martes, 29 de marzo de 2011

La chica de abajo

Ella, la chica de abajo, no es feliz; dejó de serlo hace algunos meses. Ella estornuda despacito, camina de forma suave, vive una vida de la manera más delicada posible. Recibe a su enamorado en la puerta de la casa, se sienta al lado suyo y le brinda los besitos más decorosos que una señorita como ella puede permitirse. Le dice cositas bonitas y sueña sólo con agarrarle la mano. Nunca lo hace pasar a su habitación; nunca lo hace porque sabe que no debe darle esas licencias a un caballero; porque la verdad ni él tan caballero y ni ella tan ingenua. Lo tiene sentadito y tranquilo en la gradita a la entrada de su casa y ahí se quedará hasta que un sacerdote les de la bendición. Sube a su cuarto a una hora prudente, nueve de la noche es un exceso. Su cuarto todo rosado la espera impecable y cálido. Se echa en su cama mirando el techo, escuchando a Shakira y pensando en su chico lindo que hoy le ha dicho que la quiere más que ayer. Se pone su pijama que huele a suavizante y se prepara para dormir. Abraza su almohada, reza una breve oración y cierra sus ojitos. El show empieza. Escucha a Fito Páez como si le cantara a viva voz en su oído. Siente como el desgraciado de su vecino ensaya algunos pasos de baile a media noche. Oye el terrible sonido de la silla con ruedas del chico del tercer piso, al parecer está haciendo un tour en su cuarto en la bendita sillita esa y tiene gasolina para rato. Se escuchan pasos.- No está solo – piensa tapándose la cabeza con su almohada. Escucha carcajadas poco discretas y voces femeninas. – ¿A quién habrá traído esta noche ese flaco haragán y sonámbulo? – reniega. La chica de abajo no es feliz porque no duerme bien, porque se ha vuelto tan sonámbula como el inquilino de arriba y si alguien no duerme sus seis horas como debe ser, en potencia es un ser infeliz y amargado. Hace un par de meses, su vida sedentaria y taciturna se ha corrompido y luce unas ojeras impropias para una chica de su edad. Hace un par de meses se ha olvidado las canciones de Shakira y se sabe de memoria las de Michel Bublé y Fito Páez. Hace un par de meses toma unas pastillas mágicas que alivian el dolor nocturno provocado por el ser despreciable que duerme (o deambula) encima de ella. Ese miserable se permite traer a sus amigos y organizar tertulias afiebradas llenas de alcohol y carcajadas. Hace fiestas donde bailan por horas y golpean el suelo sin piedad. Trae chicas que no dudan en acompañar su insomnio y se ríen toda la noche. Su cama suena terriblemente y no quiere imaginarse porqué suena así. Cuenta las miles de veces que el inquilino desgarbado del tercer piso pasea de su cama al baño haciendo sonar la bomba del wáter mil veces más. Lo siente salir de madrugada, llegar a las cuatro de la mañana. Lo siente caminar sin medias. Lo soporta cuando cree que canta igual o mejor que los artistas que escucha. Aguanta el sonido de su licuadora endemoniada cuando se antoja jugos por la noche y el motor de su pequeño refrigerador que está segura ha ingresado sin el permiso de la arrendadora. Ella lo odia a morir y planea de la manera más discreta tenderle una trampa para que lo boten o para que su deceso parezca un accidente. Quiere encerar de manera virulenta aquellas gradas que de por sí ya son muy peligrosas, para que una de las tantas noches en que llega borracho, tienda a resbalar y si es posible caer de cabeza con un golpe seco y certero. Lo espera con la cámara del celular lista para tomarle fotos cuando llegue con sus chicas y enseñárselo a la dueña de la casa y lo largue de una buena vez. Nunca llega a la misma hora. Nunca recibe invitados los días en que ella ha preparado todo. Tiende sus calzones con miedo y bien contaditos por si aquel enfermo intentara coger uno. Se cruza con él cuando éste está lavando su ropa y ocupa todos los cordeles y deja mojado todo el piso; sólo atina a saludarlo de la manera más fría y nunca mirándolo a los ojos. Su cama cruje una y otra vez y no quiere tener aquellas imágenes en su cabeza. Está harta, aburrida. No duerme nada y es infeliz. Su enamorado ha sentido su cambio de humor y no la visita con la misma frecuencia. Se duerme en clases y ha bajado de peso. Se le cae el cabello y cree que le faltan un par de calzones. Cuenta las horas para escuchar el sonido de su cabeza contra el suelo. Tararea las canciones de Fito. Sabe cuando aquel chico desordenado está con problemas estomacales. Reconoce las voces y casi – casi sabe quién está hablando (ya los conoce por sus nombres). Está juntando dinero para comprarle una cama nueva que no suene como suena la que tiene y dejársela en navidad con una nota que diga “Papá Noel si existe” en la puerta de su cuarto. Las pastillas ya no le hacen efecto y ya se acostumbró a las ojeras. Duerme sin saber cuánto. Lo espera cuando sabe que ha salido y lo extraña cuando se va de viaje. La chica de abajo no es feliz hace un par de meses y es por culpa de su vecino. Está a punto de volverse loca y está pensando en reconquistar a su chico invitándolo a pasar a su cuarto, hacer que su cama ruja mientras escucha a Shakira a todo volumen con los nuevos parlantes que se ha comprado y gritar y reír como loca mientras ya no es tan señorita. Así asegura su situación sentimental y se venga de aquel flaco juerguero y borrachoso que no sabe dormir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy bueno!!!