderlos y no juzgarlos. Qué pena que me cueste tanto conmigo, que no sea empático conmigo mismo y por ende, no pueda ayudarme. He aprendido a querer el perfume que lleva el dolor (como dice Fito), y no puedo compartir ese aroma con la gente que quiero porque no disfruto con el sadismo ajeno. En verdad confieso que no me sentía tan querido hace mucho tiempo, muchos años, tan querido en cantidad y calidad. Una catarata de cariño el tuyo, con el amor más cristalino que he conocido en esta ciudad (y es que de la ciudad de la que vengo, tengo como referencia a mi Sra. Madre) Ahora puedes dar fe de que este loco alegre está loco de verdad y de que su alegría llevaba tu nombre. Jamás podré alejarme del todo de las personas como tú, de ti. Y para mala suerte tuya esta no es una carta de despedida, es simplemente el descargo ilógico y sin sentido de un hombre que en medio de la fiesta, en la hora loca, se paró, miró a los invitados y sin más ni más dijo: hasta mañana.

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